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YTALCUS

PRESENTACION


Nova Iberia celebra junto con otras naciones americanas el bicentenario de su independencia, y por ello es necesario revisar la participación de sus caudillos. Uno de los principales fue “Ytalcus”, quien selló con luz propia los primeros levantamientos que ganaron fuerza por si mismos y que alcanzarían dimensiones que ni él pudo haberse imaginado. Cuando la obra rebasa a su creador, es fascinante examinar su evolución.
La Unión Vampírica de América (UVA) se llena de orgullo presentando en esta edición una investigación sobre la influencia del vampirismo en la lucha por nuestra independencia.
La historia de Nova Iberia no puede entenderse sin conocer esta fase de su evolución, en la que participaron hombres y mujeres de diferentes orígenes y procedencias, con diversas ideas y recursos, y hasta con metas y objetivos diferentes.
Normalmente, las naciones recurren a héroes intachables, incorruptibles e inmaculados para explicar su nacimiento. Y como un personaje así es humanamente imposible concebir, entonces se elimina una larga parte de las vidas de las personalidades, dejando solo lo políticamente correcto. Se presentan adultos visionarios listos para la acción, sin explicar que estaban haciendo un tiempo antes, o de que fracasos anteriores aprendieron para después triunfar en la parte que la nación les festeja. A veces tampoco se narra que hicieron después de su momento cumbre, si éste no fue la muerte. Se hace un derroche de maquillaje en las versiones oficiales ayudando a que todos luzcan mejor.
Por eso es refrescante y útil conocer esta biografía del novo-ibérico Ytalcus, la más completa y objetiva publicada hasta ahora.
Casi todas las naciones latinoamericanas celebran este año 2010 su independencia.
Algunas de ellas se están adelantando a la verdadera fecha de su emancipación de la corona que las tenía sojuzgadas (siendo esta imprecisión de fechas otra maniobra de maquillaje como la antes mencionada).
Efectivamente varias comenzaron en 1810, pero no significa que ese mismo año lo hayan conseguido, por lo que el verdadero aniversario no correspondería celebrarlo ahora.
¿Uno nace cuando es concebido o cuando es parido? ¿Se gana una carrera entrenando, arrancando en el inicio, cruzando la meta o hasta que le colocan la medalla en el podio?
Cada eslabón forma parte de la cadena, y por eso no puede mirarse sólo el primero y llamarle cadena. En tal caso seamos honestos, ¿celebramos el eslabón o la cadena entera?
Ignoramos al humano que tuvo alma, aciertos y errores, días malos y buenos, que aprovechó o dejó ir oportunidades, que pudo haber hecho algo heroico por mera conveniencia personal, o mató al villano por motivos pasionales, mientras la patria insiste que fue por liberarla. Conservamos la cabeza parlante para esconder el resto del cuerpo, con sus pasiones e impulsos. En la UVA decimos ¡Basta!
Se debe defender la verdad objetiva con la ferocidad de un lobo, estudiar las cosas al derecho y al revés como se sostiene un murciélago, ir al fondo de las cosas como una estaca en el corazón y permanecer cerrados como una cripta ante las tentaciones de maquillar caudillos, por más que alguna parte de su vida apeste a ajo.
Sólo así podremos acercar a esos ilustres personajes a la realidad que les pertenece.
Descubriremos que tanto ellos como nosotros somos potencialmente capaces de hacer las mejores obras o las más extrañas, según las circunstancias. En otras palabras: todos llevamos dentro un vampiro, para salir solo necesita la mordida adecuada.



YTALCUS



NOVA IBERIA

Nova Iberia. Un gran país que no cambió de nombre después de la independencia.
Desde la llegada de los conquistadores hasta la fecha, se sigue llamando así.
Rodeado por océanos y vecinos poderosos, su paisaje tenía selvas, valles, planicies, volcanes, bosques, desiertos, lagunas y abundantes ríos. Aquí llegaron españoles, portugueses y vax-cors, con la finalidad de instalar una colonia mixta en 1513.
A diferencia de Perú, Colombia y todas las naciones que fueron colonias españolas donde preferentemente se favorecía a españoles, o de Brasil donde se favorecía a portugueses, Nova Iberia pretendía desde su fundación favorecer a Iberos, es decir, gente de Portugal, España y el país Vax-cor. Se hablaban los idiomas de las tres naciones aunque predominaba el castellano.
La moneda corriente eran los “toros”. Siendo los hispanos herederos del gusto por la tauromaquia que también tuvieron los atletas griegos, y haciendo un culto al toro, su moneda llevaba ese nombre, y hasta lo impusieron a ciertas poblaciones de Nova Iberia, como Kere-taurus, Guana-taurus o Atoronilco.
La corona dominante en Nova Iberia era la española, pero mantenía consensos con Portugal. La mayor aportación de la colonia eran el oro y la plata, y se repartía entre las dos naciones imperialistas.
Todo lo relacionado con materia de gobierno, quedó en realidad en manos de España. De ahí que fueran los españoles la mayoría de la población y ocuparan los principales cargos, incluyendo los de virrey, arzobispo, obispos y brigadier general.
Este modelo tripartita, latino e ibérico no resultó muy eficiente, por ello España y Portugal no implantaron ese sistema en ningún otro sitio de América.
Cuando Ytalcus nació, Nova Iberia ya tenía 240 años de existencia.



VAX-CORUS REBELLIONIS

En la península Ibérica están Portugal y España. Dentro de España están entre otros los catalanes y los vax-cors. Estos últimos en particular se consideran una nación aparte, pero estaban absorbidos por España. Su idioma es completamente diferente a los latinos. Nada que ver con el castellano, ni el catalán o el portugués.
Han luchado mucho por su autonomía. Ellos ya estaban ahí antes de la llegada de los romanos a la península ibérica, y siglos después todavía siguen buscando su soberanía y autodeterminación.
Cuando se iniciaron las expediciones conquistadoras de España hacia América, los vax-cors poco a poco fueron engrosando las filas de aventureros que venían buscando fortuna y el sueño de establecer en estas tierras una nación independiente.
Desde la fundación de Nova Iberia tanto Portugal como España compartían el provecho de la extracción minera, sin embargo, en marzo de 1801, el Tratado de Aranjuez forzó a España a entrar en guerra con Portugal, de modo que esta última renunció a su beneficio en Nova Iberia a cambio de que España no se entrometiera en Brasil.
Una vez que Portugal se retiró de Nova Iberia, ésta quedó totalmente bajo el yugo español.
Los vax-cors seguían buscando su autonomía y esperarían cualquier oportunidad para independizarse de España, y si la ocasión no llegara, entonces comenzarían a perturbar el orden para zafarse de la corona.



(1753 – 1765) INFANTIA & FAMILIAE

Ytalcus nació en 1753 y fue el segundo hijo del matrimonio de Cristóbal y Ana. Su padre era el administrador de la Hacienda Cor-Leonis (Corazón de león) en el Estado de Guana-taurus.
Tres hermanos eligieron el sacerdocio como carrera: Lucius, Quíncas e Ytalcus.
Cuando nació el quinto hijo, la madre murió durante el parto, por lo que este hermano, Matías, fue el consentido de toda la familia. Su vida tuvo un final trágico que ahogó a Ytalcus en un remolino de culpas del cual nunca pudo salir.
El viudo Cristóbal se volvió a casar, esta vez con una mujer llamada Rita. Engendraron un hijo pero se complicó el parto y ella murió.
El padre de todos se casó por tercera vez, ahora con Jerónima y procreó cinco hijos más.
Con esto juntó la no despreciable prole de once hijos con tres esposas.
Los cinco hijos mayores fueron a estudiar a la ciudad de Valladoler, capital del estado de Tarascum. Para entonces el joven Ytalcus tenía doce años de edad.



(1765 – 1767) TIRANUS

En 1765 ingresó a una escuela dirigida por jesuitas, quienes predicaban que Nova Iberia podría ser independiente de Europa.
Como Ytalcus se enfrentaba a una nueva vida estando por primera vez lejos de su familia, estas ideas cayeron en su fértil mente que absorbía todo.

Uno de los fundadores de dicha orden religiosa, Francesco Suárez, había escrito desde el siglo XVI “que era válida la desobediencia ante los abusos, la soberanía del pueblo era defendible, y era aceptable el tiranicidio”, es decir, derrocar al monarca si este gobernaba sin sensibilidad ni consideración.
Aunque tarde, la corona española reaccionó distinguiendo el peligro de esas ideas en las colonias sujetas, y la madrugada del 25 de junio de 1767 expulsó a todos los jesuitas del suelo español. Encadenados los embarcaron rumbo a Italia.
En Valladoler estos acontecimientos tuvieron lugar en la puerta de la escuela ante la mirada de Ytalcus, donde los sacerdotes arrastraban sus ruidosas cadenas. La escuela fue cerrada.
Con esto aprendió que aunque era válido quitar al tirano, faltaba que éste no les quitara primero. La velocidad y la sorpresa eran factores cruciales para enfrentar la opresión.
En las puertas se pegó un papel publicando que el rey había hecho esto por razones “que guardaba en su real pecho”.
Y si eso no fuera suficiente, agregaba que “de una vez para lo venidero deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir ni opinar en los asuntos del gobierno”.



(1767 – 1792) FORTUNATUS & OPPORTUNUS

Ytalcus y su hermano Quíncas tuvieron que entrar a otra escuela y terminar sus estudios. Estaban decididos a ser sacerdotes. El 25 de mayo de 1773 se graduaron en Teología en la capital de la colonia.
Al regresar a Valladoler, Ytalcus comenzó un romance con Rosario Gómez, la sobrina de una familia pudiente de la ciudad. Tuvieron que mandarla a Guadala-vaca debido al escándalo social armado por su amorío con un religioso.
Laboralmente, Ytalcus se dedicó a suplir maestros en una escuela, dio cátedras de Filosofía, y casi 10 años después de la salida de los jesuitas se le ordenó como diácono. No le fue asignada ninguna iglesia, por lo que se quedó de maestro en Valladoler durante diez años más.
Debido a que era muy distraído e inquieto hacia el sexo femenino, le convenía no estar a cargo de una iglesia en donde su papel de guía espiritual hubiera estado muy a la vista de todos. Siendo profesor catedrático, su función docente era lo principal ante la gente, por lo que sus actividades particulares no eran tan observadas, disfrutando de muchas libertades personales al margen de su rol religioso.

Comenzó a notarse su ambición financiera, muy respetable, pero profunda. Sus ingresos eran menores a los que tendría si hubiera estado a cargo de una iglesia.
Como maestro ganaba 450 toros anuales, por ser tesorero de la escuela le agregaban 350 más. Cuando llegó a ser nombrado rector en 1788 le aumentaron otros 550.
El gusto por la música y los libros le hacía gastar casi todo.
Este año de su vida fue como una sacudida: tuvo este destacado progreso individual, pero también murió su padre Cristóbal, y le comenzó la caída de pelo junto con las prematuras canas.
Frecuentaba y admiraba al fraile superior de la catedral de Valladoler, el Dr. Pérez Calamax, quien abogaba por el desarrollo del pueblo en base a capacitación, inversión y educación. Él fue el primero que le mencionó que las virtudes climáticas de España no superaban en nada a las de Nova Iberia, y que seguramente ciertos cultivos como la vid, el olivo y también el gusano de seda, podrían darse muy bien en estas tierras. “Si un día nos distanciamos de España”, decía, “¿Quién nos proveerá esos productos?” mirando con cierta picardía al inquieto Ytalcus que siempre reflexionaba tras las conversaciones con el fraile.

La carrera, los ingresos y las amistades de Ytalcus despertaron envidias. Le atribuían amoríos, borracheras y parrandas.
Con o sin fundamento, las autoridades educativas lo removieron de la rectoría de la escuela. Quienes le estimaban decían que no lo echaron, sino que él se fue por su voluntad.
El caso es que se retiró de la escuela de Valladoler para irse al curato de Colimax.
En su camino a ese lugar, se detuvo en Guadala-vaca para visitar a su antigua querida Rosario Gómez, la cual lo recibió con cariño, aunque ya estaba casada con un militar mucho mayor que ella.
Ya instalado en Colimax, lo social no le agradó. Antes había sido fantástico ser rector de la escuela y destacar en sociedad por ello. Ahora lo mandaban de cura a un sitio costero y rural. Nadie quería irse para allá y por eso pagaban mejor. Las personas andaban en ropas sencillas, muchas veces le parecían harapos. El nivel económico y cultural era mucho más bajo comparado a Valladoler lo cual le deprimía. Por eso le gustaba tener comunicación por carta con su refinada cuñada Lucía, quien además de elegante y femenina, se expresaba muy bien. Le gustaba que fuera tan culta.
Prácticamente su ideal de mujer distinguida, atractiva y excelente compañera lo ubicaba por completo en ella. Desde Colimax, Ytalcus construyó una relación muy especial con su cuñada Lucía, la esposa de su hermano Matías.

Colimax le convino únicamente por la cuestión de los ingresos, pues antes no ganaba más de 1,350 toros anuales, y ahora eran 3,500 toros al año. Más adelante, su superior lo trasladó al poblado interior de Toros-mochos donde su ingreso anual subiría a 4,500 toros.



CARITAS & AMBITIONIS

Supo hacerse amigo de todos: indios, españoles, criollos y castas. Le gustaba predicar y divulgar la palabra divina, cuidando que los feligreses no vivieran en pecado.
Ahora que ya ganaba tres veces más que antes, el dinero le alcanzaba para ayudar a los pobres, abría las puertas de su casa para darles de comer, pagaba sus visitas médicas, se encargaba de recoger niños huérfanos y darles oficio, financiaba obras de riego, y pagaba deudas de los indios a la Real Hacienda, es decir, sus impuestos. Quien no los pagaba, era condenado a una tunda de azotes.

Por esto fue muy querido y respetado especialmente por los más pobres, quienes hubieran metido las manos al fuego por él si fuera necesario.

Aunque como cura brindaba mucho dinero en caridad, su interés personal le sugirió invertir también en el negocio de las haciendas. Tres para ser exactos. Hizo la inversión junto con sus hermanos, y como el costo era elevado, se apoyaron en un préstamo del crédito del Juzgado de Capellanías, es decir la iglesia.
Ytalcus se encargaba de la producción de las haciendas visitándolas con frecuencia. Supervisaba la siembra, el ganado, etc.
El administrador de estas haciendas era su hermano menor, Matías, el que tuvo la mala suerte de llegar al mundo provocando la muerte de su madre, pero que tenía la bendición de estar casado con la distinguida y bella Lucía. Ella dirigía a Ytalcus largas cartas en las que le hablaba de dulces sentimientos así como de buenas ideas sobre la producción agrícola de las haciendas.

Como Ytalcus ya tenía categoría de hacendado, volteó a ver a los ricos: españoles y criollos. Ahora era uno de ellos. Él y sus hermanos ya eran empresarios y vendían sus productos compitiendo vigorosamente en el mercado.
Pertenecer a esa aristocracia le sentaba muy bien, además era culto, había sido maestro de filosofía, hablaba latín y francés.

Su refinamiento y necesidad de aceptación le hicieron dirigir su atención al teatro, usando esto como un elegante método para insertarse en esa nueva clase social, pues ya había hecho bastante por los más desprotegidos.



FACULTATIS & AMORIS

Entre los hombres destacaba por su autoridad intelectual, su papel en la docencia y por su empeño en el progreso de la gente. Participaba de la entretenida diversión en los naipes y el billar, así como las discusiones sobre política y religión con quien fuera.
Entre las mujeres resultaba atractivo por su personalidad ágil y divertida, sus facciones de tez blanca y ojos claros, su carisma desarrollado por su instrucción y seguridad en sí mismo, su cultura amplia por sus variadas lecturas y constante curiosidad, sus dotes para memorizar, musicalizar y argumentar, sus inquietudes propias de varón no frenadas por los votos de castidad, sumado a un profundo énfasis en el desarrollo de las libertades del individuo y de la sociedad, que le llevó a tener diferentes amoríos.
Respecto a otras mujeres, una que destacó en su cama fue la mencionada Rosario Gómez, pero la más significativa fue Pepita Quintanilla.
A pesar de haber sido un hombre distraído y coqueto, necesitaba de una mujer que le supiera el modo, que le pudiera dar lo que en cada momento necesitaba: libertad, apapacho, cariño, espacio, silencio, compañía.
Pepita supo darle también familia. Engendraron dos hijas: Micaela y Josefa. Ytalcus las quería mucho, pero era bastante inquieto y su misión en la vida no se circunscribía a su familia y su trabajo. Más bien estas eran parte de la plataforma, pero para nada el objetivo.
Pepita fue su compañera, viviendo muy cerca pero respetando su calidad de cura, dándole tanta libertad como él necesitaba. Una hermana de él, Vicenta, siempre fue una amorosa tía y una agradable cuñada, de modo que las cuatro mujeres vivían juntas, las adultas criaban a las menores, y la armonía se financiaba con recursos de Ytalcus. Ellas siempre vivieron cerca de la casa de él, y cuando llegó a cambiar de población, lo siguieron.
Pepita era más una amiga, amante, confidente, pero no era la dueña de su corazón.
El cura se iba de vez en cuando a probar otros sabores por ahí.



(1800) FRANCIA CHIQUITA

Se dedicó a traducir del francés al español algunas obras y mentalidades que estaban prohibidas desde la época del Papa Clemente XI porque la Francia librepensadora era una amenaza ideológica para la católica España. Argumentando que lo hacía por gusto al arte y nada más, Ytalcus quedó muy bien entre sus nuevos amigos de la clase alta.
Entre otras obras, tradujo la polémica pieza teatral “Tartufo”, de Moliere.
Hay que decir tres cosas rápidamente al respecto de dicha obra.
Primero, que estuvo prohibida incluso en Francia por el Rey Luis XIV desde su estreno en mayo de 1664. Así que para el estándar de España, era una aun peor.
Segundo, que el autor Moliere también estudió en escuela de jesuitas, y licencioso en los amores, fue amante de su suegra, por lo que no era precisamente el tipo de autor que debiera fascinar a un cura novo-ibérico, según las reglas y valores de la época y la corona.
Tercero, que el personaje central de la obra era un hombre hipócrita, malo, que jugaba con el poder y los sentimientos en base a su egoísmo, que siendo un impostor se valía de las creencias morales y religiosas de los demás para avanzar en sus materiales y lujuriosos fines.
Alain Verjat lo define como un completo vampiro: “Un desgraciado parásito, que a cambio de consejos y virtudes fingidas, vive a expensas de una familia burguesa, extiende su poder sobre todos sus miembros como un tumor maligno y acaba devorándola”.
Y para dar una idea de que cosas andaba promoviendo el cura Ytalcus con su “inocente” gusto por el teatro francés, aquí dos frases de Tartufo, mientras platicaba con Elmira, la dama casada que deseaba seducir:
“Conozco el arte de eliminar escrúpulos. En efecto el cielo prohíbe ciertos deleites, pero se pueden encontrar arreglos con él”.
“Satisfaced mi deseo y no tengáis temor. Yo respondo de todo y tomo el mal para mi”.
“En resumen son fáciles de destruir vuestros escrúpulos. Yo os aseguro el mayor secreto; y el mal reside únicamente en la publicidad que se le da. El escándalo público es el que ofende al cielo, y pecar en silencio es como no pecar”.

Pues así las cosas con su gustada obra. Ytalcus se encargaba de elegir actores, escenografía y vestuario. Él mismo representaba a Tartufo, y en otras obras él ejecutaba el violín para musicalizar algunas escenas. De lleno se dedicó a producir teatro con obras por él traducidas y dirigidas. La aristocracia le aplaudía.

Con esas obras de teatro formó un corral de comedias en donde Ytalcus las presentaba, y por la insistente de la nacionalidad de los autores que el cura traducía (Moliere y Racine eran franceses) se dio por llamar “Francia chiquita” a la población en donde estaba.
El gusto de Ytalcus por la cultura francesa, lo llevó también a revisar las obras de otros autores fuera del ámbito teatral.
A Moliere y a Racine los llevó a escena en Nova Iberia luego de traducirlos.
A los ilustrados Voltaire y a Rousseau los dejó en su mente y sus reflexiones, dejándolos salir en las elevadas discusiones que sostenía con sus amigos y allegados. Rousseau le impactaba bastante con su “Contrato social” expresando sobre la esclavitud que: “Se dirá que el déspota asegura a sus súbditos la tranquilidad civil… ¿Qué ganan si ésta misma tranquilidad constituye una de sus miserias? Se vive tranquilo también en los calabozos, pero, ¿es esto encontrarse y vivir bien?... Desde cualquier punto de vista que se consideren las cosas, el derecho de esclavitud es nulo, no solamente porque es ilegitimo, sino porque es absurdo y no significa nada. Las palabras esclavo y derecho son contradictorias y se excluyen mutuamente”.

Sobre el gobierno, Ytalcus coincidía con Rousseau quien decía que: “Las mismas leyes no pueden convenir a tantas provincias que difieren en costumbres, que viven en climas opuestos” y por estar lejos: “el pueblo tiene menos afección por sus jefes a quienes nunca ve”. Ytalcus aplicaba estas frases a la situación colonial española.

La vida política y social de la Francia liberal se retrataba en las obras teatrales para resultar de “actualidad”, y para una mente inquieta y deseosa de verdades como la de Ytalcus, todos estos autores le daban el alimento perfecto. Él usaba al teatro como una forma masiva, discreta y constante de hacer llegar reflexiones modernas al público pudiente de Nova Iberia. Estaba orgulloso de haber creado una manera divertida y didáctica para introducir una ideología liberal en la población a través del teatro.

En la sociedad adinerada que conformaba el público de Ytalcus había unos ojos que se fijaban en él para futuras acciones. Era una sombra ligeramente perceptible que en secreto seguía sus pasos, facilitaba que los materiales los hallara sin dificultad, que hubiera concurrencia en sus presentaciones, de modo que Ytalcus pudiera disfrutar lo que estaba creando y que alcanzara la cumbre en sus proyectos. Hilos discretos se movían para permitir que el creativo e inquieto cura pudiera darle cauce a sus ideas, sin importar lo que la época dictara, o lo que las reglas de la colonia demandaran.

El éxito tuvo un límite. No faltó el burgués ofendido con las obras teatrales de Ytalcus que envidiara la facilidad con que el cura escalaba en la aristocracia de la época, por lo que pronto fue denunciado a la Santa Inquisición, que le abrió un proceso el día 16 de julio.
Se le acusaba de comer, beber y bailar en la casa parroquial en compañía de prostitutas.
De asegurar que la iglesia era manejada por hombres ignorantes, que las visiones de Santa Teresa las había tenido por ayunos e insomnio, y no por contacto divino.
De afirmar que la fornicación no es un pecado sino una evacuación natural.
Otro cura lo acusaba de andar leyendo libros prohibidos pervirtiendo su espíritu, y que tanto conocimiento de ciencia lo había inflado, sintiéndose superior a sus semejantes.
En su defensa, Ytalcus pidió que se demostraran todas esas acusaciones con pruebas.
Esto fue muy arriesgado porque si le hubieran demostrado incluso sólo parte de ellas, su carrera terminaría drásticamente.



UMBRA

Esa sombra discreta que protegía sus actos entretenidos y alegres, se encargó de eliminar cualquier prueba que pudiera haber sido presentada contra el cura. No hubo una sola.
Numerosos los cargos y los acusadores, sin embargo nadie fue capaz de mostrar algo que lo incriminara. Con la Inquisición no se juega. No se acusa para luego esconder la mano.
Nada pudo probarse contra él, pero tampoco se llevó a cabo ninguna acción de castigo contra los acusadores. Esto fue un arreglo muy inusual para la época, especialmente porque entre los acusadores había españoles, criollos, algunos pocos indios y hasta un cura.
La sospecha se diluyó.
Ytalcus bien sabía que alguna mano desconocida movía las piezas a su favor. Le habían salvado de un castigo muy severo. Tarde o temprano, sabría la identidad de dicha sombra protectora.



IGNACIO LLENDRIX

Esta sombra era el adinerado y acomodado Llendrix, natural del hermoso pueblo de San Laurel el Grande, en Guana-taurus.
Una vez que detectó al cura Ytalcus como un hombre influyente, bonachón, inteligente, maduro, inquieto, respetable, con capacidad nata para el liderazgo, aceptado y reconocido en su comunidad, el centro de toda una red social capaz de ser movilizada, Llendrix exploró también sus lados débiles, los emocionales, sus pasiones.
Había notado que Ytalcus efectivamente era inquieto hacia las mujeres y de manera muy profunda con su cuñada Lucía, la esposa de su hermano Matías.
Debido a su tardía fortuna material, Ytalcus lamentaba su edad (estaba a punto de cumplir cincuenta años en una época en que la esperanza de vida promedio era de treinta y siete), como para poder disfrutar mejor de su posición.
Su deseo de proteger al más débil le hacía capaz de comprometerse con pasión, sin importar lo que hubiera que dejar pendiente.

Según las observaciones de esa sombra fría y calculadora, Ytalcus tenía muchos hilos en su mano, lo que significaba poder mover o dirigir acciones con el apoyo de la masa.
Para lograr sus objetivos, Llendrix no tenía que competir por ser más simpático, popular o respetado que Ytalcus. Bastaría con dominarlo a él.
Para ser obedecido, a veces no hay que luchar, sólo hay que dominar al líder.

¿Cómo sabía tanto Llendrix de las virtudes o debilidades de Ytalcus?
Porque Quíncas, hermano de Ytalcus, era el párroco de Villa Angustia, y debido a su amistad con la familia de Llendrix, fueron repetidas y largas las conversaciones sobre las familias, en las que se llega a platicar más de la cuenta.
Llendrix había podido explorar a su víctima a través de su confiado hermano Quíncas.



(1803) STRATEGMA FATALIS

Después de un tiempo, Llendrix creyó que podría dominar a los dos sacerdotes juntos, Quíncas e Ytalcus. El 3 de septiembre visitó a Quíncas para comentarle absolutamente todo sobre sus planes en el futuro de Nova Iberia. Caminaron por las calles de Villa Angustia, rodearon el majestuoso edificio de la parroquia, se dirigieron a la casa de Quíncas en donde continuaron platicando en privado.

Le resumió que los indios trabajaban las minas, resistían hasta la muerte, y entonces eran reemplazados por más indios. Las ganancias eran llevadas a España y los habitantes de Nova Iberia solo veían salir esa riqueza en grandes navíos.
A Llendrix no le molestaba el costo que hubiera de indios, pero si la salida de los metales.
Su acaudalada vida, sus costosos placeres, así como la sangre que corría por sus venas, heredera de la más antigua genealogía de los vax-cors ahora avecindada en Nova Iberia, demandaba venganza, lujos y poder.
De manera transmitida, no hereditaria, su familia poseía la extraña virtud de beber sangre para conservar una excelente salud, una rozagante juventud o la edad en que quisieran mantenerse.
Llendrix, como sus padres, tenía la facultad de traspasar sus poderes vampíricos a quien quisiera, completos o de forma limitada, incluso de forma temporal.
Sin embargo, regalar sus facultades de forma completa a otro humano, era algo que nunca haría. Hacerlo podía dar lugar a crear un aliado o un enemigo, riesgo que jamás correría.
A dos grandes amigos vax-cors los había vampirizado parcialmente desde hace casi un año. Podían hacer muchas cosas como transformarse en murciélago o niebla, pero no podían vampirizar a nadie.
Llendrix le confesó estas cualidades a Quíncas, el cura de Villa Angustia.
Le explicó que deseaba vampirizar a una parte de la población nativa de forma limitada, únicamente para aumentar su resistencia física, que soportara jornadas de trabajo más largas, es decir, una clase de vampiros esclavos cuyo principal valor fuera su crecida capacidad física para el trabajo, sin ningún otro poder.
Con estos esclavos ultra resistentes aumentaría la producción minera, y para disfrutar del fruto de ese trabajo, era necesario tener el poder de Nova Iberia independizándola.
Un ejército vampirizado bajo control de Llendrix sería suficiente para lograrlo.
Mayor resistencia, fuerza y fiereza, serían los ingredientes para vencer al ejército colonial.

Llendrix estaba muy bien colocado en ese ejército oficial donde ya tenía años de labor destacada, conocía las estrategias, sus fuerzas y debilidades.
Los vampiros de la nueva nación libre y enriquecida, podrían habitar en las cuevas que se multiplicarían con la extracción minera, especialmente porque la luz del sol reduce su poder, en cambio la obscuridad les permitiría sacar provecho de sus nuevas facultades.
Ningún país podría competir con la riqueza material ni con la fuerza de su ejército. Llendrix y sus vampiros dominarían la región, y algún día, el mundo entero.
Su plan estaba avanzado. Sus dos amigos ya vampirizados serían parte estratégica y vital para el éxito.
El sencillo equipo que daría nacimiento a la primera nación vampira del mundo eran:

Ignacio Llendrix, militar originario de San Laurel el Grande, sería el jefe principal, el estratega militar, tendría a su cargo todo lo relacionado al armamento, el combate, el gobierno del futuro y la administración de la riqueza.
Juan Damaris, abogado, también nacido en San Laurel, sería el encargado de todos los asuntos diplomáticos, legales, de promulgar códigos, ordenar leyes, reglamentos y la normatividad que beneficiaría a la nueva nación en base a sus prioridades vampíricas.
Mario Ximérez, técnico en minas y explosivos, originario de San Luis Torosí, sería el oficial superior en materia de excavación, explotación y beneficio del metal, así como el que acondicionaría las cuevas resultantes de tanto túnel excavado para dar habitación a toda esa nueva raza de vampiros mineros, que serían creados a partir de la misteriosa forma de contagiar que poseía Llendrix, la mente maestra de todo este plan.
Al final, el vampiro le dijo a Quíncas que deseaba integrarlo a su selecto grupo junto con su hermano Ytalcus, pues dos curas serían estupendos pastores que jalarían a tanta oveja como fuera necesario.
Cuando Llendrix terminó de expresar todo esto al Padre Quíncas, el ambiente entre ambos estaba muy tenso. Las miradas se cruzaron pero en diferentes temperaturas.
La de Llendrix era fría y decidida. La de Quíncas sentía el avasallante calor del infierno.
Llendrix se le fue encima, dominándolo mientras su boca se adhería al regordete cuello del párroco de Villa Angustia, quien apenas pudo pedir por su alma.



LLENDRIX & EPISCOPUS LUCAS

El vampiro Llendrix fue a Valladoler a visitar al obispo Lucas para darle la triste noticia de la muerte de Quíncas. Le expresó el dolor que le causaba la perdida de su amigo y el desamparo en que quedaría ese poblado con la extinción de tan dulce cura.
Platicaron largo rato sobre los muertos y el impacto que provoca su partida en los vivos.
Llendrix prolongó su estancia en Valladoler haciendo compañía al viejo obispo, lo cual le vino de maravilla al anciano, pues ya eran pocas las visitas que recibía debido a su contagiosa enfermedad.
Además de las complicaciones propias de su avanzada edad, el obispo sufría dolores corporales que su doctor atribuía a la mala circulación de la sangre, por lo que lo sometía a dolorosas sesiones con sanguijuelas adheridas a su espalda, así como a sangrías, que con sufrimiento del anciano se pretendía le agilizaran el flujo vital. Padecía una enfermedad que ahuyentaba casi a todos por el mal olor que producía aunado a la amenaza de contagio. Un desastre.

Siendo Llendrix de una respetable familia de abolengo que mostraba interés por la iglesia y le venía a ver por encima del riesgo biológico que implicaba su estado, el obispo no dudó en hacer caso de la recomendación que expresó su acongojado visitante, que era colocar a Ytalcus al frente de la parroquia de Villa Angustia.
Por haber sido el hermano mayor de este quien la ocupara con anterioridad, sería favorable al pueblo tener a dos hermanos continuos en el cargo principal en lo referente a la fe, que en esa época era el alimento más nutritivo de las masas.
Llendrix logró esta acción maestra. Consiguió atraer a Ytalcus al perímetro de su macabro alcance.
El obispo Lucas creyó haber logrado acomodar las cosas de buena forma, satisfaciendo a un importante vecino de San Laurel el Grande, respaldando a la familia de Quíncas e Ytalcus, y bendiciendo al pueblo de Villa Angustia con tan inteligente y entusiasta párroco.
Ytalcus aceptó agradecido, pues siendo ese lugar un cruce importante en la región de Guana-taurus, su sueldo anual sería ahora de 8,500 toros, casi el doble del que tenía antes.
Se llevó con él a su hermana Vicenta, su mujer Pepita y a sus dos hijas, Micaela y Josefa.
Ellas vivirían en una casa de su propiedad, e Ytalcus en la casa parroquial.

Cuando supo que Llendrix le había recomendado con el obispo para el puesto, quedó desde entonces agradecido con el gallardo militar, a quien trataría de corresponder como fuera.



NEGOTIUM PECULIARIS

A Ytalcus le dolía la violenta muerte de su hermano Quíncas a manos de un anónimo y sanguinario atacante, pero había ganado un puesto clerical en una gran parroquia con un excelente sueldo.
Se dedicó a crecer en una faceta empresarial dentro de Villa Angustia.
El teatro francés quedaría atrás. Desde ahora, lo suyo serían los negocios.

Administrando sus nuevos y duplicados ingresos, le alcanzaba para pagar sacerdotes coadjutores, es decir, que le auxiliaran o lo reemplazaran en las actividades de la parroquia.
Llegó a tener dieciséis presbíteros tomando su lugar, mientras él se adentraba en cultivos, talleres y comercios, dando empleo a la gente de la zona enseñándoles oficios.
Todo esto alejaba a Ytalcus de la esencia de su profesión.

Incursionó en la producción de actividades limitadas o hasta prohibidas por la corona en sus colonias. Sembró 80 moreras, planta en la que se desarrolla el gusano de la seda. Cultivó viñedos para producir uva y después vino. También sembró olivos para producir aceitunas y aceite. La inquietud o rebeldía de Ytalcus le hacían avanzar en esos caminos no bien vistos por la legalidad. Afortunadamente, por ostentar una distinguida posición en la comunidad, dar empleo a dieciséis presbíteros y a cientos de pobladores, nadie tenía intenciones de delatarlo.
“Que diferente la gente rural de Villa Angustia a los urbanos ciudadanos de Valladoler, aquí se pueden hacer negocios sin que a uno lo molesten las envidias”, decía.
También comenzó a manejar colmenas produciendo miel y cera para las velas de la iglesia.



DOLORES SPLENDIDA

Una joven de cabello negro, largo y lacio, con grandes ojos cafés y una bella piel bronceada, se acercó un día a Ytalcus para saludarlo y decirle que ella trabajaba en los viñedos, con lo que sostenía a su madre y a su hijo.
Ytalcus se llenó doblemente de alegría: por el agradable espectáculo con la belleza de la muchacha, y por saber que estaba ayudando a los demás. Gran parte de sus acciones iban enfocadas a eso, por lo que le agradeció sus palabras.
Ella le dijo que deseaba sugerirle dos cosas. Primero, que le diera nombre al vino que se estaba produciendo, pues así no se confundiría con los vinos que llegaban de España, ni tampoco tiene porque verse inferior, sin identidad.
Ytalcus seguía sonriendo. Le dijo que en honor a su belleza, a su trabajo en el viñedo y a su interés por defender el nivel de las cosas hechas en su tierra, le llamaría “Dolores” al vino que ahí producían. Haría unas etiquetas en la imprenta para darles nombre y más categoría.
Dolores estaba muy contenta. Y así, paso a decirle el otro tema.
Le expuso que del proceso de prensado de las uvas para hacer el jugo y luego el vino, quedaba un sobrante de semillas y cáscaras que se le había estado dando a las cabras y a las vacas. Un día una señora de una ranchería vecina le platicó que por allá la estaban pasando mal, con hambre, y por eso decidió regalarles a ellos ese desecho de semillas y cáscaras.
Resulta que luego de un tiempo, en aquella ranchería, las personas que tenían cataratas oculares vieron disminuida la gravedad, y hasta la piel se les puso notoriamente más suave.
Era como medicina para los ojos y la piel.
A Ytalcus le pareció magnífico que un desecho del viñedo pudiera ser alimento y medicina para alguien más, por lo que estaba agradecido con la muchacha que además, cada minuto llamaba más su atención.
Ella le platicó que había empezado a comer aquella mezcla sobrante de semillas y cáscaras, y también notaba mejoría en su piel. Le dejó tocar sus brazos.
Ytalcus no conocía antes a esta chica, por lo que no podía afirmar nada en base a una comparación, pero definitivamente si se percató que la piel de Dolores era muy tersa.
Ella continuó con su exposición, y le dijo que había pensado en algo para defender al cura en caso de que tuviera problemas.
Es sabido que cultivar uvas en Nova Iberia está prohibido, para no afectar a los productores de vino de España. Y pensando en que no fuera ser que un día Ytalcus tuviera un problema por andar cultivando uvas, Dolores le quería dar una idea y le dijo:
“Se puede argumentar que aquí sembramos uvas para hacer medicina, pues la mezcla de cáscaras y semillas son un compuesto excelente que regenera la salud, cuida los ojos y la piel, y retrasa el envejecimiento. Si usted justifica que para eso son las uvas, y el jugo es el desecho, pues ya es distinto ¿no? Nosotros guardamos el jugo para no desperdiciar, y solito en los barriles se hace vino. ¿A poco es ilegal guardar desecho? Lo nuestro es la medicina, el desecho pues ahí está para a quién le sirva ¿Cómo ve Padre?”

Sonriente y emocionado Ytalcus estuvo totalmente de acuerdo. Al menos sería un intento de explicar a las autoridades antes que aceptar una infracción o enfrentar algún castigo.
Le agradeció que se preocupara de eso, de él, y le propuso que fuera su asistente comercial. Platicaron sobre el tema. La muchacha tenía ideas, visión. Le dijo al cura que no le quería fallar en tareas más delicadas. Él contestó: “Nada de eso Dolores, veo que tienes entusiasmo e interés. Eso se llama pasión muchacha. Y con eso no se falla, se vive. Quiero que me ayudes a que todo luzca exactamente como dices. Lo nuestro es la medicina, piensa en alguna forma de empacarla para distribuirla entre los necesitados. Asígnale una dosis y una frecuencia. Luego, allá donde están los barriles con el jugo haciendo vino, coloca un letrero bien grande que diga –Bodega de desechos- para que si un día vienen a inspeccionar, quede claro que eso es sobrante” Y agregó: “A las botellas de vino que ya están listas en mi sótano para ser vendidas, ponles una etiqueta con este nombre:
-VINO DOLORES, DESTACA ENTRE LOS MEJORES-. ¿Qué te parece muchacha?”.

Con pena y gusto, la chica aceptó y le dijo que desde mañana vendría a la casa parroquial para ver en que le puede ayudar con eso de asistencia comercial.
Antes de despedirse, el agradecido cura le dijo: “Oye Dolores, y ten cuidado con tanto vampiro ahí en los viñedos ¿eh?” Ella se extrañó: “¿De que habla Padre?”
Ytalcus dijo: “Bueno Dolores, es que la uva es una fruta vampiro. Ya ves que en el cuadrángulo que forma el sembradío, la parte del viñedo que tenemos junto al cultivo de fresas, produce uvas que generan un vino “afresado”, y la parte del viñedo que está al lado del cultivo de las guayabas, como que absorbe algo de esa fruta, ¿te has dado cuenta de eso? Se supone que los grandes catadores de vino exploran esas huellas de absorción con olfato, vista y gusto”.
La muchacha contestó: “En el jugo no lo he notado Padre, pero en el vino si. Ahí se intensifica todo lo que contiene. He probado del vino que está en los barriles para cuidar que no se eche a perder ¿eh? No vaya a pensar otra cosa Padre. Y por lo que veo usted también es un apasionado de esto”, y sonriendo agregó: “por eso a usted también le va a ir muy bien, pues ya dijo que con la pasión no se falla, se vive”.

Decidieron que sembrarían algo de canela en otro sector del viñedo para propiciar que la uva que brotara en esa zona absorbiera ese sabor, y tratarían de conseguir un cuarto aroma para el sector sobrante: Vainilla de Vacantla.

La línea de vinos fabricados con desecho de la medicina tendrían cuatro presentaciones en cuatro delicados aromas y sabores diferentes: fresa, guayaba, canela y vainilla. Un éxito que sobrevive hasta nuestros días y que representa lo más fino de la oferta vinícola de Guana-taurus.



EPISCOPUS ALCITUS

La corona española sabía que el pueblo vax-cor esperaba desde hace siglos para verla amenazada y buscar una oportunidad de rebelión. Por eso en Nova Iberia se tenían espías y controles que observaban sus actividades.
No hubo señales significativas, hasta que Llendrix visitó al obispo Lucas. El militar Ignacio Llendrix era de linaje vax-cor, por eso no estaba facultado para dictar instrucciones sobre cargos públicos ni eclesiásticos. ¿Por qué este vax-cor estaba sugiriendo cosas y se le daba gusto?

Lucas, el anciano representante de la iglesia había sido muy fácil de convencer para asignar a Ytalcus como cura de Villa Angustia, y no pidió como debía su opinión al consejo de obispos de la colonia. Pedir la opinión no era fundamental para las acciones, pero si una formalidad agradable que se daba entre los jerarcas.
Uno obispo asturiano formado en Roma y asentado en Nova Iberia se sintió particularmente atraído por ese detalle. El obispo Alcitus Queipus.
Pretextando una visita de cortesía, se dirigió a Valladoler a saludar al anciano, y saber porque no había compartido su decisión como de costumbre.

El enfermo obispo le explicó lo interesante y agradable que había sido recibir la visita de Llendrix, la charla que habían tenido y la atinada sugerencia de éste respecto a Ytalcus.

Alcitus conocía muy bien las correrías y trayectoria de Ytalcus, así como la destacada función de Llendrix en el ejército. Algo no encajaba. ¿Por qué un intachable militar recomendaba a un cura distraído con tanto énfasis?

Con la plática se dio cuenta de que podría haber más en el fondo, y así lo advirtió al viejo obispo. Comparando apreciaciones, en el recuento de aquella entrevista con Llendrix, saltaron detalles desagradablemente inesperados.
El obispo Lucas había sido chantajeado con recuperar notoriamente su salud (con apoyo vampírico) a cambio de respaldar otros nombramientos que Llendrix le indicaría próximamente, quien pronto regresaría con el remedio para su salud, y Lucas gustoso designaría lo que el joven militar le solicitara.

¿Fue el destino el que decidió que en ese momento dejara de existir el viejo y enfermo obispo, o fue la mano severa de Alcitus la que le cortó la vida?
Si el obispo Lucas era un títere de Llendrix, los hilos ya habían sido cortados.

No se sabrá que sucedió. Lucas falleció y en su lugar quedó el mismo Alcitus. Ahora él sería el obispo de la región en donde Ytalcus y Llendrix hacían sus cotidianas labores, los tendría bajo una observación más intensa de lo que ellos pudieran imaginarse.



BRUCOLACUM CAPTORUS

El obispo Alcitus, al igual que Ytalcus, hablaba francés. Ytalcus lo dominaba por su admiración a dicha cultura, mientras el obispo lo aprendió para poder conocer al enemigo en su propia lengua.
Desde que se preparó en Roma pidió su pertenencia a la Casa Pontificia orientada al estudio del exorcismo. Su sueño fue siempre ser obispo (esta palabra viene del griego “episkopos” de “epi” sobre, y “skopos” guardián, significa “supervisor”).
En esa Casa se estudian y manejan varios textos. Uno de elevada reputación y contenido es el texto en francés: “Dissertation sur les Revenant en corps, les Excommuniés, les Oupires ou Vampires, Brucolaques” (Tratado sobre los revinientes en cuerpo, los excomulgados, los upiros o vampiros, brucolacos).

El autor francés de dicho Tratado era el prestigiado fraile benedictino Dom Antoine Agustin Calmet (1672 – 1757) quien publicó esa completa relación de casos de vampirismo y resurrección de cuerpos en Europa y hasta incluyó un caso del Perú. La extensión descriptiva y el número de casos que reunió y documentó eran tan amplias, que para mucha gente resultó un análisis que demostraba la posibilidad del vampirismo, y con ello justificaban sus temores y experiencias.
Para el fraile Calmet la extensión de los casos expuestos no era lo más importante, sino sus conclusiones. En su Tratado escribió: “Como todo lo que se dice de los muertos que comen en la tumba o fuera de ello es quimérico y sin ninguna verosimilitud, como la cosa es incluso imposible e increíble, fuere cual fuese el número y la calidad de los que la han creído o parecido creerla, siempre mantendré que el retorno de los vampiros es insostenible e impracticable”.
“La imaginación de los que creen que los muertos mastican en su tumba y hacen ruido más o menos semejante al que los cerdos hacen al comer, es tan ridícula que no merece ser seriamente refutada”.

El fraile Calmet había hecho este tipo de expresiones acompañando su texto, y al descalificar dichas historias, pretendía enmascarar el verdadero propósito de su obra:
Elaborar un práctico manual para enfrentar a los seres chupa sangre citando numerosos ejemplos prácticos. (Si no mereciera ser seriamente refutada, no habría escrito dicho documento: el mejor de su época y entre los mejores hasta ahora, casi tres siglos después).

La Casa Pontificia romana veía con buenos ojos dicho texto, que se usaba en la preparación de religiosos expulsores del mal. Su guía espiritual era el Arcángel San Miguel, quien vestido de romano en su papel de Príncipe de la milicia celestial, arrojó al demonio al infierno.
Todos los participantes en dicha Casa Pontificia eran miembros de la fuerza “Pugna espectralis” (lucha espectral) y se capacitaban para mirar frente a frente al maligno, combatirlo y vencerlo. En el caso de enfrentar vampiros, la misión de este gremio religioso era capturar y aniquilar brucolacos (latinismo de vampiro en griego “brocolak” o “vrykolaka”). Por eso se autonombraban “Brucolacum captorus”.

En el texto de Calmet (quien también les llega a llamar brucolacos) se habla que los muertos “vuelven, hablan, marchan, infestan los pueblos, maltratan a los hombres y los animales, chupan sangre de sus prójimos, los enferman, y en fin, les causan la muerte, de suerte que no se puede librar de sus peligrosas visitas y de sus infestaciones, más que exhumándolos, empalándolos, cortándoles la cabeza, arrancándoles el corazón o quemándolos. Se da a estos revinientes el nombre de upiros o vampiros, es decir, sanguijuelas”.
“La antigüedad ciertamente no ha visto ni conocido nada semejante. Por mucho que se recorra la historia de los hebreos, egipcios, griegos y latinos, no se encontrará en ellas nada que se les aproxime”.



BANPIRO

Y aquí es donde al obispo Alcitus le llamaba fuertemente la atención: Calmet estableció que en esas culturas o pueblos (hebreos, egipcios, griegos y latinos) no había nada similar, pero el obispo sabía que la mitología vax-cor si los tiene. (Brujas, apariciones y revinientes entre otros. Está la historia de un hombre que salio de su tumba a pedir una misa para sí mismo, otra sobre una bruja que mordía mujeres para absorber su belleza, se narran las instrucciones para matar a la bruja Tontorgorri, se explica porque no se deben dar de noche tres vueltas a una iglesia, etc). Por cierto, vampiro en lengua vax-cor se dice “banpiro”.

Cuando Alcitus fue asignado a la colonia de Nueva Iberia, se documentó sobre el conflicto que los vax-cors sostienen contra la corona española. Los temas mitológicos, espectrales y obscuros, los tuvo siempre a la par del político, territorial y de gobierno.

El “banpiro” pertenece a la cultura vax-cor, y ahora Alcitus estaba en una región de fuerte presencia vax-cor. La prudencia recomendaba volver a repasar su mitología, y principalmente, las sabias instrucciones del francés Don Agustin Calmet para enfrentar brucolacos, esos seres que “plenum poto sanguine guttur habent” (de lo bebido tienen la garganta llena de sangre).



AMICUS YTALCUS

El cura Ytalcus prosperaba con su producción de olivos, vides y gusanos de seda.
Para subsanar esas atrevidas acciones, se acercaría al Intendente de Guana-taurus. Debía conseguir impresionarlo de modo que no cuestionara lo que tarde o temprano sería de su conocimiento. La producción ilegal de esos productos.
Ytalcus lo hizo bien. Con los agradables destellos de su personalidad, en un derroche de cultura y buenos modales, con simpatía y ligera picardía, consiguió hacer de un conocido un buen amigo, a quien desde entonces llamaría por su nombre, Octavius.

Ytalcus también debió presentarse en Valladoler para el sepelio del obispo Lucas, y luego tener una plática formal con el nuevo obispo Alcitus, intentando hacerlo su amigo.
Por supuesto ésta amistad prosperó con toda la colaboración del obispo, quien deseaba tener a Ytalcus bien vigilado. Cuando descubrieron que ambos hablaban francés, fueron muchas las conversaciones que los dos sostuvieron en dicha lengua pasando horas muy gratas.

En un mismo año, Ytalcus duplicó sus ingresos, incrementó sus cultivos ilegales, desatendió las labores de la parroquia, y se convirtió en el mejor amigo de las máximas autoridades de la ley gubernamental y eclesiástica de la región.

El Intendente Octavius, el obispo Alcitus y el cura Ytalcus, los tres grandes amigos, jugaban cartas, tomaban licores, y en amenas tertulias se desvelaban. Las reuniones eran en Valladoler, Guana-taurus o en Villa Angustia, y cualquiera de los tres podía ser el anfitrión.

Ytalcus fomentaba estas relaciones de élite:

En primer lugar por amistad, pues en verdad le eran muy simpáticos y su nivel cultural le permitía sentirse entre iguales.
Esas tertulias con juegos y licores le daban el gusto de la diversión que no requiere esfuerzo, sino aquella que permite soltar el alma entre verdaderos y auténticos camaradas.

En segundo lugar por sus ingresos. Él sabía que desatendía bastante su parroquia encargándola a uno de sus dieciséis reemplazos, de modo que le era imperativo llevarse muy bien con el Obispo tratando con eso de reducir las posibilidades de ser amonestado. Por la afectuosa simpatía y las largas horas charlando en francés, seguramente no le darían una reprimenda muy dura si un día debían encarrilarlo al orden.

En tercer lugar por sus productos. Estaba prohibido cultivar vides en Nova Iberia, los olivos no era bien visto plantarlos, ni la seda era recomendable producirla. Estos tres productos provenían de España, y si se le dejaban de comprar, su economía podría sufrir alguna merma. Por ello se prohibió en las colonias la producción aunque se alentaba el consumo.
Ytalcus tenía la rebeldía en sus venas, requería la adrenalina de estar brincando alguna ley, y por eso cultivaba olivos y producía seda y vino.
Pudo haber sembrado trigo, maíz, frijol y calabaza. Pero eso ya lo hacían otros. Su necesidad era destacar y arriesgar.

Cada reunión con sus amigos le aseguraba que no tendría problemas con ellos, y que su nivel de vida construido inteligentemente estaba seguro.



METHODUS EPISCOPUM

Con su alta jerarquía, el obispo Alcitus disponía de bastantes instrumentos y autoridad para hacer muchas cosas sin dar explicaciones.
Dos o tres veces al año visitaba al virrey, y sostenía comunicación escrita por carta con diferentes personalidades en España, de donde era originario.
Por esto se puede decir que la amistad era para él solo de dos formas: las auténticas como la que tenía con el Intendente Octavius en Guana-taurus, o las de conveniencia, como la que estaba fomentando con Ytalcus, un potencial títere del brucolaco Llendrix.

Para los efectos del espionaje, contaba con conocidos, no precisamente amigos, pero fieles a la causa de la iglesia.
Una persona clave era el valiente brigadier Ayejaz, máximo dirigente militar de la colonia. Hacía tiempo que él brigadier le había comentado al obispo Alcitus acerca de la destacada fidelidad de un entregado joven militar que tenía bajo su mando. Su acaudalada familia había dado casi todo el dinero con que se financió la construcción de la parroquia de su pueblo, la cual fue terminada apenas en 1779.
Se llamaba Bassolus, oriundo de Villa Angustia, de muy buena familia cuya casa era el predio vecino a la parroquia de dicha villa.
Para mantener vigilado a Ytalcus, nada mejor que el católico militar de la familia más pudiente de la población. Su abolengo y rango militar le merecían el respeto de la gente, obviamente del cura en turno, y por su dinero hasta del mismo Llendrix.
Siendo vecinos, Bassolus podría estar cerca del cura Ytalcus, más que cualquier otra persona.



MARIANO BASSOLUS

Alcitus hizo una cita con el capitán Bassolus. Le hizo una propuesta en el nombre de la corona y el futuro de su familia. Eran conocidas por el obispo las intenciones independentistas de los vax-cors, y planteó todo el panorama con detalles a Bassolus, quien escuchaba conmovido.
Le pidió, y casi le exigió que se involucrara en todo lo que tuviera que ver con Ytalcus, tanto en los negocios de las haciendas como en su producción, pero especialmente en lo relacionado a Llendrix. Era necesario que se hiciera presente en sus reuniones, que se uniera a ellos en todo. Nadie desconfiaría de un joven acaudalado que ejerce su rebeldía en cualquier dirección cuando se trata de oponerse al gobierno.

Bassolus recibía de esta forma toda la confianza del obispo, y una misión delicada para proteger la colonia y los intereses del rey. La única garantía que tenía de parte del obispo era que cuando se desmantelara al enemigo, él podría seguir su vida normal en Villa Angustia con un significativo asenso militar. Si por algo se viera amenazada su familia por haberse involucrado contra los vax-cors, entonces le garantizaba su traslado a España junto con su familia y una pensión vitalicia por servicios a la corona.
Bassolus pidió al obispo que cualquiera que fuera el resultado de su participación, le otorgara el pase franco hacia España para él y su familia, donde comenzaría una nueva vida y cambiaría el nombre familiar, para evitar cualquier represalia.
El obispo le concedió y extendió estas garantías por escrito al católico y leal joven Bassolus.
Desde ese día comenzó su labor de ganar la confianza del cura Ytalcus, le pidió que fuera su confesor y de su esposa, le recibía en su casa frecuentemente, y también externó su deseo de cambiar al mundo, su disposición para realizar mejoras en beneficio de la ciudad y sus pobladores.
La grata compañía del capitán Bassolus y su esposa daban a Ytalcus una sensación familiar de paz. Compartir las bondades de esa tierra, al lado de jóvenes entusiastas que representaban lo más fino de la sociedad de Villa Angustia, y teniéndolos tan cerca como vecinos inmediatos de la parroquia, hicieron que Ytalcus no extrañara tanto a sus maduros amigos Alcitus y Octavius.
Algún día, esa joven y rica pareja de Villa Angustia podría financiar un teatro e Ytalcus podría regresar en su próxima vejez a montar obras de teatro, luego de años de éxito como empresario.

Si el arma de Llendrix era brindar una falsa posición de protagonista al cura Ytalcus para lograr sus vampíricos fines explotando las venas minerales de la colonia, el arma del obispo sería tan falsa como efectiva, logrando tener un pie adentro en cada plan que maquinaran el cura y el vax-cor.

Por eso Bassolus se comportaría como un hijo ante Ytalcus, siguiéndolo en sus ideas, sus opiniones, interesándose en sus proyectos, adentrándose en sus relaciones, y ganando la aceptación de Llendrix, que en el joven Bassolus no veía más que a un acaudalado militar que podría ser de utilidad por su dinero, conocimiento estratégico y rebeldía de juventud. Le conocía por compartir su estancia en el ejército, pero nunca había llamado su atención por algo más.
Claro que ahora, como vecino de Villa Angustia y repentino nuevo amigo de Ytalcus, le convenía recibirlo e integrarlo.



LLENDRIX & YTALCUS

Llendrix era militar bajo las órdenes del gran brigadier Ayejaz.

El brigadier distinguía la inteligencia y astucia de éste subalterno, y en verdad le profesaba cariño y respeto. Lo pensaba demostrar en un futuro recomendándolo como candidato para que fuera su sucesor.
Cuando el vampiro Llendrix inició la rebelión vax-cor asesinando a Quíncas y recomendado a Ytalcus, descuidó su presencia en el cuartel, lo cual fue observado por Ayejaz. Cuando éste le hizo un ligero reclamo sobre sus ausencias, sucedió algo terrible. La joven esposa de Llendrix falleció. Se trataba de la joven Beatrix Dasorus, distinguida ciudadana vax-cor. Ayejaz no quiso presionar a su joven subalterno y le otorgó licencia para sobrellevar la pena y atender el funeral.
Sin importarle de verdad esa muerte, Llendrix dedicó el tiempo a fomentar su amistad con Ytalcus.

Llendrix había sido buen amigo de su hermano Quíncas, también fue quien lo recomendó con el extinto obispo Lucas y acababa de enviudar. Razones de más para tenderle la mejor atención. Estando los dos tan interesados en cultivar una amistad, muy pronto saltaron al terreno de las confidencias, siendo el tema de la independencia de Nova Iberia uno de ellos.
España deseaba reforzarse y los vax-cors perderían su oportunidad. Llendrix no deseaba esperar. Presionaría como pudiera.



BEATRIX DASORUS

El obispo Alcitus consideró necesario probar la valentía y la mente del joven Bassolus.
Cuando el obispo supo la noticia de que la esposa de Llendrix había muerto, y notó que ese fallecimiento no había sido objeto de la atención del viudo en San Laurel el Grande, y que éste prefería irse a platicar con Ytalcus a Villa Angustia, decidió intervenir.

La mayoría de la gente piadosa se compadecía del viudo Llendrix y entendía su preferencia por ir a refugiarse a la parroquia de Villa Angustia para pedir por el alma de su mujer, aunque a la familia de ella no le gustó que desatendiera las formalidades del funeral.

El obispo enfocó todo esto de otra manera, preparó una pequeña maleta con inusuales instrumentos y citó a Bassolus una noche en la puerta del cementerio de San Laurel el Grande.
Bassolus preguntó de qué se trataba todo eso, si era una broma o era una sorpresa para alguien más.

Lo llevó hasta la recién colocada tumba de la esposa de Llendrix. “¿Qué hacemos aquí obispo?” preguntó nervioso Bassolus.
El obispo contestó que era muy sospechoso que la muerte de tan distinguida dama, y tan querida en la sociedad vax-cor por su genuino interés en mantener las tradiciones de su pueblo y por documentar la genealogía de todos los vax-cors de Nova Iberia, no hubiera merecido suficiente atención o sensibilidad del viudo, a menos que éste la hubiera matado.

El obispo tenía la atención del joven capitán aunque éste no sabía exactamente hacia donde iba la charla ni porqué estaban platicando todo eso en el cementerio de San Laurel ante la tumba de la esposa de Llendrix.

Alcitus fue directo. Le hizo saber que la difunta seguramente estaría fuera de su ataúd. Bassolus no podía creer lo que escuchaba. Alcitus le aseguró que era natural que dudara, pero le retaba a que abriera la tumba y viera con sus propios ojos que el cuerpo de la mujer no estaba ahí.
Con vigor e incredulidad, Bassolus excavó hasta destapar la caja mortuoria. Abrió la tapa calculando que recibiría un olor fétido y que vería un cadáver.
Su sorpresa fue aun mayor al ver que la caja estaba vacía, el obispo tenía razón.
Alcitus le ordenó tapar todo nuevamente, y le indicó que descansarían en el mismo panteón unas horas hasta ver algo también increíble.

Mientras esperaban, Alcitus contó a Bassolus una historia de las referidas por el fraile Calmet en su Tratado sobre vampiros. Le expuso el caso de un cadáver que salía de su tumba haciendo destrozos por el pueblo y lo que la sociedad decidió al ir a su cripta. Citó textualmente lo anotado por el fraile al respecto de aquel suceso en que los testigos gritaban ¡Brucolaco!:

“Es el nombre que dan a los revinientes… varios de los asistentes aseguraban que la sangre de ese desgraciado era muy roja, el verdugo juraba que el cuerpo estaba todavía caliente, de donde concluyeron que el muerto había cometido el engaño de no estar muerto del todo, o mejor dicho, de haberse dejado reanimar por el diablo. Esa es precisamente la idea de un brucolaco… hacían resonar ese nombre de una manera abrumadora… fueron de la opinión que había que… quemar el corazón del muerto…era un muerto muy inquieto”.

Bassolus escuchó todo esto profundamente impresionado. Primero habían encontrado la tumba de Beatrix Dasorus vacía, y mientras esperaban a que sucediera algo, al obispo le dio por contar esa historia. Un intenso frío le recorrió los huesos antes de poder decir algo.
Cuando por fin pudo hablar, preguntó: “¿y a nosotros que nos puede salvar de convertirnos en muertos inquietos?”.

El obispo deseaba responder, pero en ese instante se escuchó al primer gallo cantar. Se vio a una mujer acercarse y dirigirse hasta la recién inspeccionada tumba, para introducirse en ella.

Bassolus pudo ver todo eso con sus propios ojos. Ambos permanecieron en silencio. Cuando la mujer terminó de meterse a su sepulcro, Alcitus le explicó que esa mujer había muerto por el ataque de su marido, Llendrix, quien en realidad era un brucolaco y mordía el cuello para absorber la sangre de sus víctimas. De esa forma la mató, pues ella le estorbaba para sus operaciones rebeldes.
Ella era descendiente de los primeros colonos vax-cors y efectivamente anhelaba como su marido la autonomía de los suyos. También era una religiosa ejemplar. Ella amaba a su marido aun sabiendo que era un brucolaco.
Como él hacía frecuentes visitas al Padre Quíncas, ella creía que era para expiar sus culpas y salvar su alma. Él decía que sólo consumía sangre de animales de su propio ganado cuya carne regalaba a los más necesitados, por ello Beatrix veía en su marido a un ejemplo de caridad y penitencia. Cuando Llendrix le planteó todo acerca de sus planes para vampirizar y esclavizar indios, dominar el país y las minas, y con ello dar autonomía a los vax-cors, ella lo desconoció enérgicamente negándole todo su apoyo.
Ella no aceptaba que lo que debía resolverse con democracia o la guerra, fuera ejecutado desangrando gente y esclavizándola. Opinaba que esa acción pondría a los vax-cors en la peor imagen ante el mundo, y todos serían enemigos de ellos. Ya con España era suficiente. Ella se oponía definitivamente a vampirizar a la gente para someterlos. Una cosa era buscar la autonomía pero otra muy distinta era desangrar y esclavizar.
Los medios para liberar al pueblo vax-cor debían ser los mismos que alguna vez lo sometieron, la fuerza militar. Ese era el extremo más sangriento que ella pudiera respaldar, pero el vampirismo definitivamente lo rechazaba.
La libertad se ganaría con la vida de sus hombres y así los honrarían, pero jamás con las monstruosidades que algo maléfico pudiera aportar.
Esclavizar a unos para liberar a otros era comportarse igual que sus verdugos u opresores.
Le advirtió que de hacer lo que planteaba, lo denunciaría con todo el aparato gubernamental y militar para que supieran que tipo de persona era Llendrix. Ella hizo su planteamiento y esta tumba es la consecuencia. Peor aun. La convirtió en eso que tanto repudió.

El obispo continuó: “La mujer es no-muerta y no-viva. Se alimentará de sangre por toda la eternidad si no la detenemos, y será parte de la fuerza maligna a la que se opuso”.
Ordenó a Bassolus que volviera a desenterrar el ataúd, abriera la tapa y mirara el cuello de Beatrix. Además de tener la boca y los dientes ensangrentados, presentaba en efecto una violenta mordida de colmillos en la garganta.

Ante el cadáver Bassolus preguntó: “¿Y como habrá sido para ella estar casada con un vampiro? ¿No habría sido también aunque sea –un poco- vampira?”
Alcitus recitó a Bassolus otra breve frase del fraile Calmet: “Creen que los que han sido en vida vampiros pasivos se convierten en activos después de su muerte, es decir, que los que han sido chupados chupan también a su vez”.

El joven capitán preguntó: “¿Qué haremos ahora? ¿Qué se hace en estos casos?”

El obispo le explicó citando a su admirado Calmet que en un caso similar donde encontraron un cuerpo sepulto que salió a rondar y que tenía marcas de haber sido mordido por un brucolaco: “un hombre experto en vampirismo hizo clavar… en el corazón del difunto… una estaca muy aguda, con la que atravesaron el cuerpo de parte a parte… hecho lo cual le cortaron la cabeza y lo quemaron”.

Cuando terminó de explicar al impresionado joven el obispo se levantó y rezó con las manos extendidas:
“Nam ferro secui mox caput ejus, perfodique nocens stipite corpus”
(Pues luego corté con el hierro su cabeza y atravesé con un palo el funesto cuerpo).

Enseguida el obispo encajó una fina viga metálica en el pecho de la mujer, y dejó caer un hachazo en el cuello de la dama acostada en el ataúd.
Fue algo impactante para Bassolus, pero tenía que aceptar que acababa de ver a ese mismo cuerpo rondar por el panteón. Nuevamente la enterraron.
Alcitus le contó al capitán que recientemente había examinado la tumba y el cuerpo del Padre Quíncas, y como encontró las misma huellas y la misma actitud de aparente “sonambulismo hematófago”. Le cortó la cabeza en su féretro y estacó el pecho.
La dura prueba y la macabra información sirvieron a Bassolus para conocer mejor a que se enfrentaba. Para Alcitus fue la comprobación de que tenía un aliado valiente y capaz.
Beatrix Dasorus por fin descansaría en paz.



(1805) DESPERATUS REX KAROLUS IV

Sin pensarlo ni imaginarlo, en 1805 el vampiro Llendrix recibió ayuda para sus planes directamente del rey de España.
Resulta que en su afán de recomponer a la gastada corona, el rey expropió todas las deudas que los particulares tenían con la iglesia.
Hasta entonces, la única institución que funcionaba como banco era la iglesia, prestando dinero a largo plazo.
Al tomar el gobierno español las riendas de esas deudas por medio de una Real Cédula publicada en Nova Iberia el 15 de julio de 1805, quiso cobrarlas de inmediato como una forma de obtener dinero rápidamente.
Esto trajo el descontento y la ruina de muchas familias acaudaladas. Prácticamente todo aquel que le debía a la iglesia creyendo que tenía toda la vida para pagar, ahora debía cubrir su deuda o sufrir el embargo de los bienes que respaldaran el préstamo.
Esta ambiciosa actitud en la que una tiránica autoridad extrae forzadamente las finanzas del pueblo se ha retratado como una actitud usurera, dando lugar a ser caricaturizados como vampiros en diferentes épocas, desde la de Ytalcus hasta nuestros días.

Y ya adivina el lector ¿que personaje novo-ibérico tenía deudas con la iglesia y sus propiedades como garantía y acabó siendo víctima de las vampíricas cobranzas de la corona española?
El cura Ytalcus.



FUNDUS FAMILIARIS & CULPAE

Hace tiempo, los hermanos de Ytalcus junto con él habían invertido su dinero sumado a un gran préstamo de la iglesia para comprar tres haciendas.
Ytalcus no daba cuentas a sus hermanos sobre el rendimiento de las haciendas, pero procuraba tener contacto con su cuñada Lucía, esposa de Matías, la cual además de gustarle, le había sugerido algunas ideas prácticas para los negocios.
Ytalcus experimentaba sentimientos únicos por su cuñada y por sus sobrinos, a quienes quería como hijos.
Esta vez la volvería a ver, pero lamentablemente las cosas no estaban como para disfrutar aquella visita.

Documentados sobre las nuevas disposiciones del rey, los hermanos se reunieron.
Matías el menor de ellos, era el administrador. Ytalcus había sido el encargado de hacer producir las haciendas, y vaya que lo había hecho muy bien. Los ingresos resultantes de su trabajo eran muy respetables.
En su reunión, Matías pidió a Ytalcus que pagara la deuda que se tenía con la iglesia (ahora con el rey). Calculaba que los ingresos de las haciendas por su producción debían ser suficientes para liquidar la cuenta, y evitar perder esos inmuebles.
Para Matías, ese era el patrimonio que planeaba heredar a sus hijos.
La sorpresa fue enorme para todos cuando Ytalcus les informó que nunca había pagado nada a la iglesia. Ni un solo abono de la deuda, la cual era tan grande como desde el primer día.
Ytalcus había gastado todo el dinero en los talleres de Villa Angustia así como en caridad hacia los desvalidos. Hubo un tremendo desacuerdo entre los hermanos afectando la relación familiar.
El 20 de mayo de 1807 la corona fue más agresiva en demandar los pagos, a lo cual Matías interpuso un pleito legal.
El 12 de junio perdió dicho alegato y las haciendas fueron embargadas.
El débil Matías que siempre tuvo el sentimiento de culpa porque su madre murió al traerlo al mundo, ahora que su vida personal y la herencia de sus hijos se colapsaban, con este tremendo golpe perdió la razón y en 1808 murió.
Lucía culpó a la corona pero en la mirada se notaba que era a Ytalcus a quien responsabilizaba de la muerte de su esposo.
En los encuentros por el funeral y los rosarios para el eterno descanso del alma de Matías, Ytalcus ofreció hacerse cargo de Lucía y sus hijos, ofreciendo llevarlos a vivir con él.
Lucía le dejó ver a Ytalcus que ella se sentía protegida por él y que también percibía una atracción entre los dos. Por eso, el tema de irse a vivir juntos le era completamente agradable, y sólo tenía una condición: que al irse a vivir juntos, él se olvidara de Pepita Quintanilla y sus hijas Micaela y Josefa. No se oponía a que las siguiera manteniendo, pero en su esquema familiar no cabían ellas.
Estando envuelto de tantas emociones, oportunidades, muerte, ofertas y culpas, Ytalcus definió su provenir: se uniría a Lucía, mujer que siempre le gustó pero que había sido ajena hasta hace poco, y se encargaría de que a Pepita y a sus hijas no les faltara nada material, confiando en que su propia hermana Vicenta las guiaría siempre de forma adecuada.

Ytalcus se creyó responsable totalmente por la muerte de su hermano. Había sido su descuido, su ambición monetaria, su inquietud por la producción agrícola en vez de la devoción del pueblo y el alejamiento familiar lo que había provocado sin querer esta desgracia para su hermano, cuñada y sobrinos, dejándolos sin herencia.
Igualmente se preguntaba que les dejaría de patrimonio a sus hijas Micaela y Josefa.

La locura y muerte de Matías se clavaron profundamente en el alma de Ytalcus.
El detonante de tan inesperado suceso había sido el despotismo y la tiranía de la corona española. La ambición del rey había acelerado el desequilibrio de su vida y de su familia.
El patrimonio de Ytalcus y de una gran cantidad de acaudalados residentes en Nova Iberia se vio golpeado de forma severa por el monarca. Era una ocasión más que perfecta para los fines de los vax-cors.
“Gracias Carlos IV, sin tu ayuda esto hubiera tomado más tiempo”, decía Llendrix levantando su copa hacia España, bebiendo el vino que le regalaba Ytalcus.



(1808) NAPOLEON

En 1808 Napoleón invadió España. El rey Carlos IV cedió la corona a su joven hijo Fernando VII. El invasor tomó prisioneros a los dos y los llevó a Francia.
Allá, los obligó a renunciar a la corona y a designarlo a él como nuevo rey de España.
Acto seguido, Napoleón cedió la corona y nombró rey de España a su hermano José Bonaparte.
La historia del vampirismo demuestra que hay los que succionan sangre, voluntades, energía, dinero, y algunos hasta reinos.

España quedaba profundamente vulnerable y era una incógnita si Francia deseaba hacer presencia militar en las colonias o no.



1809 FUNDUS RECUPERATUM

El 26 de enero de 1809, debido a todo el desajuste que vivió España, se suspendió el decreto de Consolidación de Vales vigente desde 1805 con el que la corona había exigido el pago de las deudas contraídas antes con la iglesia. Es decir, las propiedades que habían perdido Ytalcus y sus hermanos se podían rescatar mediante un acuerdo legal.

El panorama individual de Ytalcus, tenía dos núcleos familiares que proteger:
Su amiga y amante Pepita con sus dos hijas, y su apasionante Lucía con dos hijos.
Para alejarse sin más culpas de Pepita y sus propias hijas, decidió que no diría nada a nadie sobre las haciendas recuperadas y en su momento las pondría a nombre de ellas, de modo que les dejaba un futuro asegurado, al lado de su solterona hermana Vicenta.
A Lucía le daría su vida para estar juntos como familia y criar a sus dos hijos casi como un padre.

Era lamentable que su hermano Matías hubiera muerto a causa de tanto pleito por las haciendas, y cuatro años después el mismo gobierno facultara a la gente a recuperar sus bienes.
Ante la responsabilidad de cuidar a la viuda y sus hijos, él se haría cargo personalmente de protegerlos, poniéndolos por encima de sus propias hijas, a las cuales solo les entregaría un patrimonio material generoso, pero dedicando el afectivo a Lucía y sus hijos.
Con eso quedaba, según él, equilibrado el reparto. Unas lo material y otros lo afectivo.




(Octubris) CONSPIRATIO VALLADOLERIS

Para entonces la sociedad comentaba pros y contras de cada suceso en la España invadida por los franceses, medían sus fuerzas, analizaban su verdadera inclinación política. Platicaban en las tertulias, calles, lugares de encuentro y era el tema de todos.
El 2 de octubre de 1809 José Bonaparte en su papel de rey de España, exigió a todas las colonias americanas que le reconocieran su autoridad. Las reacciones opositoras fueron de lo más variadas, empezando por el mismo pueblo español. Se organizaron grupos de resistencia opositora y de autogobierno. Alejados de su autentico rey, sometidos a un usurpador, la gente decidió formar grupos pequeños pero efectivos que conservarían los valores, ideales y fuerzas productivas con las que venían operando antes de la invasión.
El pueblo se asumió como portador de la soberanía, la cual no radica en el trono sino en sus habitantes. Este espíritu de lucha y defensa ante el agresor, fue aplaudido por las colonias españolas, pero al mismo tiempo les daba una receta fabulosa para aspirar a su propia autonomía.
Los vax-cors tenían siglos bajo el manto español y serían los primeros en buscar separarse de la corona. En Nova Iberia sería Ignacio Llendrix el cerebro de todo este movimiento de independencia, por eso organizó una interesante conspiración en Valladoler reuniendo gente acomodada que pudiera financiar armamento y de una vez saber si estaban dispuestos a cooperar.

Encontró que los ricos no tenían prisa por la independencia, pues en realidad estaban satisfechos. ¿Para que alterar la comodidad? La aristocracia de Valladoler no ayudaría.

Si el rey español había expropiado sus deudas y cobrado en dinero o en especie, era algo que tarde o temprano habrían tenido que pagar. El hecho de que Napoleón hubiera invadido España no les importaba. Europa sus problemas y América los suyos.

Por eso no faltó quien delatara a Llendrix y sus allegados. La conspiración tuvo que disolverse. Gracias a sus contactos y dinero, pudo librarse de ser apresado. Aunque claro, habría que ver como apresan a un vampiro.
Tanto Juan Damaris como Mario Ximérez, sus dos principales aliados en el plan vampírico, estuvieron en estas reuniones. Por un tiempo se reintegraron a su vida habitual.



(1810) LLENDRIX CUM YTALCUS

En 1810 Llendrix decidió compartir toda esta experiencia relatándola al cura Ytalcus, siendo una excelente forma de saber de que lado jugaría, si tendría interés en una rebelión, y que divulgaría entre los pobladores si se organizara una.

Para la más grata sorpresa de Llendrix, a Ytalcus le pesaba todo lo ocurrido con la corona española en cuanto a las deudas, la culpa que sentía por la muerte de su hermano y por sus terribles faltas administrativas que habían llevado a la familia a perder sus propiedades.
Ya no disfrutaba sus talleres ni sus cultivos, todo le parecía el funesto motivo de la muerte de su hermano menor. Su entorno le gritaba su culpa, era un hombre sumido en el dolor y necesitaba una puerta para dar salida a sus emociones.
Llendrix insistía en que el verdadero culpable de todo era el déspota rey español, y las cosas serían distintas si se independizaban de España, especialmente ahora que la corona era un juguete que pasaba de una cabeza a otra.
Le subrayó la injusticia que le castigaba, pues habiendo sido Ytalcus un hombre que trajo progreso a Villa Angustia, ahora era una lástima verlo triste, apagado, cabizbajo. ¿Dónde estaba el líder? Ytalcus se veía a si mismo como un viejo, como un hombre que tuvo una fortuna temporal y una derrota permanente.

Llendrix le hizo ver que su pueblo lo necesitaba, y que él era tan respetado como lo fue su hermano Quíncas, por lo que tendría un papel determinante en la solución.
Ytalcus escuchaba y se calmaba. Le expresó a Llendrix que no sabía exactamente como salir de esto y librar a su gente de la opaca vida que les esperaba.

Ytalcus también lo platicaba con Bassolus, su amigo y vecino en Villa Angustia.

Bassolus no permitía que su verdadera opinión aflorara, y dejaba ver al cura que aunque fuera doloroso, Llendrix estaba en lo correcto, y era necesario encender la mecha del cambio, generar un nuevo nivel de vida a partir de una acción violenta, bélica.

Después de algunas visitas y conversaciones entre Ytalcus y Llendrix, este último vio que iba ganando confianza. Conoció los nudos mentales y anímicos del cura. También se enteró que Bassolus estaba muy dispuesto a colaborar en una rebelión libertaria, y que la posibilidad de una guerra le inspiraba una emoción desmedida. De hecho la familia de Bassolus, como algunas otras, inició la fabricación de armas en víspera de algún movimiento violento, ya fuera contra los franceses de Napoleón o por la independencia de Nova Iberia.



PROGRESSIONIS

Llendrix hizo una cita especial con Ytalcus. Ya habían platicado sobre la independencia y ese fue el primer paso. Ahora daría otro. Le reveló que era un vampiro muy poderoso, se lo demostró transformándose en lobo, saliendo por la puerta para luego entrar por la ventana en forma de murciélago. Ytalcus quedó fascinado.
Le ofreció otorgarle ciertos poderes vampíricos que lo harían disfrutar de una vida eterna.
Es verdad que Ytalcus ya era un hombre maduro, pero todavía gozaba de salud y de plenas facultades. Si los poderes que le ofrecía Llendrix le podían suspender en esa edad y estado de salud, sería perfecto.

¿Dormir en un ataúd con tierra? No es problema.
¿Ser normal durante el día y tener más fuerza de noche? Perfecto.
¿No poder estar en lugares calurosos a menos que sea resguardado en su ataúd? Muy bien. De todas formas las costas y el calor no son de su agrado. Lo refinado está en el altiplano.

“Eso de ser vampiro es para mi”, decía sonriente.

Ytalcus recobró la alegría al imaginar que la vida podría prolongarse, vencer a la muerte, que convertido en vampiro tendría todos los elementos a la mano para construir un mundo mejor, comenzando por Villa Angustia. Recuperaría la vida que llevaba, produciría inmensidades, y si además se quitaba el yugo colonial que le opacaba la alegría de sus productos, tendría una larga y agradable existencia.

Una condición que se autoimpuso Ytalcus fue que todo el beneficio de sus actos sería para cuidar de Lucía y sus hijos. Esa sería la forma de subsanar sus errores y la gran culpa que sentía con su difunto hermano.

Llendrix le habló de sus planes de independencia y en eso requería su ayuda, a cambio del beneficio de ser eterno. Como era de esperarse, el cura aceptó feliz de la vida.



(Sextilis) YTALCUS CONVERSUS

Por ahora lo que importaba, era convertir a Ytalcus en un vampiro, y que viera con sus propios ojos la mejora de su cuerpo, la recuperación de agilidad, y tantas cosas que le fascinarían de sus nuevas facultades.
Particularmente para un hombre que cargaba tantos remordimientos como Ytalcus, obtener la vida eterna, la recia capacidad de un joven dentro de un cuerpo sano y con la investidura respetada que había labrado con esfuerzo, era una grata compensación.
El ritual de transformación fue más teatral de lo necesario (para el gusto de Llendrix).
Ytalcus debía convencerse de que no solo adquiría poderes y vitalidad. También debía quedar claro que se sujetaba a una responsabilidad: luchar junto a los vampiros por la independencia de Nova Iberia.

Llendrix quiso evitar algunos errores del pasado como le ocurrió con Quíncas. No le diría toda la verdad a Ytalcus sobre explotación minera, esclavos vampiro y cosas relacionadas. Sólo lo que fuera necesitando saber en cada momento. Por ahora bastaba su vampirización y la independencia nacional. La transformación sería parcial y sólo le brindaría un par de beneficios: salud y longevidad, nada más.

La noche del 6 de agosto, en la silenciosa presencia de un par de hombres cubiertos totalmente con mantos negros sosteniendo una vela, con instrumentos de construcción y ramas de árbol sobre una mesa, Llendrix invocó ancestrales permisos para traspasar un poco del gran poder que corría por sus venas. Ytalcus fue acostado desnudo dentro de un ataúd, en el cual se había preparado una cama de tierra de la región de Villa Angustia.
Llendrix expresó diversas frases en lengua vax-cor, roció aceites en el rostro y cuerpo del iniciado, le explicó que lo estaba preparando para su muerte y su nuevo nacimiento.
Moriría para lo que fue su pasado, para sus ideales y creencias anteriores a este momento. A partir de ahora, esa tierra en el ataúd representaba a la madre, el aceite simbolizaba el fluido activo de la concepción vampírica, y el ataúd la matriz de la cual saldría un Ytalcus renacido.
Debía aceptar esta conversión como un honor, jamás debería comentar este evento con nadie. Se le cubrieron los ojos. Los silenciosos hombres que acompañaban el ritual junto con Llendrix, sacaron sus espadas, apuntaron a la garganta de Ytalcus, y le exigieron jurar que jamás revelaría nada relacionado a esa noche ni a su transformación. Las puntas de las espadas formaban un collar de acero, y se le advirtió que si un día faltaba a su palabra, cualquiera de sus nuevos hermanos vampiros le podría dar muerte. Y solo en ese caso podrían hacerlo. A su vez, los demás vampiros se comprometían a respetar la vida de Ytalcus mientras no fallara a este compromiso.

El iniciado debería dormir cada noche en ese ataúd con tierra de Villa Angustia. También debería beber sangre humana extraída por él mismo, sacándola del cuello de las víctimas. La luz del sol lo mantendría con una fortaleza normal, pero la noche le brindaría todas las ventajas de su nueva naturaleza.
Sólo el calor le haría verdadera mella, y si la temperatura fuera excesiva, los daños fisiológicos serían irreversibles.

La iniciación de Ytalcus le sumergió en un extraño lodo compuesto de tierra, aceite, agua, iluminado por escasas velas, envuelto por unos cantos vax-cors no entendibles para él, alcanzando una especie de inconciencia adormecido por el efecto de ciertas hierbas que las poblaciones indígenas de la región manejaban perfectamente para abrir la mente a otras realidades no cotidianas, y que Llendrix le hizo inhalar.
Sobre su ataúd abierto, percibió una espesa niebla. Distinguió a un veloz murciélago que daba vueltas en forma irregular y se posó sobre la tapa. Un lobo se acercó a olfatearlo, aulló poderosamente y lamió su rostro en señal de protección y hermandad.
Después de eso, el féretro quedó cerrado y así pasó Ytalcus su primera noche en su nueva y eterna morada.
Al día siguiente se vio a sí mismo como un hombre nuevo. Un cambio en su naturaleza que desafiaba a la muerte ameritaba ciertas modificaciones. Adoptó un nuevo aspecto. Desechó su atuendo cotidiano que era color café, y comenzó a usar uno completamente negro, liso, simple, que lo hacía ver más delgado, destacando su blanca piel, sus ojos claros y su plateada cabellera.



(Septembris) CONSPIRATIO KERE-TAURENSIS

Llendrix se dirigió a la ciudad de Kere-taurus para visitar a su amiga vax-cor Josefix quien había nacido en Valladoler.
Ella era cuatro años mayor que él, y siempre le atrajo el joven militar.
Se había casado con quien sería desde 1802 el Corrector de la ciudad, el Señor Domenicus.

Para impedir que el Corrector se interpusiera en sus planes, Llendrix le hizo una visita nocturna mientras dormía y le mordió el cuello. Al día siguiente Ytalcus llegó también a Kere-taurus y esa noche volvería a ser mordido el Corrector. Los dos vampiros entraron, se hicieron más rígidos y agresivos los rasgos de Llendrix, abrió su boca de la que asomaron filosos colmillos para clavarse en el cuello del Corrector perforando la piel. La sangre tibia brotó de inmediato. Llendrix se apartó y jaló a Ytalcus para que la bebiera. Sus colmillos no hubieran servido aún para esta operación pues la transformación apenas tenía un mes. Ytalcus encontró particularmente sabrosa la emanación, por lo que succionó con vigor. Era más sabrosa ésta sangre que la que había estado consumiendo proveniente de las reses.
Llendrix lo detuvo para evitar que se excediera. Con esto podrían dejar al Corrector permanentemente en cama, sin que les estorbara en sus juntas secretas de conspiración contra el gobierno.
Desde ese día, Ytalcus debería beber sangre del Corrector cada dos días a través de las heridas, de modo que siguiera estable en su decaimiento y postrado en la cama. No debían matarlo pues además de la alarma, el gobierno lo reemplazaría. Les convenía tenerlo así, conciente durante algunas horas, pero inmóvil y enclaustrado todo el tiempo. Él Corrector desempeñaba un trabajo temporal. Ninguna otra ciudad tenía uno. Sólo ésta.
El puesto se había originado por algunas omisiones del pago de impuestos, y mientras se definía a que jurisdicción debían pagarlos los pobladores, se había instalado un Corrector para recibirlos y ser la autoridad mientras se discutía la situación de Kere (como le decían con afecto sus pobladores).

El Corrector Domenicus solo tenía amistad con el obispo local, fuera de ahí, no convivía con nadie, y era entendible. Nadie se lleva bien con el que recauda impuestos.
Domenicus quería hacer bien su trabajo, pero su verdadero deseo era volver a España y llenar de hijos a Josefix, hijos que nacieran en la península, no en América.
Por eso solo quería cumplir y retirarse, sin atarse de forma personal o amistosa con nadie. Justo esa distante actitud casi huraña le había servido para ganar el puesto de Corrector.

Su extraña y repentina pérdida de sangre le condenó a la cama y a los ineficientes remedios que le recetaba el médico local. No empeoraba ni mejoraba. Nadie lo visitaba. Únicamente Llendrix e Ytalcus le rendían visita en su lecho de modo que supiera que era estimado, que su esposa estaba acompañada, y no era necesario que dispusiera novedades incomodas.
Ocasionalmente los otros conspiradores también lo visitaban. Damaris, Ximérez y Bassolus se presentaban en esta casa, pero ocasionalmente debían reportarse en su campamento, por lo que su presencia en Kere-taurus no era constante.

La convalecencia del Corrector dio muchas horas libres a Josefix. Las frecuentes visitas para tomar chocolate o té con galletas que le dispensaba Llendrix eran consideradas normales, principalmente porque eran acompañados de la servidumbre, aunque ésta no entendía ni jota de la lengua vax-cor.
Con ciertas dotes que sólo los vampiros poseen como dominar las mentes débiles, Llendrix se las arreglaba para adormecer a las criadas y brindar a Josefix todo el ardor que su marido no le daba, con el pretexto de tocarla hasta que estuvieran en España.
Josefix no era de mente débil, así que Llendrix no tenía poder mental sobre de ella, pero definitivamente toda la cuota varonil y seductora que le ofrecía era suficiente para contar con ella como la más fiel admiradora.
No era necesario guardarse nada con ella. Podía hablarle abiertamente. En algún lugar necesitaba una aliada.

En esos encuentros sociales, Llendrix le expuso como prosperó manipulando al cura Ytalcus, y la estrategia que había trazado para la rebelión que independizaría a los vax-cors de España.
Domenicus y Josefix regían en una zona minera bastante productiva, de buen clima, y parte del plan era comenzar la vampirización de indios y la excavación de más túneles justamente en la región.
Siendo ellos el gobierno y parte del plan, darían la careta legal que se requería para no espantar a la población al inicio del nuevo régimen vampiro.

Ella era más joven que Domenicus, y sabía que podía influir bastante en su marido.
Así como Llendrix era más joven que ella y podía dominarla con sólo una mirada atrayente que prometiera placer.
Una cadena de manipulación y seducción entre alguien más joven y alguien más grande. Favores, encantos, placeres, una sutil vampirización de voluntades.

Josefix debía mantener tranquilo a su esposo el Corrector para que no interfiriera ni solicitara un reemplazo oficial. Le repetía que lo suyo era sólo un malestar temporal (tal como se lo había asegurado Llendrix).
El que en verdad disfrutó este proceso fue Ytalcus, quien puntualmente cada dos días absorbía sangre del Corrector. Su alimento sería éste, y afortunadamente le encantó.

Cada uno de los conspiradores hizo las aportaciones que pudo para preparar el golpe militar, y se comentaban los avances en estas reuniones.
Bassolus, sin ser vax-cor, había dado tantas muestras de ambición, inquietud y deseos de acción, que no era necesario convencerlo de nada más. El joven militar había adoptado una actitud mostrando que le urgía pelear, argumentando que su padre le había dado una gran cantidad de dinero como herencia adelantada y él quería invertir en una guerra. Si este grupo iba a organizar una, él podía financiar las primeras armas, aportando un significativo destacamento que impresionó incluso a Llendrix.
Ximérez le había indicado cantidades de pólvora y aditamentos que serían necesarios, y Bassolus los compró rápidamente.
No era necesario vampirizar a Bassolus, el joven rico, ansioso de guerra y sangre, ya tenía su propio aliciente para participar.
No se le podía comprar con dinero, no requería ser vampirizado, participaría por el simple hecho de poder actuar. “¿Para que ser soldado sin no hay guerra?” decía.
Bassolus era un caso especial, y para los planes próximos, era idóneo.



MALEFICUS MILITUM

Cuando Llendrix y Josefix estuvieron reunidos con Damaris, Ximérez y Bassolus aprovechando la ausencia de Ytalcus, hablaron claramente sobre la razón del movimiento. Mientras los indios y el pueblo en general creyeran que ésta rebeldía era sólo para independizarse de España, seguramente tendrían apoyo popular. Por eso nadie más debería saber que el verdadero objetivo era tomar el poder de la colonia para vampirizar gente y convertirla a una esclavitud minera.
Ninguna nación se atrevería a enfrentarlos, serían los más ricos y los más fuertes.
Los vax-cors de Europa estarían invitados a vivir en esta nación. Podrían acomodarse a sus anchas en la superficie mientras los vampiros vivirían en el subsuelo.

Damaris preguntó: “¿Cuándo le dirás a Ytalcus sobre estas verdaderas intenciones? Él está vampirizado parcialmente pero su responsabilidad y compromiso debería de ser total”.
Josefix intervino: “Tienes razón en cuanto a su responsabilidad, pero ese hombre tiene una mente muy compleja o muy infantil. Por eso no se le puede decir todo aun, pues el factor emocional con él es incalculable”.
Ximérez agregó: “Siendo así, ¿Qué decir de ti Josefix o de ti Bassolus? Ninguno de ustedes es vampiro ni lo quieren ser, y sin embargo están bien comprometidos sin que haya un factor emocional conflictivo al respecto”.
Josefix contestó: “Pues por eso subrayé que el cura tiene una mente muy compleja o muy infantil, y ese no es mi caso. ¿Y contigo Bassolus?”.

Llendrix abordó este tema lleno de naturalidad con Bassolus. Le preguntó si esto le causaba algún problema, si su religión o principios le hacían repugnar estas ideas de esclavizar vampiros en beneficio de ellos y la nación vax-cor.
Bassolus le respondió que si esas acciones provocarían más guerras en este suelo, y luego contra otras naciones, nada lo haría más feliz, la industria de la guerra y todo lo que implica era un deleite y su fuente de jugosos negocios.
Si la vampirización de indios y su explotación terminarían las guerras, entonces él mejor se retiraba por falta de interés, tanto personal como financiero.
Su familia se dedicaba últimamente a la producción de armas, y la paz significaría la ruina.
Respecto al vampirismo, no le sonaba tan interesante como la guerra y la plata.



YTALCUS MAXIMUS

Llendrix y Josefix supieron de la atracción de Ytalcus por el teatro años atrás, de su gusto refinado por el arte y su admiración por los franceses.
Ella le sugirió a Llendrix que dejara que el cura se sintiera el líder de la conspiración.
No creía que Ytalcus, siendo tan rebelde, ambicioso y autónomo, aceptara sujetarse a las órdenes de alguien más. “Ytalcus tiene una mirada panorámica” dijo Josefix, “mientras tú querido Llendrix, solo ves la independencia y el futuro de los vax-cors con tus monigotes chupa sangre”.
“¿Por qué no dejas que el curita se sienta el líder, que él manda?
Ya viste que por un lado le gusta el protagonismo, ser el que expresa los sermones, el que ayuda, propone o rebasa límites. Está dispuesto a correr con esa responsabilidad, siempre y cuando sean objetivos que él escoge y dirige, sólo así se compromete.
Además con lo de su hermano Matías ya viste que manejable es cuando hay un muerto implicado.
En esta guerra habrá muchos muertos, y para evitar que traicione o se fugue, es necesario amarrarlo con las cuerdas de la culpa. Así lo tendrás siempre sujeto al objetivo”.

Llendrix la escucho en silencio. Pensó un rato acerca de ello, y al final le sonrió a Josefix aprobando la idea. Su frecuente convivencia como amantes en las últimas semanas les había permitido desarrollar una eficiente comunicación gestual.

Ante la gente, Ytalcus sería el corazón y el cerebro del movimiento. Cada dos días seguía bebiendo la sangre del Corrector. Pensaba que su gusto por el vino y ahora por la sangre (ambas cosas tan equiparables místicamente) eran en verdad lo más delicado y delicioso que haya probado en toda su vida.
Sus compañeros de facción le plantaron un gran teatro que todos disfrutaban y se permitió que fuera tomando el lugar del líder por sí mismo. Se le sugerían ideas que él terminaba de afinar y quedaban como si fueran suyas, de modo que resultara natural su ubicación como dirigente de la conspiración.

Algunas reuniones se tuvieron sin Ytalcus, mientras se iba a visitar a sus amigos: el Intendente en Guana-taurus, el obispo en Valladoler, o recibiéndolos en su casa parroquial en Villa Angustia.
Esas sesiones sin él eran para hablar sobre lo verdaderamente importante: la nueva nación de vampirizados trabajadores generando riqueza desde las entrañas de la tierra, viviendo en los obscuros túneles, y dejando el brillante y soleado paisaje para las familias vax-cors.

La conspiración marchaba óptimamente. La perfecta escena de la vampirización a la que Llendrix sometió a Ytalcus, la oferta de sangre que hicieron Damaris y Ximérez, los documentos dictados que se firmaron ante el escribano del Corrector Domenicus, y toda la escenografía conseguida por Josefix, dieron como resultado la elevación de Ytalcus al altar de los elegidos. Todos ellos le dieron a Ytalcus la mejor obra de teatro de su vida, donde fue sin saberlo el protagonista principal.

Le cegaban el ego y la ambición.
Tanto verse a sí mismo como el libertador de Nova Iberia, sentía que así le cobraba a la vida por las tragedias que lo habían hecho morder el polvo. Recobró sus lecturas de Rousseau, Voltaire y los jesuitas, especialmente en sus frases contra el tirano.

Le escribió a su cuñada Lucía asegurándole que pronto podrían reunirse y vivir juntos. Le avisó que tenía un asunto pendiente que podría tomarle medio año resolver, pero a más tardar en ese periodo, ya estaría todo dispuesto para que se reunieran y vivieran en familia.

Mientras tanto en su papel de líder, encargó la producción de armas como espadas y lanzas en las herrerías de Villa Angustia.
Llendrix reunió tropa convocando soldados.
Bassolus compró armas y caballos.
Los demás monitoreaban movimientos del gobierno para determinar cuando hacer estallar la rebelión, la cual comenzaría en toda Nova Iberia al mismo instante.

La conspiración pronosticaba el éxito mientras se mantuviera en secreto. En una reunión plenaria con todos los conspiradores presentes, se asignaron por consenso los puestos clave para dirigir la insurrección.
Ytalcus aceptó la investidura de jefe máximo de la rebelión, conciente de que es a él a quien seguirían las masas.
Había disfrutado bastante su conversión a vampiro y la valoraba bastante, especialmente por la oportunidad de vivir eternamente y continuar con su arte, sus cultivos, su cultura, su desarrollo, y perseguir todos sus sueños.
Podría cuidar de su cuñada y sus sobrinos, y luego de los hijos de sus sobrinos, y así, por generaciones, cuidaría la semilla de su hermano muerto por su culpa.
Toda la vida se daría el gusto de cuidar la descendencia de Matías, apenas lo justo para conseguir un día el perdón.

Estaba lleno de confianza en sus actos presentes y futuros. Su amistad con el Intendente de Guana-taurus y con el obispo Alcitus le hacían sentir que era un personaje destacado en Nova Iberia, y su liga con los conspiradores de Kere-taurus le daban todo ese velo de rebeldía, impulso y acción que siempre incluía en su vida.
Se consideraba a sí mismo el centro de la vida social y política de Nova Iberia en ese 1810.

La fecha calculada para la explosión libertaria era a principios de octubre de ese año, sin embargo, alguien posiblemente adentro de la conspiración los delató a mediados de septiembre.
Sospecharon del médico que atendía al Corrector pero no había tiempo de verificarlo. Debían actuar.



EVENTUS ACCELERATIVUS

Nunca supieron quien los delató. Bassolus reía en su interior. El obispo Alcitus estaba de lo más satisfecho con su actitud. Le había espantado su reciente transformación en guerrillero rebelde pero lo felicitó por el resultado.
Había ganado la confianza de los conspiradores, tenía un lugar entre los rebeldes aportando lo que Llendrix no había conseguido en Valladoler (dinero y armas), y aprovechando su juventud llena de impulsos, les convenció de que él lucharía por el gusto de hacer la guerra, de sentir la adrenalina que en esta colonia aburrida nadie generaba.
El obispo estaba muy complacido con su joven aliado, y cada vez que charlaba con él, le subrayaba la promesa y garantía que le había ofrecido, cosa que llenaba de creatividad, valentía y coraje al joven militar.

El obispo velaba por los intereses de España y sostenía una gran amistad con casi todos los demás obispos de la colonia. El de Kere-taurus no era la excepción.

El obispo de Kere-taurus solía ir a casa del Corrector Domenicus y su esposa Josefix, pero a mediados de 1810 dejó de ser invitado.
Entonces fue a visitar a Alcitus, y en confianza le comentó que extrañaba las reuniones y el chocolate de aquella casa.
Le contó que sus visitas habían cesado a partir de la presencia de Llendrix e Ytalcus en constantes y trasnochadoras reuniones.
Alcitus le correspondió confesando que él ya estaba observando las novedades en la casa del Corrector, y que contaba con el apoyo del joven Bassolus, quien también participaba de esas reuniones, pero como espía.

El obispo de Kere-taurus mencionó que Ytalcus había cambiado de atuendo por uno negro y liso y que además tenía un semblante más jovial, erguido y sano.
Lleno de curiosidad Alcitus decidió hacer una visita personal a Ytalcus en Villa Angustia.

Lo encontró efectivamente con las descritas prendas y con los libros de aquellos revolucionarios franceses que eran ahora su pasión y su alimento. Le llamó mucho la atención ver las obras de los jesuitas bien colocadas al centro del escritorio de Ytalcus.
Éste último no fue tan amigable como siempre. Tuvo incluso una actitud altanera. No quería ser reprendido por sus lecturas en su propia casa, donde además, podría vestirse como quisiera, y la jerarquía del obispo aunque fuera su amigo, no alcanzaba para ir a juzgar lo que hiciera en la intimidad de sus aposentos.
Alcitus no llevó las cosas hasta límites ásperos. La visita le sirvió para cerciorarse que Ytalcus estaba muy involucrado en lo que le narraba Bassolus.
Había comprobado que el joven tenía razón e Ytalcus ya no pisaba el suelo con los dos pies. Sin embargo, también notó que el semblante del cura era más gallardo, más saludable.

Se despidió tratando de no dejar ver nada grave en sus gestos, pero sabía que había llegado el momento de aplicar la llamada “Pugna espectralis” (lucha espectral) contra el “Maleficus militum” (ejército malvado).

El obispo era el supremo director del “Scutum perpetuus” (escudo perpetuo) y ahora que tenía más elementos que confirmaban la posibilidad de una rebelión, podía iniciar la acción armada oficial denominada “Dubito nullum” (Sin dudas).
“Dubito nullum” era la lucha militar abierta organizada por el gobierno contra rebeliones y amenazas, tanto internas como externas a la colonia.

“Pugna espectralis” era la acción secreta de la cúpula religiosa en Roma, conformada por una élite de golpe frontal, sigilosa y anónima, cuyo enemigo era el vampírico “Maleficus militum”.



ANXIETATIS & TUMULTUS

Alcitus envió al Intendente de Guana-taurus la noticia completa referente a su rebelde amigo Ytalcus, le dio instrucciones para aplicar el “Dubito nullum”, de modo que el día 15 de ese mes, el intendente giró una orden de aprehensión contra Llendrix.

Una cuadrilla de soldados se dirigió a la casa de Llendrix en San Laurel el Grande para arrestarlo, pero éste ya se había dado a la fuga en dirección a Villa Angustia para arrancar de inmediato toda la operación insurgente. Lo primero: ir con Ytalcus.

Alcitus ordenó al obispo de Kere-taurus aplicar las acciones de “Dubito nullum” en su zona, por lo que algunos soldados se presentaron en la casa del Corrector Domenicus para arrestarlos a todos.
Los soldados no encontraron más que a la pareja gobernante, los arrestaron y los llevaron presos. El Corrector fue llevado en camilla en muy malas condiciones.
Un ayudante de la casa del Corrector salió velozmente a dar aviso a Bassolus.
Juntos cabalgaron a San Laurel el Grande para dar aviso a LLendrix, pero al llegar se dieron cuenta que no estaba en la ciudad.

Buscaron entonces a Damaris quien también vivía en esa población, lo encontraron y le explicaron lo sucedido. Era urgente dar aviso a los demás.
Bassolus y Damaris partieron de inmediato hacia Villa Angustia para alertarlos.
Llegaron directo a la casa del cura Ytalcus. Ahí ya estaban Llendrix y Ximérez, y quedaron todos reunidos.

Bassolus era el más nervioso pues estaba por iniciar una revuelta sin precedentes a punto de actuar al lado de vampiros deseosos de tener victoria, y lo único que le ayudaba era su actitud alocada por guerrear.
Gracias al cansancio que tenía por haber cabalgado tanto para avisar a los demás, es que no se le notaba el nerviosismo.

En una breve y bien aprovechada reunión, los cinco hombres se organizaron para actuar de inmediato, pues la iglesia y el gobierno ya los estaban buscando y aplicarían toda la fuerza para sofocar su levantamiento.

Ytalcus dedujo que la amistad con el obispo Alcitus y con el Intendente de Guana-taurus se había terminado. Ya sabían que él andaba en algo distinto, opuesto a ellos. Ahora los conocería en otra faceta: serían sus enemigos.
Se ocupó de hacer una carta que entregó al notario local en donde establecía dos cosas:
Primero: que las haciendas recuperadas pasaban desde ese momento a ser propiedad de Pepita Quintanilla y sus dos hijas concebidas con ella, debiendo cuidar siempre de su hermana Vicenta, y segundo: a Dolores, su asistente, le dejaba las escrituras de los viñedos y los ponía a su nombre manifestando esa voluntad en la carta. Le encargó que continuara con el próspero negocio de la medicina y sacando algún provecho comercial con el desecho, que era aquel excelente vino que salía de los barriles de la bodega, y todo en beneficio de ella y los actuales trabajadores del viñedo.
Ytalcus no lo supo, pero cuando Dolores recibió esa carta lloró de felicidad y de la extraña forma en que el destino acomoda las cosas.
Ella tenía un hijo, que fue producto de sus clandestinos amores con el Padre Quíncas. Él quería mucho al niño, aunque lo trataba como “ahijado”. La repentina muerte del cura impidió que los dejara protegidos económicamente. Justamente con Quíncas ella había aprendido varias cosas, incluyendo a leer y a amar. Ella siempre se preocupó por las cosas de él, y cuando todo ocurrió, trasladó su atención hacia Ytalcus. Nunca imaginó que por haber dado su sincera opinión respecto al vino, las uvas, la medicina, las leyes, ganaría la consideración del cura. Y menos imaginó que éste, sin saber, estuviera dejando un productivo campo como patrimonio para que de el vivieran ella y su hijo, que era sobrino de Ytalcus. Dolores lloró de gusto, de sorpresa, ante el curioso milagro.
El notario conservó las instrucciones y cartas de Ytalcus. Luego de ciertos acontecimientos el día 6 de octubre de 1810 las hizo efectivas, cumpliendo así la voluntad del cura de Villa Angustia.
Regresemos al recuento de esa excitante noche del 15 y madrugada del 16 cuando Damaris advirtió del ánimo que se percibía en San Laurel el Grande y del movimiento de soldados que había en el centro de la plaza. Era solo cuestión de horas para que los realistas les cerraran el paso. Era preciso actuar.
Ximérez les dejó saber que las armas y los explosivos que había aportado Bassolus ya estaban dispuestos en las bodegas que se habían acondicionado en las ciudades elegidas.
Llendrix sabía que contaba con una tropa rebelde numerosa, pero les faltaba adiestramiento militar. Ytalcus propuso sacar a los presos de la cárcel y hacer un llamado masivo al pueblo de Villa Angustia. Que trajeran sus machetes y hondas.
Esta población le debía favores a Ytalcus, y era el momento de que le correspondieran.

Llendrix pidió a Ytalcus, Damaris y Ximérez realizar un breve ritual místico-militar, en el que los valientes vampiros se mordieron unos a otros y bebieron su mutua sangre, para satisfacer aún más el gusto de Ytalcus brindándole la teatralidad que siempre requería en su protagonismo.



EVENTUS SINE BASSOLUS

En estas cosas se dejaba fuera a Bassolus que no era vampiro ni le interesaba serlo.
Sus ojos brillaban ante las antorchas y la cercanía de la pólvora.
Quizá lo único que hay más peligroso que un vampiro que puede matar, es un loco desquiciado que no le importa morir.
“Impetus mortalis” (ímpetu mortal) era la clasificación que le daban sus compañeros, pero abreviándolo como apodo, le decían simplemente “Petus”.

Cuando Bassolus se lo contó al obispo Alcitus, provocó en él una risa llena de francas carcajadas que salían de su estómago adolorido de tanto reír.
Le divertía como el joven y acaudalado militar que había elegido como espía, era capaz de adornarse con semejante personalidad.
Mientras siguiera estando del lado de la iglesia y del obispo, no le preocupaba que ese desquiciado anduviera suelto.
De todas formas, Alcitus siempre tenía dispuesto un agente listo para secuestrar a su esposa y padres, por si acaso se le ocurría volverse en verdad rebelde o hasta vampiro.

Esa madrugada en que estallaría la rebelión, mientras los demás dirigentes estaban haciendo su ritual, Bassolus decidió acomodar antorchas afuera de la parroquia de Villa Angustia, movió algunos costales, sacó armas de su casa, y jaló el cordón de las campanas de la iglesia varias veces, frenético, metido en su papel ansioso por sangre y guerra.
Era el perro rabioso del contingente, el desesperado que improvisaba, y justamente esa actitud le daría en ocasiones el pretexto perfecto para desaparecer y reportar a su jefe directo en la “Pugna espectralis”.

Bassolus tenía un rango militar menor que Damaris y Ximérez, y todos ellos menor a Llendrix. Esto facilitaba a Bassolus su labor. Era el más joven, el de menos rango, el de más dinero y el único que no era vampiro.



POPULUS AGITATORIS

Llendrix, Ximérez y Damaris tardaban en el ritual. Ytalcus aprendía y disfrutaba.

Como Bassolus no participaba de ello, simplemente se ocupaba de lo que sucedería afuera, y siendo su casa la construcción vecina a la parroquia de Villa Angustia, fue fácil usarla de bodega de armas.

Para cuando los vampiros salieron de la casa de Ytalcus rumbo a la puerta de la parroquia, eran las primeras horas de la madrugada. Había numerosos pobladores en la calle y reinaba una gran confusión por la desesperada forma en que se habían tocado las campanas.
Bassolus no había sido acólito, y esa noche no iba a dar su mejor función de campanero. Al contrario, fue la peor sesión que se haya escuchado en ese poblado, y la mejor manera de llamar a todos.

El pueblo sostenía antorchas que los ayudantes de Bassolus repartían entre la gente.
Se había preparado un pequeño templete para que el cura diera un mensaje.
Bassolus convocó a las personas a que se acercaran a escucharlo.

Cuando por fin salió Ytalcus de la sombra, su figura se veía engrandecida, su rostro más seguro, más hostil, más severo. La ropa negra que venía usando últimamente le daba un toque de seriedad indescriptible, especialmente con la rojiza luz de las antorchas.

Atrás de él venían sus aliados de sangre. Llendrix a su costado. Esta era la oportunidad de que le vieran el rostro. Él era el poder detrás del líder, quien regía sobre el respetado cura.
Ytalcus recordó y casi recitó los textos que tiempo atrás leyó de los jesuitas.
“¡Muerte al tirano! ¡La soberanía reside en el pueblo! ¡Nada detiene a la gente cuando se trata de derribar la injusticia! ¡Al carajo los peninsulares!”.
Los de hasta atrás de la multitud no escuchaban las consignas, pero se daban perfecta cuenta que la convocatoria era seria, con armas, y se trataba de ir a capturar españoles.

Las antorchas de Bassolus fueron primero un apretado contingente en torno a la parroquia, pero cuando Ytalcus terminó de soltar sus alaridos iracundos contra el mal gobierno, esa bola de fuego se repartió por las calles de Villa Angustia, quemando techos de paja, se rompieron puertas en casas de españoles, y de los cabellos fueron sacados de sus camas.
Los pocos españoles que habían salido para atender el llamado de las campanas, corrieron por su vida cuando escucharon al cura condenarlos para ser hechos prisioneros.
El terror que hace casi 300 años sembraron las armas de los conquistadores en esas tierras, se apoderaba ahora de los espantados rostros de los españoles que trataban de escapar.

La gente, especialmente la del campo, se dio gusto con los prisioneros. Empujones, maltratos, golpes, tortura, insultos, abusos.

La prisión liberó criminales novo-ibéricos y recibió familias españolas.
Llendrix estaba satisfecho con este gran inicio.
El vampiro Ytalcus procuraba no escuchar los gritos y lamentos de los españoles avecindados en Villa Angustia. Una vez más, el nombre de la ciudad se ganaba sus letras.

Fue una locura de sangre embarrada en las paredes menos esperadas. Cabellos por doquier.
Ropa rasgada. Niños llorando. Cuerpos caídos. Fuego.
A los tres vampiros no se les vio por unas horas, pero durante el lapso del asesino frenesí, un lobo fue visto mordiendo el cráneo de los españoles explotándoles el cerebro. Un murciélago sobrevoló la villa pasando tan bajo que casi rozaba las asustadas caras de la población blanca. Una cortina de niebla cubría los abusos más salvajes e inhumanos que se ejecutaron contra la débil población española, cuya única defensa era gritar, y su mejor escape morir.

Villa Angustia se pintó de rojo. Bassolus luchaba contra si mismo para no intentar detener esta masacre. Había nacido en esa villa, y ahora debía ser artífice de su destrucción.
Su única salida fue regresar al edificio parroquial y jalar con locura los cordones de las campanas, y dentro de esa estrepitosa serenata, esconder el dolor que emanaba de las vidas que se cortaban, de las gargantas que se degollaban.

Por su doloroso dilema lleno de impotencia, su rostro mostraba una sonrisa cercana a la locura, de modo que cuando su jefe Llendrix le miró, éste quedó muy complacido de que su perro de guerra celebraba la matanza.

Horas después cuando ya amanecía, en la plaza principal de la villa los vax-cors se reunieron e hicieron sin Ytalcus un sencillo ritual de su cultura en torno a un árbol. El árbol vax-cor.
Aquel que puede detener al toro español y del que serían colgados los cuellos de los soberbios hispanos que impedían la completa autonomía de su pueblo.
Juraron por la independencia de Nova Iberia: el camino para el merecido esplendor de los vax-cors.

Esa mañana, el ejército rebelde ya contaba con cerca de 600 hombres listos a luchar por lo que su líder Ytalcus les pidiera.

Parte de la caravana incluía unas amplias carrozas que cargaban de forma individual y en secreto, los ataúdes de los vampiros.
Una carroza para cada caudillo: LLendrix, Damaris, Ximérez, Ytalcus y Bassolus.
Sólo la de este último no incluía un ataúd adentro, pero el exterior se veía igual que las otras cuatro. En esta es donde conferenciaban todo ellos mientras se trasladaban.
Bassolus prefería montar su fino caballo, adelantarse a explorar un poco el camino, inspeccionar la retaguardia, y ocasionalmente acercarse a la carroza de conferencias para dar parte de lo observado.



ATORONILCO

El breve camino que va de Villa Angustia a esta población, esa mañana sangrienta del 16 de septiembre sirvió como campo de reclutamiento rebelde.
De forma increíble, la noticia del levantamiento había corrido desde la primera hora.
Llegaban contingentes de personas que venían de distintos lugares cercanos y habían visto la quemazón en la madrugada.

La popularidad de Ytalcus, que era ahora el hombre más interesante de la colonia, cosechaba fidelidades, apegos, lealtades. En un solo día, su ejército creció de 600 a 4 mil hombres.

Hizo una escala en este pueblo solo para descansar. Ni su teatro ni sus sermones le habían hecho ver ésta cantidad de rostros tan decididos. Era algo totalmente diferente. Había reunido a una inmensa multitud de vengadores que darían su vida por lo que fuera. La desesperación del pueblo toma otro matiz cuando hay fuego, armas y un botín por conseguir.

El cura se preguntaba: “¿Como me distinguirán entre todas las miles de personas presentes? ¿Cómo sabrían el rumbo por el que avanzaré?” Solo se le ocurrió una cosa.

Entró al templo de Atoronilco y arrebató de su lugar el Guarda-lumbre, un enorme pebetero con una llama permanente.
Si los demás traían antorchas, el debería cargar algo más grande, y el impresionante pebetero que tenían en este templo era fabuloso. Su fuerza de vampiro le permitía cargarlo sin problema, detalle que impresionaba mucho a sus seguidores. Otros con esfuerzo apenas lograban sostenerlo, e Ytalcus con una mano lo llevaba firme incluso galopando. Él era el elegido para guiar al pueblo, y ese don era una prueba contundente.
Todos seguirían su flama. Todas las antorchas debían encenderse nuevamente, ahora a partir del fuego del Guarda-lumbre de Ytalcus. Este sería su lenguaje, su religión, su arma, su sello, y las cenizas serían su huella.

En ese fuego él incineraba sus viejas amistades, pero al mismo tiempo encendía su futura riqueza y poder, su gloria personal, sueños ambiciosos, y si fuera también posible en ese fuego debía consumirse al menos parte de su gran culpa por la muerte de su hermano.

Además, siendo él y los demás caudillos vampiros más fuertes durante la noche, sería brillante aparecer siempre en las batallas cargando ese faro de voluntad que animara a sus valientes ante el enemigo. Las batallas que iniciara el movimiento serían de noche. Fuerza física y brillante fuego.



CAJETLAN

Prosiguieron su marcha y llegaron al industrioso pueblo que transforma cientos de litros de leche de cabra en delicia, trabajo y bienestar. No pudieron quedarse mucho tiempo en él ya que las cabras mostraban una incomprensible y nerviosa actitud ante la presencia de los caudillos. Era un miedo aterrador que las hacía saltar desesperadamente y lastimarse solas con las bardas y rejas que las guardaban. Fue preciso que el paso del contingente por esta población fuera breve. Cuando las carrozas de los dirigentes salieron del poblado, la calma regreso a los corrales. Algunas cabras fueron atacadas por un lobo y otras por un murciélago, todo bajo el espeso manto de una densa niebla.
El que probó aquí por primera vez con un animal vivo fue Ytalcus. No tenía facultades de transformación. Durante la madrugada se metió a un corral y con cierta maestría atrapó una cabra clavándole sus ya más crecidos colmillos en el cuello. Esa sangre no estaba mal, pero a decir verdad la del Corrector era mucho mejor. Deseaba volver a ver a ese hombre, de preferencia dormido y con el cuello descubierto.

Aquí se unió más gente al poderoso ejército rebelde. Ya eran muchos y algunos querían comenzar a dar órdenes. La confusión comenzaba a reinar entre la gente, de modo que fue necesario hacer nombramientos y otorgar mandos. Los campesinos pasaban a ser capitanes, los caporales ahora tenientes.
Ytalcus fue investido como capitán general, y Llendrix recibió el titulo de teniente.

Infinidad de guerreros (campesinos dispuestos a la violencia sería más acertado) recibieron los cargos que quisieron, fue una fiesta de rangos. Para unos era un logro y para otros una burla al sistema realista de mantener el orden.

En la cercana ciudad de Valladoler estaba acuartelado un significativo contingente del ejército oficial, y su jefe militar, Ayejaz, planeaba dirigir el ataque contra los rebeldes.
Sin embargo se dio cuenta que entre su respetable tropa (30 mil soldados) había rumores de varios que afirmaban que si tuvieran al ejército de Ytalcus enfrente, se pasarían a sus filas.
Eso sería un desastre. Pero era una realidad.
Para evitar una gran desgracia en Valladoler, el brigadier Ayejaz citó para el día siguiente a su ejército en la puerta de la ciudad en dirección a la capital de Nova Iberia.
No se quedaría a defender Valladoler, mejor iría a fortificar la más deseada presa de los rebeldes: la capital de la colonia.

Al día siguiente Ayejaz se dio cuenta que poco más de la mitad de su ejército había acudido a su llamado. Pero otra parte había desertado para evitar la muerte, y una más seguramente, engrosaría las tropas de Ytalcus.
Por eso Ayejaz decretó que había un precio por las cabezas de los principales rebeldes: Llendrix, Ytalcus, Ximérez, Damaris y Bassolus. Si sus desertores soldados cambiaban de opinión cuando estuvieran con los rebeldes, tenían una forma de reivindicar su honor y recibir una distinguida suma.

Al enterarse de esto, el obispo Alcitus habló con Ayejaz solicitando que retirara el nombre de Bassolus de esa lista.
Le mostró la copia del convenio que tenía con él, la garantía que le había ofrecido.
Ayejaz argumentó que si lo dejaban en la lista sería más real y creíble la función de Bassolus entre los rebeldes, Alcitus no estuvo satisfecho.

Ayejaz no podía darle gusto al obispo, pero le dio un consejo a favor del joven militar.
Era de mucha importancia que Bassolus no tuviera tropas a su mando.
Si lograban capturar a los rebeldes, el juicio sería más severo con los que hubieran dirigido acciones militares contra la corona.
Una cosa era estar entre rebeldes, y había penas para ellos.
Pero para los caudillos que dirigen acciones militares insurgentes, no hay salvación. El fusilamiento es la pena dictada. Y por eso no debía haber testigos ni confesiones que lo señalaran como dirigente de acciones militares anti-gobierno.
El obispo lo hizo saber a Bassolus en la primera oportunidad.

El Intendente Octavius, en la ciudad de Guana-taurus se encargó de repetir y divulgar el decreto del precio de las cabezas de los rebeldes.

Alcitus, desde su investidura eclesiástica, publicó el decreto de excomunión para Ytalcus (no por ser rebelde al sistema de gobierno, sino por haber robado el Guarda-lumbre de Atoronilco, una pieza única en toda la colonia).

Las cosas que suceden en un par de meses. Octavius, Alcitus e Ytalcus eran grandes amigos, y en un breve tiempo, el que ostenta poder civil le pone precio a la cabeza de otro, mientras uno más lo excomulga.
Todos estos eventos están registrados y documentados en la historia de Nova Iberia, tanto la amistad por las cartas que se conservan, como los decretos condenatorios por haberse asentado en actas civiles y eclesiásticas.



GUANA-TAURUS

Los rebeldes llegaron a esta ciudad a finales del mes de septiembre.
La tropa de Ytalcus se contaba ya en 20 mil efectivos.

Aquí era a donde venía a visitar a sus amigos, particularmente al Intendente Octavius, quien ahora divulgaba el precio de su cabeza. No podría ir a verlo, y notaba que Llendrix no le quitaba los ojos de encima. Ir a ver a su amigo (para él aun lo era) equivalía a un suicidio.

Ytalcus le escribió una carta alentándolo a escapar, a evitar la muerte. Que se salvara con hijos y esposa, y regresaran a España. No se atrevía a decirle que se le uniera.
Tampoco podía pedirle que se rindiera. Eso era ofender el honor militar de Octavius.
Pero advertirle de la inminente derrota era válido.

Octavius no respondió (con palabras).
El Intendente invitó a la población a refugiarse en la gran fortaleza que se acababa de construir en un extremo de la ciudad en el barrio de granaditas, con la función de guardar alimentos. No tenía ni un año de haberse terminado (noviembre 1809) cuando ya se le estaba cambiando su función. A estas construcciones se les llamaba Alhóndigas.

Como muchas palabras del castellano que comienzan con “al”, esta es de origen árabe.
Alhóndiga viene de “Al-fondaq” que significa –almacén-.
Y Almacén viene también del árabe “Al-majzan” que significa -depósito-.

En fin, también las lenguas del mundo pueden ser algo vampiras y absorber de otras lo que quizá ni necesitan. (Si el castellano ya tenía la palabra depósito, ¿en verdad debía tomar del árabe las de almacén y alhóndiga?)
El vampirismo es incalculable y salta donde menos se lo espera uno.

Para expresarlo de otra forma:
La gente de Guana-taurus se refugió en el depósito de alimentos (esta palabra que empieza también con “al” es latina, originalmente –alimentum-.)
No atacarían pues preferían esperar encerrados a que llegaran refuerzos.
Los insurgentes se acomodaron en diferentes casas de la ciudad, Llendrix no tenía prisa por atacar. Primero se divertiría un poco causando terror en el enemigo.
En forma de niebla o murciélago, se introducía por las noches al gran depósito que resguardaba a los españoles. Sembró el terror ahí adentro, combinado con la orden del Intendente de no abrir la puerta principal por ningún motivo. Cada día amanecía algún muerto ahí adentro en un completo baño de sangre.

Octavius envió un correo de auxilio con una paloma mensajera advirtiendo a los refuerzos que podrían venir, sobre la extraña amenaza mortal que los vencía. Desde la azotea del depósito vio como la paloma con su esperanza cruzaba el aire emprendiendo el camino, cuando de algún lugar salió un veloz murciélago y la prensó con el hocico, desviándola para siempre de su misión y de su existencia. Octavius se quedó estupefacto al ver aquel suceso, y en ello vio el reflejo de su fatal destino.
De todas formas no iba a abrir esa puerta por nada del mundo, aunque la gente encerrada tenía más miedo de quedarse adentro que encontrar afuera a los rebeldes. El Intendente lo manejó con mano dura, sabía que había pocas esperanzas de sobrevivir. En el interior por el misterioso y sangriento verdugo o en el exterior por el “Maleficus militum”.

Al día siguiente las fuerzas rebeldes rodearon el edificio.
La esperanza para los españoles de que llegaran refuerzos realistas se agotó.
El Intendente y sus soldados dispararon, pero desde las azoteas vecinas los campesinos de Ytalcus lanzaban piedras con hondas a los francotiradores realistas. Balazos contra pedradas. El Intendente se sentía seguro.

Ytalcus pidió a un arquero que disparara unas flechas incendiarias sobre la puerta de madera del gran depósito. Las flechas eran dobles con las puntas envueltas en fina tela rociadas con combustible, y por su doble punta se conocían como “bi-pira” (bi-doble, pira-fuego, por ejemplo piromaniaco, pirotecnia).
La incendiada puerta cedió, los rebeldes entraron, la batalla fue terrible. Una matanza criminal. Eran guerreros violentos contra familias resguardadas y unos cuantos soldados realistas.

La historia tan dada a distorsiones y a crear héroes, eligió que en vez de las clásicas y efectivas flechas incendiarias, fuera un espontáneo indio quien se atara una pesada loza a la espalda, se arrastrara a gatas y cargando una antorcha diera inicio al fuego que consumió la puerta. El verdadero mérito es de quien lanzó la “bi-pira”. (Ahora los libros de historia y la necesidad de numerosos héroes llaman Bípira al supuesto indio con loza en la espalda).

Si nunca hubieran existido los arcos ni las flechas, sería creíble. Y aún así, difícil de imaginar. Sin embargo, era necesario que la tropa emocionada de Ytalcus diera lugar a novedosas hazañas, a héroes pecho tierra, para aminorar las versiones objetivas de la cruel matanza (contra las peligrosas amas de casa que se refugiaban en el depósito de alimentos y que amenazaban a los rebeldes con peinetas y agujas de tejer).
La tropa de Ytalcus se dedicó al saqueo, lanzó niños por las ventanas, cometiendo toda clase de abusos. Un triunfo para los adoradores de la sangre y la muerte.

Llendrix estaba feliz, satisfecho con la masacre y con la lección que le propinaba con esto a la corona y a los españoles sembrando el terror.
Le gustaba el aumento de indios que se sumaban a su rebeldía, pues a todos esos los sometería con vampirismo convirtiéndolos en ejército, en mineros, siempre esclavos.

Damaris y Ximérez también veían con gusto la gran victoria. La sangre que decoraba las paredes del depósito era un sello delicioso. Quizá un desperdicio, pero en fin. La sangre nunca se acaba. Más bien apenas comienza.
En Guana-taurus volvieron a verse al lobo asesino, al murciélago rampante y la niebla ocultando los más sucios abusos.

Ytalcus vio el cadáver de Octavius y de sus familiares. El más pequeño de sus hijos aun estaba con vida pero agonizando. Ytalcus mordió su cuello y le ayudó a morir. No había lugar en este nuevo mundo para un niño huérfano y español. Terminada su obra mixta de festín y favor, subió a la azotea para contemplar su victoria.
Su tropa disfrutaba del saqueo. Ya lo habían hecho en Villa Angustia en las casas de los españoles, y ahora se multiplicaba. Estaban muy a gusto con eso.
Para ellos éste era el objetivo de la guerra. Y gracias a la bendita llama del Guarda-lumbre se pudo incendiar la puerta del depósito. Se corearon vivas y porras al fuego que les había abierto el camino. Con más fervor llevaba Ytalcus esa llama del Guarda-lumbre como estandarte de su armada y de su ardiente sueño de libertad.



BRUCLACUM LABORIOSUS

Llendrix pensó que ya era hora de comenzar a vampirizar a los indios más desorganizados y holgazanes para enviarlos de una vez a las minas de Guana-taurus, pues ya tenían la ciudad en su poder.
En el futuro llegarían más indios para su tropa.
Pensó que ya era hora de que Ytalcus supiera la verdad, y sin mayor cautela le explicó la fórmula: de sus indios seguidores haría vampiros que le obedecieran, los convertiría en mineros que produjeran riqueza, esto les daría un poder inmenso a los destacados dirigentes, lucharían por la independencia de Nova Iberia al mismo tiempo que también buscarían la autonomía vax-cor defendiéndola con un ejército de vampiros, siendo ellos los que controlaran la nueva nación.

Ytalcus quería retrasar esa acción. Le pidió a Llendrix que terminaran una cosa y luego comenzaran otra. Primero la independencia y luego las transformaciones. Nada de vampirizar a nadie todavía.

Llendrix se burló de Ytalcus y le dijo: “Eres bastante egoísta, que rápido se te subió tu poder a la cabeza. Ahora que tú eres vampiro, no quieres que otros desgraciados compartan esa fuerza. Solo tú quieres ser eterno.
Pues escúchame muy bien. Por esta vez te daré gusto a medias. De por si ya vimos que tu popularidad solo pudo atraer muertos de hambre, campesinos, indios sin ideas. Son buenos para el saqueo, pero pésimos para atacar de forma organizada.
No voy a vampirizar muchos todavía, sólo unos cuantos, y si me pides la independencia, primero tienes que lograr que sean mejores soldados.
Después de todo, ¿para que tanto saqueo?
Cuando los haga vampiros esclavos, cancelaré sus ambiciones, no tendrán una casa en donde poner lo que han robado. Vivirán en túneles obscuros. Sus ideas las reduciré a las de un animal, sus ambiciones solo serán las mías, y el concepto de propiedad lo habrán perdido.
Lo que tanto sacan de las casas es una limosna comparada con todo lo que tendrán que sacar de las minas para mi, desgraciados.
Ytalcus, te exijo que impidas que tu chusma siga haciendo saqueos, pues además de que no podrán disfrutarlo, solo harán más lento nuestro desplazamiento.
No quiero tener una batalla con los caballos cargando muebles, con cuadros o lámparas en la espalda de un soldado.
A los trescientos que si voy a vampirizar mañana, los pondré a talar árboles para hacer tablones que sostengan y refuercen los túneles que haremos. Así que primero talamontes, luego carpinteros y por siempre mineros. Nunca les faltará el empleo”.
Llendrix rió y con él Damaris y Ximérez, que disfrutaban el anuncio porque significaba que era hora de ir a morder y beber la sangre.

Apenas ahora, Ytalcus se enteraba de los verdaderos y obscuros planes de su padrino vampírico. Le resultaba devastador darse cuenta en lo que se había involucrado. Esto no era por la libertad sino por la esclavitud, y nuevamente un tirano en puerta. Estaba completamente decepcionado. Y ahora, ¿Qué haría?

Guana-taurus fue el segundo ataque notorio del ejército rebelde de Ytalcus (el primero fue en Villa Angustia al momento de formarse), y en esa noche de victoria quedaba claro quien era el jefe de todo y de todos: Ignacio Llendrix.

Bassolus fue testigo de esta discusión, y de la impotencia en el rostro de Ytalcus.
Envió un correo discreto a Valladoler para que fuera entregado a un amigo, el cual a su vez lo daría a otro que lo entregaría finalmente al obispo Alcitus.

La noticia de la discusión, el tema vampírico, la urgencia de Llendrix por encajarle los dientes a su prole guerrera, y la gran posibilidad de irse sobre Valladoler, eran el principal contenido de la carta.



(Octubris) VALLADOLER

Hacía semanas que el brigadier Ayejaz se había ido con su reducido ejército hacia la capital de la colonia.
En Valladoler, el obispo Alcitus decidió fundir las campanas de la catedral y las iglesias de la ciudad para hacer estacas benditas y repartirlas entre la población. Todos las tendrían a la mano.

La armada rebelde se dirigía hacia la ciudad. El plan del obispo era no oponer resistencia. Dejar que entraran. Que el enemigo sintiera una ligera confusión en su victoria, y al sonar la única campana que dejó funcionando en la ciudad, los pobladores debían clavar las estacas en el pecho y el corazón de sus invasores.
Las estacas tenían la leyenda religiosa de: “Scutum perpetuus” (Escudo perpetuo).

Bassolus volvió a escribir al obispo diciendo: “Los indios vampirizados se destinaron a la tala de montes y las minas de Guana-taurus, ninguno acompaña al regimiento.
Por ahora seguía tratándose de una tropa irregular, desorganizada, sin cualidades ni fortaleza de vampiro.
La meta primaria será la independencia, la vampirización masiva vendría después”.

Alcitus dio crédito a las palabras de Bassolus y decidió enviar toda la producción de estacas a la capital de la colonia. Los soldados fieles que habían quedado en Valladoler, conducirían el cargamento de estacas. Toda la fuerza defensiva se concentraría en la capital.

La cualidad sagrada de las campanas de las iglesias era una garantía de exterminio contra esos infames vampiros del “Maleficus militum” que acechaban la colonia.
El obispo Alcitus buscó a Lucía, la cuñada de Ytalcus que también vivía en esta ciudad y le sugirió ir a vivir con él mientras pasaba la tempestad.
A Ytalcus le daría tranquilidad saber que su familia estaba bien cuidada y no al alcance de los saqueadores rebeldes. ¡Sus saqueadores!
Era increíble, a Ytalcus había que cuidarlo hasta de sus propias acciones.
Lucía agradeció la oferta y con sus hijos se mudó a una parte lateral de la casa del obispo.

Un día después el ejército insurgente llegó hasta la periferia de Valladoler. Nadie se opuso a su entrada. No hubo un disparo. Tanta quietud era extraña pero preferible. Los rebeldes se internaron en la ciudad.
El obispo Alcitus observaba la actitud de los invasores. Ninguno mostraba comportamiento vampírico, sólo deseaban saquear.
Bassolus había dicho la verdad. El obispo valoraba su actitud y sinceridad.
“Ese joven militar merece un asenso realista, y un lugar en el cielo” pensaba.



ARGUMENTATOR CAPTIVUS

El obispo buscó la manera de tener un encuentro con Ytalcus. Bassolus podría organizarlo, pero no quería arriesgarlo. Por eso ideó un plan. Los secuestraría juntos. Por una noche Ytalcus debería escuchar al obispo.
La discreta mano de la “Pugna espectralis” con la complicidad de Bassolus, secuestró a Ytalcus de su ataúd. Lo llevaron a un sitio en donde podría entrevistarse encadenado con el obispo, y le mostrarían a un desmayado y encadenado Bassolus para debilitar la fortaleza moral de Ytalcus.
Una vez frente a frente, el obispo le repitió a Ytalcus cada una de las ideas de Llendrix, sus intenciones de vampirizar, de esclavizar y de extraer el metal del subsuelo para su personal beneficio. ¿Qué tipo de insurgencia era esa? ¿Qué manera de engañar al pueblo sacándolo de una opresión para hundirlo en otra peor?
Si bien la corona había arrebatado territorios y alterado creencias religiosas a los indígenas, al menos les había dejado la libertad de elegir entre enfrentarse o someterse.
Hasta ahora Ytalcus había hecho lo mismo con los indios y mestizos. Les brindaba la oportunidad de unirse a su rebelión o ser pasivos ante los hechos.
Ytalcus no estaba privando de la libertad a nadie, pero Llendrix si lo haría.

El obispo fue muy claro en explicar las cosas. La corona sería desafiada por la lucha de los vax-cors buscando su autonomía. Ese era un asunto civil, militar y de gobierno.
Pero los planes esclavistas de Llendrix vampirizando a todo mundo bajo su poder era otra cosa. Por ese mismo tema Llendrix mató a su esposa.
Por eso le advirtió que usaría toda la fuerza de la “Pugna espectralis” contra el “Maleficus militum”.

A Ytalcus el tema de la esclavitud en verdad le parecía abominable. La detestaba ya por ser aplicada bajo la corona española, pero era abominable la idea de Llendrix.
Luchaba por abolir la esclavitud, no por hacerla más profunda.
Con lo del vampirismo estaba confundido, pues él gozaba ya de algunas ventajas y desde hace un tiempo había comenzado a beber sangre humana disfrutándolo.

No podía traicionar a Llendrix, sino ¿qué pasaría con su vida eterna?
Esto era otra cosa que no estaba sujeta a negociación.
Era necesario que triunfaran los vampiros pero que fracasaran los esclavistas.

Ytalcus habló. Se quitó la máscara. Le explicó a Alcitus todo lo que faltaba en su versión. Le hizo ver que una cosa era la libertad del pueblo pero otra muy distinta la eternidad que Llendrix le ofrecía, y que ya corría por sus venas. Dijo: “Si el pueblo pierde, yo gano. Pero tampoco es así como lo imaginé ni es algo que pueda cargar en mi conciencia. Ya soy vampiro como ellos. Mis poderes son limitados. Me basta con ser eterno. Pero me opongo a la idea de la esclavitud con todo mi ser, ¡te lo juro!”

Alcitus le dijo que ambos conocían muy bien la solución a ese conflicto: “¡Es preciso cortar las cabezas de los brucolacos!”.

“De los ¿qué?” preguntó el encadenado cura.

“Brucolaco estúpido. Upiro, vampiro, ¿o prefieres que te lo diga en vax-cor? Banpiro. Suenan igual, pero a mi me gusta más uno de los nominativos enlistados por el francés Calmet, por cierto, a ti que tanto te gusta lo francés y te las das de muy culto, toma esto desgraciado, aprende algo nuevo. Otras culturas les dan distintos nombres. Brucolaco es griego. Me extraña que te sientas tan erudito y el centro de la intelectualidad pero no sepas ni como decir lo que eres en griego. ¡Eres un maldito brucolaco ignorante!”.

Ytalcus interrumpió: “Ya detén tu odio hacia mi, que solo revela cuanto me envidias. Ya entendí que es esa palabreja de brucolaco. Mejor sigue diciendo tus planes pues no estamos aquí para que me des clases de idiomas, y se breve porque posiblemente me estén buscando y no creo que te vaya nada bien si me encuentran en este sitio encadenado”.

“Me da lo mismo como te encuentren desgraciado, de todas formas eres una rata. Te decía que es necesario cortarles las cabezas, ya sea durante el día, o cuando descansen en su ataúd”.
Le recordó que los brucolacos no soportan estar en poblaciones o sitios en donde el calor es extremo. Las costas y los desiertos de Nova Iberia no les resultan nada cómodos. En esos lugares prefieren resguardarse en sus ataúdes mientras llegan a un lugar más templado y fresco, o mientras cae la noche. Esa situación los hace vulnerables.

Bassolus permanecía agachado con la cabeza baja fingiendo un largo desmayo. Escuchaba todo. Debía saber cada detalle y cada matiz de esa platica.
Era necesario que Ytalcus creyera que también lo habían lastimado y capturado, y se veía mucho peor de lo que en verdad estaba. Nuevamente la teatralidad hizo víctima a Ytalcus, y el asumió la culpa. A él lo dejarían regresar a su campamento, pero a Bassolus no.
La desgracia del capitán hizo el efecto esperado en la postura de Ytalcus.

Alcitus le dejó ver que entendía el motivo personal y egoísta que tenía para haberse involucrado en todo esto. Le hizo ver que el brucolaco se estaba aprovechando de su papel de cura carismático. Y le repitió que: “La “Pugna espectralis” es para enfrentar sombras contra brucolacos. Y tú desgraciado egoísta eres uno de ellos, correrás su misma suerte, y te he traído aquí para advertírtelo”.

Ytalcus propuso un pacto. Debían soltarlo a él y a Bassolus vivos. Seguirían luchando contra la corona. Tratarían de independizar a esta colonia de la tiranía de España, la que había matado a su hermano.
A cambio, Ytalcus ofrecía que en el momento más conveniente, se volvería incompetente para los proyectos de los vampiros. Dejaría de aportar. Abandonaría su papel de líder. Hasta donde Ytalcus había percibido en la escena de su iniciación, un vampiro que da poder o vida eterna creando otro vampiro, no podía darle muerte. Sólo si traicionaba el ritual divulgándolo le podrían dar muerte.

El obispo aceptó que podía entender una rebelión por la independencia. Era algo de orden militar con lo que un imperio debía saber vivir y superar, pero el éxito de los brucolacos es algo que nadie debería permitir. Era imperativo aniquilarlos.

Siguieron discutiendo y en un momento dado, Alcitus sacó una de sus estacas y lo amenazó con encajársela si no se comprometía a destruir a los brucolacos. Esto lo ablandó y se abrió la puerta para un acuerdo.

Ytalcus y Bassolus regresarían al campamento insurgente. Pretextarían que tuvieron un desafortunado encuentro con pobladores leales a la corona y de ahí los golpes.
Ytalcus seguiría el curso de las cosas para el avance de la rebelión de Llendrix, pero sólo lo relacionado a la independencia. Nada de vampiros, ni minas ni esclavos.
Y por nada del mundo debían entrar a la capital de la colonia pues eso daría a Llendrix amplias opciones. El virrey también ya era viejo y una oferta de longevidad como la que le hizo el vampiro al obispo Lucas o a Ytalcus, seria un desastre incalculable.
(Alcitus recomendó que por motivos de estrategia, el virrey se ocultara en algún lugar desconocido. Por eso, el virrey y su familia se fueron a la playa.
Los libros tradicionales de historia pintan a los virreyes como encerrados en la capital.
Eso no era así. Los virreyes visitaban diferentes lugares de la colonia, inauguraban obras, asistían a fiestas, asignaban subalternos, y también paseaban en familia (desde entonces se consolidó la famosa cadena hotelera “Virreyes”).
En este caso, al gobernante en turno se le llevó a las vírgenes playas de Torotitlán, ubicadas en el mágico mar Caribe. Con eso se aseguraban dos cosas: Protegerlo con el calor costero teniéndolo lejos del brucolaco, y facilitar un posible escape a España si acaso la revuelta triunfara. La familia del virrey, especialmente su suegra, quedó encantada con el viaje.

El virrey en la playa, e Ytalcus encadenado sufriendo tortura.

Para asegurarse que el prisionero hiciera lo que ordenaba el obispo, le aclaró que tenía ocultos a su cuñada y sus sobrinos, y si entraban a la capital, les darían muerte después de azotarlos. Ytalcus recibió con esto el peor golpe desde que salió de Villa Angustia.
Por su ambición ya era culpable de la muerte de su hermano menor, y ahora por el mismo motivo estaba a punto de ser culpable de la muerte del resto de la familia.
El cariño que sentía por Lucía era inmenso. La muerte podría arrancarles la posibilidad de vivir juntos algún día.
Ytalcus pidió al obispo que le resumiera su exigencia, pues con tal amenaza, su cabeza había perdido la idea completa de la conversación.

“Si tú dejas de apoyar muy notoriamente el avance de los brucolacos y con ello frustras su éxito, yo a cambio te ofrezco una salida inmediata a donde puedas disfrutar tu abominable vida como hombre eterno, siempre y cuando sea fuera de esta colonia. Aquí ya te ubican como un rebelde. Si sigues viviendo, deberá ser en donde ningún daño le hagas a los españoles.”
Ytalcus respondió: “Mi furia es contra la corona española, no contra los españoles, y siendo su gobierno un tirano no quiero vivir una vida eterna en su suelo. Comprendo la oferta que me haces. Si tú liberas a mi cuñada y a mis sobrinos, y me ofreces una salida con ellos hacia Francia por ejemplo, y si tú te encargas de matar a esos vampiros… entonces cuenta conmigo. Yo me largo pues quiero independizarme de la colonia y de su tiránica corona”.

Dijo el obispo: “Primero debo ver que tú cumplas tu parte. Deja de serle útil al brucolaco. Lo que hagas contra la corona me da igual. Pero es necesario detener al brucolaco. Y cuando estén en mis manos esos malditos y les haya arrancado las cabezas de su cuerpo, entonces cumpliré lo que me pides. Antes no. Tu cuñada y sus hijos son mis rehenes, ¡Así que perdonaré las cabezas de Lucía y los niños, a cambio de desgarrar las cabezas de los brucolacos! Ese es el trato imbécil”.

Ytalcus agregó negociante: “Pero Alcitus, son varios los vax-cors que saben de mi participación, no dejarán que yo disfrute una vida eterna sabiendo que traicioné a sus hermanos vax-cors, ¡me cazarían como a un animal!”.

El obispo miró los ojos de Ytalcus, respiró hondo varias veces para decir: “Te debemos atrapar en algún momento, con ellos de preferencia, y darte ante la mirada pública un martirio similar. Solo así evitarías una cacería como la que mencionas”.
“Primero les clavaremos una estaca y les cortaremos la cabeza para detener su amenaza. A ti te podremos retrasar un poco la muerte porque primero debemos quitarte la investidura de cura que llevas puesta, pero que ya no te pertenece. Yo te he excomulgado, maldito”.
Luego de otra pausa, agregó: “Haremos un fusilamiento de otro desgraciado que tome tu lugar procurando que las balas le destrocen la cara. Le cortaremos la cabeza para que los vax-cors te den por muerto, y tú te largarás con tu familia del suelo español para siempre”.

Ytalcus preguntó: “¿Y porque no me matas de una vez? ¿Para que tanto lío, ofertas, tratos y promesas? ¿De que sirve tanto plan si me puedes matar ahora? ¿Para que hablar de cabezas destrozadas y para que forzarme a seguir con ellos si en este instante puedes matarme, cortarme la cabeza y acabar con todo esto?”

Alcitus contestó irritado: “¡Te juro que eso quisiera! ¡Cortar tu cabeza maldito!, pero eso no resuelve el peligro que representan los planes del engendro de Llendrix y su “Maleficus militum”.
“Antes de cortarte la cabeza, es necesario generar el desprestigio de Llendrix y sus militares ante la mirada de los vax-cors en América como en Europa.
A quien verdaderamente hay que aplastar es a Llendrix y a los que lo siguen.
Tú eres solo una pieza más en el tablero, pero no el verdadero líder. Por eso no te mato ahora. Ya veremos en los siguientes días que hacen ustedes en su rebeldía, con su tropa saqueadora”.
Y en el tono más enérgico y amenazante expresó: “Pero te advierto que si entran a la capital mato a tu cuñada y a sus hijos, y también te vuelvo a secuestrar y te corto la cabeza, y adiós vida eterna. Eres un imbécil. Pactas con el diablo y te quedas a hacerle favores. Te ha usado como títere. Tú tienes muchos hilos y desde hoy te tendré sujeto de otro, el hilo familiar. Obedece mis condiciones y tu familia vivirá”.

Se acercó a Ytalcus, le tomó de los cabellos y le gritó:
“Te estoy dando una salida bastante sólida. Me conformo con que quedes excomulgado, tu patrón desprestigiado, degollado, y te largues de estas tierras, poniendo la cabeza de un infeliz en tu lugar para evitar que te persigan los vax-cors”.
“Y solo pido que cooperes en el desprestigio, que te vuelvas incompetente y que guardes tu larga vida para ir a fastidiar a otros, pero no más en este suelo”.
“¡Contesta si aceptas o no infeliz!”.

Ytalcus dijo entonces:
“Con una vida eterna en Francia, y con mi cuñada y sobrinos a salvo, no tengo más que negociar. Siempre he sido egoísta, esta lucha no es mía, es de los vax-cors y de los vampiros. Puedo dejarlos solos. He sido un títere, pero los hilos se pueden cortar de la parte de quien los mueve o de la del muñeco. Será lo segundo. Cumpliré mi parte. Quiero ver que tú cumplas la tuya, porque sino Alcitus, te perseguiré por los corredores del infierno.”

Un nuevo golpe lo dejó inconciente. Los prisioneros fueron trasladados y abandonados cerca de su base. Bassolus se encargó de despertar al cura, llevarlo a una casa y charlar con él a solas antes de dar explicaciones a los vampiros.

Ytalcus sacudió fuertemente su traje negro, su atuendo de vampiro que tanto estaba disfrutando.
Retomando su actitud de líder, averiguó que tanto había escuchado el golpeado capitán Bassolus, y constató que en verdad había quedado noqueado e inconciente hasta llegar de regreso a las solitarias calles de Valladoler.



JOSE MARIA MOREBIUS

Ytalcus estaba decidido a colaborar con las demandas del obispo, pues no creía en la esclavitud. La idea del vampiro le repugnaba.
La que si le gustaba era la de romper la dependencia de la tiránica corona española, que le había arrebatado un hermano.
Se comprometió a perder utilidad para los planes de Llendrix y lo haría.
Le habían disculpado sus planes antiespañoles. Y eso debía aprovecharlo.
El bribón del obispo había dejado ese cabo suelto, como si fuera un deseo muy oculto de él también que se acabara la tiranía de la corona.
¿O era porque Napoleón había demostrado que podía conquistar España y con eso extenderse a las colonias?
Si el obispo había dejado abierta la puerta para eso, entonces reconocía que Ytalcus tenía capacidad para iniciar esa lucha. Mejor independientes que franceses.
¿Quién diría que en el fondo de la perversidad los enemigos se dan la mano?

La siguiente noche Ytalcus salió a buscar sangre fresca y recuperar el balance. Era el líder de la insurgencia y no podía mostrar inseguridad. Bebió la sangre de uno de los más brutales miembros de su tropa que lastimaba en exceso a los vencidos. Gracias a su sangre, Ytalcus se repuso y de paso eliminó a un desgraciado.
Ya tranquilo y alimentado, Ytalcus diseñó un sencillo plan.
El primer paso era encender otra vela por la libertad, y no debería estar en el grupo que lo acompañaba. Debería incluso retirarse a las calurosas costas o al desierto para quedar fuera del alcance de los vampiros.
Bassolus era muy joven e inestable, un impetuoso desquiciado, muy bravo pero incapaz de llevar una empresa tan grande a buen final.
Debía escoger él mismo a un sucesor, mandarlo lejos del alcance del vampiro, a comenzar una lucha por la independencia, por una libertad simple y clara, que separara esta colonia de la corona española, y tomando en cuenta las preocupaciones de su viejo amigo el obispo, que alejara también a Nova Iberia del peligro de los franceses.

Debía elegir otro caudillo para luchar por la independencia, pero que actuara lejos de Llendrix y los suyos.
Hizo un largo recuento de todos los conocidos que tenía. No le gustaba que fuera una persona cercana. Un día podría serle contraproducente.

Necesitaba elegir muy bien. ¿Un militar? No. Muchos eran vax-cors, y no les estaba yendo bien con ellos.

¿Un civil? Ni reúne multitudes ni tiene estrategia.

¿Otro cura?

Ytalcus mismo se respondió:
“Perfecto. Si yo pude, otro podrá. La gente nos sigue, nos cree. Nuestro trabajo es decirle a los fieles lo que esta bien y lo que está mal. Somos el alma moral de los pueblos, su guía y su consuelo. ¡Eso es, otro cura!

Ytalcus le comunicó esta opción al obispo Alcitus acerca de su posible sucesor.
Recibió respuesta:
“Acepto que sea un cura su sucesor en todo este impulso libertario, con la condición de que sea un hombre recto que luche por la separación de la corona española, pero jamás haga algo constructivo por los vampíricos propósitos del “Maleficus militum”.
“Dicho cura deberá presentarse ante usted, recibir el mando, y acompañarlo en su camino. Debe permanecer todo el tiempo a su lado”.
“Ya le mandaré yo a un cura que me viene a la mente para estos fines. Estará con usted en pocos días”.

El obispo Alcitus escribió al cura José María Morebius, nativo de Valladoler, el cual se había metido en ciertos problemas por haber embarazado a dos mujeres. Fuera de eso, era serio y formal como hombre y como cura. Tan fiel a su religión que jamás haría algo que pudiera ayudar al “Maleficus militum”.
El obispo recibió respuesta del cura Morebius aceptando el encargo, entendía los motivos y pronto se presentaría con Ytalcus para recibir la investidura rebelde, luchar contra la corona pero sostenerse con la religión y la iglesia.

El obispo Alcitus le confirmó a Ytalcus que recibiría la visita del cura Morebius.
Su encuentro con él debía ser importante, pero aislado. Notorio pero discreto. Lo suficientemente claro para que nadie sintiera envidia ni duplicidad, pero lo suficientemente natural para que no protestara Llendrix.

En dos días, los insurgentes saldrían de Valladoler hacia la capital de la colonia. El ejército rebelde había crecido enormemente, la capital no ofrecería suficiente resistencia y sería presa fácil. Marcharon el día establecido.

El encuentro con Morebius se dio en Charix, un lugar cerca de Valladoler, mientras el gran contingente ya iba rumbo a la capital y hacía un descanso.
Morebius se acercó al ejército rebelde buscando a su líder Ytalcus pidiendo una entrevista.
La mirada de Llendrix, Damaris y Ximérez fue relajada.
“¿Qué puede preocupar que un cura solitario hable con un cura títere?” se dijeron en vax-cor riendo.

Los curas platicaron en una sala improvisada en el campamento. Ytalcus llevó de testigo a Bassolus. Con gran sorpresa Ytalcus vio que el huésped era un candidato perfecto.
Morebius era un cura de pueblo, había embarazado a una mujer, Brígida, con la que ya tenía un hijo llamado Nepomucenus y una niña. El problema era que había embarazado a otra de nombre María Ramona y las cosas eran ya demasiado complicadas para él en calidad de sacerdote. Pueblo chico infierno grande.
Sentía una gran culpa por ello y sus feligreses lo miraban con desconfianza y recelo.
Si tomaba la bandera de la causa independentista, podría dejar que la divinidad eligiera darle muerte en batalla por sus pecados o el éxito perdonando sus fallas como humano, reconociendo sus esfuerzos por liberar la colonia de la amenaza que representaba la infiel y librepensadora Francia.
Si Morebius debiera ser padre de familia (a pesar de su condición de cura) entonces la divinidad le permitiría luchas por un mejor país.

Ytalcus vio como Morebius por si mismo elegía su papel, determinaba su sentencia, y ofrecía salidas a sus propias culpas, supuestamente aceptables hasta por la divinidad.
Quizá algo debía aprender de este cura de pueblo. Eso de ponerse sus propias penitencias y librarse de las culpas sonaba bien. Total, eso hacen los curas ¿no?
Señalar tareas de penitencia para alcanzar el perdón cuando hay arrepentimiento.
¿No es por eso que se llaman así, “curas” por curar el alma?

Ytalcus abrazó a Morebius, le ofreció su espada, le nombró Jefe de los ejércitos del sur, y le dio su bendición en la lucha por la independencia.

Morebius insistió que debía quedarse a su lado. Esa era la petición del obispo.
En voz baja Ytalcus lo apartó del perímetro en que pudiera escucharlos Bassolus, y le dijo:
“Usted hace bien en tener en cuenta las instrucciones del obispo sobre permanecer a mi lado, y muy bien me caería que un valiente como usted me acompañara hasta el triunfo del movimiento. Sin embargo, seríamos muy ingenuos de pensar que este animal se morirá con un solo golpe. Es necesario darle varios y por diferentes lados. Deje usted que yo y mis hombres vayamos a la boca y al corazón de esta fiera, que altos pueden ser los riesgos de intentarlo. Usted procure mejor dañarlo periféricamente en uno de los puntos más débiles pero más importantes que tiene, el puerto de Acapulix. Tome usted el control de ese lugar, principal puerta hacia el Océano Pacífico. Con eso aniquilará las posibilidades de escape o recepción de ayuda por ese lado. No debe usted cuidarme a mi como un valiente, sino atacar en otro frente a la misma fiera. Solo así podremos vencerla, diversificando el daño. Le pido también que deje usted en mis manos las ciudades capitales, donde la altura las hace frías y la sociedad española prefiere radicar. Capture durante su misión fortalezas realistas en poblaciones costeras o calientes, sean desérticas o tropicales. Pienso por ejemplo en sitios como Acapulix o Cuautlix. Allí los españoles se agotan por el calor y la población nativa vive mal. La combinación de gente insatisfecha y el enemigo exhausto le será favorable para la victoria estimado Morebius”.

Para Ytalcus era demasiado importante que el cura estuviera seguro en una zona calurosa. Junto a él de nada servía. Lo podrían matar, manipular, lo que fuera.
Si Morebius no accedía a irse al sur, al calor de Acapulix, era preferible despedirlo sin incluirlo en el movimiento insurgente. El ingrato no lo sabía, pero solo así su vida y su esfuerzo conservaban algún sentido.

La mirada de Morebius se clavo en la Ytalcus. Al principio parecía que se negaría a dejarlo solo, pues el obispo había sido muy claro en su instrucción. Por el otro lado, era sensato pensar que el fin común (incluido ya el obispo) era la independencia, y en eso sonaba lógico lo explicado por el caudillo de Villa Angustia.
La expresión facial de Morebius se suavizó, y sonrientes en un abrazo dejaron todo acordado.

Nuevamente junto a Bassolus como testigo, se extendieron por escrito los poderes militares para Morebius.
Fue la última vez que se vieron los dos curas. Morebius se alejó. Iba feliz. Era el artífice del obispo, el aliado del caudillo, y además, recibió el rango de Jefe máximo del ejército rebelde del sur, debiendo partir de inmediato a tomar Acapulix.

Al finalizar la entrevista Ytalcus le comentó a Llendrix el alegre suceso con Morebius.
La rebelión había crecido, se había diversificado.
Sus triunfos recientes, la aplastante toma de Guana-taurus y su entrada sin resistencia en Valladoler, les ganaba ahora aliados en regiones más alejadas, y la fuerza de la rebelión se multiplicaba en la costa, en la pradera, en la sierra, por todos lados.
Muchos seguirían el ejemplo de este valiente cura que solo vino por su nombramiento y se fue a matar españoles en el fuerte de Acapulix.

Toda esta breve anécdota le generó gusto a Llendrix.
Cada granito de arena que ayudara a derribar al español era bienvenido, sea quien sea.

Así, Ytalcus había dado quizá el mejor paso estratégico desde que salió de Villa Angustia, y la historia así lo confirmaría.
En media hora recibir a un extraño, escucharlo, nombrarlo jefe militar y verlo partir a cosechar éxitos, pocas veces había sido tan conveniente, productivo, y de tanto beneficio, en toda la historia de las guerras de la humanidad.
El mayor acierto de Ytalcus había sido incorporar a Morebius a la causa de la independencia, y alejarlo inmediatamente para que permaneciera siempre lejos del alcance de Llendrix y los demás vampiros.



OPUS ECCLESIASTIS

Morebius llegaría primero a su pueblo, se despediría de sus parejas y de sus hijos, conseguiría el permiso de su jerarquía superior para ausentarse de la parroquia, y no había ninguna amenaza de excomunión contra él, aunque fuera aliado de Ytalcus.
Era obvio. Ante los ojos del obispo Alcitus, Ytalcus era un rebelde, pero Morebius era un obediente cura que moderaría los alcances del levantamiento. Buscaría la independencia, pero impediría el progreso del “Maleficus militum”. Esa era la mezcla ideal, el caudillo perfecto.

Incluso a Morebius se le ofreció que podría descansar en iglesias o contar con apoyo financiero de ellas si lo buscaba con discreción. Morebius procuraría la independencia pero para mantener la religión católica, tal como lo escribiría años después en su famoso documento “Sentimientos de Nova Iberia”.
El día 16 de septiembre de 1811, el obispo Alcitus invitó a otro cura a unirse al movimiento que llegaría a ser uno de los más destacados caudillos, el sacerdote Mariano Mata-toros, que obtuvo el nombramiento de Coronel en el regimiento de Morebius, y lo acompañó durante el pesado sitio de Cuautlix.
La participación de sacerdotes en el movimiento de independencia tenía como primera finalidad lograr la emancipación política conservando intacta la fe católica del pueblo.
Las iglesias fueron una verdadera red de descanso y financiamiento, centros de discreta comunicación y puntos de entrega de correo. Toda esa participación eclesiástica en la defensa de los intereses de un humillado pueblo creyente solo podía resultar victoriosa.
La independencia se alcanzaría con una gran participación de curas y sus instituciones, de las órdenes religiosas y sus frailes, de las monjas y sus conventos. La parte activa que tuvieron en esa guerra no debe borrarse de la historia, pues sería eliminar el verdadero contrapeso que enfrentó al “Maleficus militum”, la secta vampírica y bélica que buscó la independencia.

Y ahí justamente radica el motivo central de esta obra que tiene el lector en sus manos.
Es necesario explicar al público porqué participaron tantos curas en esta guerra de independencia. Era por combatir a los vampiros del “Maleficus militum”. Y para ello resulta igualmente necesario explicar porque participaron los vax-cors y los vampiros.
Una cosa exige mencionar la otra. Actualmente en Nova Iberia, la historia ha pretendido dar los nombres de todos ellos, haciendo pasar por “natural” la participación de sacerdotes. Sin embargo, este esfuerzo resulta inútil cuando se le compara con la historia de las otras colonias que se independizaron. En ellas no hubo tal participación de curas ni obispos.
En Nova Iberia la participación de curas era para combatir por el mismo fin independentista que los vampiros, pero también para frenar los perversos planes de éstos últimos, además de combatir la posibilidad de una invasión liberal francesa. Así, los curas guerreros tenían tres metas a la vez (independencia, no vampiros y anti-franceses), con fusil en mano y al sonoro estruendo de los cañones.
Ytalcus, Morebius y Mata-toros son algunos de esos religiosos que con tres objetivos tomaron las armas, y entregaron a las futuras generaciones una nación libre de la corona y del maléfico destino planeado por los vampiros. La clave para enfrentarlos la tomó el obispo Alcitus Queipus de otro religioso, el ya mencionado monje benedictino Dom Antoine Agustin Calmet.



GENERALISIMO YTALCUS

El contingente rebelde siguió avanzando hacia la capital de Nova Iberia, mientras el ejército oficial se reducía con las deserciones y los soldados que se pasaban al bando insurgente.

Esto elevaba a pasos agigantados el optimismo de Llendrix, quien constantemente hacía reuniones con los vampiros Damaris y Ximérez, dejando que Bassolus se ocupara de probar la lealtad y valentía de los nuevos soldados que se iban integrando, así como seleccionando a los campesinos fuertes de los débiles para luego repartir funciones militares.

Ytalcus parecía meditabundo, buscaba cierta soledad, se le veía a ratos concentrado en la estrategia del avance, y en otros mirando el horizonte en silencio.
Muchos pensaban que miraba hacia la capital, planeando su ataque contra el virrey.
En verdad miraba hacia Francia, a donde iría a vivir su eternidad con su querida Lucía y sus sobrinos, a devorar las obras literarias de los franceses, y como alguna vez había traducido obras de Moliere al castellano, particularmente “Tartufo” y sus presentaciones en Nova Iberia fueron un éxito, pues quizá en París podría dedicarse a traducir más obras de autores franceses y vender las traducciones a los nuevos países que derivarían de las independencias que en América se comenzaban a generar. Con eso, podría dar una vida placentera y dichosa a su nueva familia formándoles un nuevo patrimonio.

Otras colonias americanas también habían comenzado a pelear contra la corona debido a la intervención de Napoleón en el trono español. Por lo visto ese ataque del francés alentó a la independencia de las colonias y por ello el cura tenía un feliz motivo más para querer ir a Francia.
Pensaba: “España puso el cerrojo de la sumisión, y de Francia nos llegó la llave”.

Llendrix notaba que Ytalcus tenía pensamientos o sentimientos que lo apartaban del grupo y se le veía algo desmotivado, por eso cuando llegaron a la población de Acambarus, Llendrix dedicó a Ytalcus otra muestra teatral de reconocimiento por los favorables destrozos hasta ahora ejecutados y por la fragilidad que mostraba el ejército oficial ante el resplandor del carismático caudillo insurgente.
Era increíble el efecto que provocaba el cura: cada día se les sumaban más pobladores y desertores y todos preguntaban por Ytalcus.
En Acambarus toda la masa rebelde que ya contaba con 80 mil integrantes, vio cómo este hombre vestido de negro era llevado del rango de capitán general, al brillante puesto de máxima jerarquía, aclamando todos al Generalísimo Ytalcus.
A la masa le parecía que su líder era ahora más jovial, más gallardo, más inteligente, más capaz. No habrá faltado quien lo viera incluso más atractivo. Cuantas cosas se logran con un nombramiento ascendente en público.

Morebius pasó por el mismo trance cuando ganó su nombramiento. Adquirió tanta confianza y determinación, que una semana después ya había logrado juntar a 25 valientes con instrumentos de siembra, hondas y un par de fusiles, con lo que se sentían capaces de llegar a la costa y tomar el fuerte militar del puerto de Acapulix.
Y si para el cura solitario todo era posible después de su nombramiento con una veintena de campesinos, ¿Qué podría esperarse de Ytalcus con el rango de Generalísimo ante decenas de miles de rebeldes?

Llendrix y sus aliados vampiros se saboreaban el triunfo. Para ellos esto era una bola de fuego que crecía cada hora en tamaño, fuerza y confianza.
El desenlace de la guerra parecía muy cercano.
Irían sobre la capital de la colonia, harían prisioneros a los españoles, se apoderarían de los edificios del gobierno e implantarían un nuevo orden.
Vampirizarían al ejército rebelde, esclavizarían a tantos como fuera posible, y comenzaría la explotación mineral sin pausa, enriqueciendo a la nueva nación vampira, invitando a los vax-cors de Europa a unirse al movimiento.

Bassolus ejecutaba su papel de forma excelente, dando frecuentes muestras de impaciencia por la proximidad de la mejor guerra de su vida.
Ytalcus pensaba en lo que podría llamarse un plan B, un plan C, y todas las variables que le hacían temer, sonreír, imaginar, temblar de gusto y al minuto siguiente, de miedo.

El largo trayecto desde Valladoler, Acambarus, Toro-luca y ahora hacia el Cerro Gomeztruz, en las inmediaciones de Cuajimilpas y la capital de la colonia, fue un desfile casi sobre alfombra roja llena de comodidades para los rebeldes. No hubo cuadrilla realista que les saliera al paso.
Cada día llegaba más gente a unirse a ellos. Los pobladores creían estar viendo a los salvadores, por lo que les daban comida, agua, ropa, armas y apoyo.
Al frente de todo el contingente, el magnífico Guarda-lumbre que cargaba con gusto el cura Ytalcus era una pieza casi religiosa que la gente admiraba, y de la cual ansiaban tener una pequeña flama, de modo que de sus casas sacaban una vela para encenderla a partir de ese fuego hermoso que significaba libertad.
El peregrinar de ese Guarda-lumbre dio una fuerza insospechada a ese símbolo de libertad, con una profundidad tan grande, que se convirtió en un icono para toda la nación novo-ibérica. La sociedad colonial era muy creyente, creía en el pecado y por eso distinguía claramente opciones de salvación. No se avergonzaba de su devoción, al contrario, precisamente por su fe hacia fiestas, celebraciones, había conciertos en los conventos de donde también salieron los más deliciosos platillos y los más ingeniosos dulces, que todavía a la fecha, distinguen la gastronomía de Nova Iberia.
Cada vez que en el futuro se hiciera una representación de Ytalcus, se le dibujaría cargando con respeto y valentía el sagrado Guarda-lumbre, estandarte de su fe y movimiento de esperanza.

Hablando de esperanza, la inocente gente de pueblo no tenía la menor sospecha de los esclavizantes planes del vampiro Llendrix y su “Maleficus militum”.
Únicamente distinguía la sonrisa del cura de Villa Angustia que como paladín de su patria, iba en camino a desposar a la nación.
Más que una campaña militar, parecía el acompañamiento del novio de la patria.
Obtener una rama del fuego que portaba el decidido pretendiente, era establecer una comunión con el esfuerzo, lucha, ideas y triunfo de ese movimiento libertador.
Nova Iberia tenía un defensor, y ese era el Generalísimo cura Ytalcus.



CAMPUS MORTALIS

Al llegar a este cerro, ubicado en las tierras circundantes de la capital, la noche atestiguó un inesperado enfrentamiento militar que sacudió a ambos bandos.
Ese fue quizá hasta entonces la peor lucha armada, la más brutal y enardecida que haya tenido lugar en estas tierras con dos bandos que hablaban el castellano.
La última vez que hubo tanta matanza y sufrimiento todavía fue entre grupos de lengua indígena contra uno de habla europea. Esta vez, el suelo se pintó por la sangre de combatientes que mayoritariamente hablaban castellano.

En esa misma batalla, se enfrentaba la colonia contra la corona, los oprimidos contra los parásitos tiranos. Fueron horas de masacre, pólvora, piedras, lanzas, caballos, hondas, cuchillos, cuerpos en pedazos, cabezas, brazos, gritos.

Entre las nubes de humo de pólvora quemada, los rebeldes siempre distinguieron el místico Guarda-lumbre de Ytalcus, fuego que inspiraba respeto y acción, casi era un cobijo metafísico que les impulsaba a la lucha, daba seguridad y confianza para arrojarse ferozmente contra el enemigo que defendía a una titubeante y raquítica corona que estaba a miles de kilómetros.
La matanza favoreció a los inspirados rebeldes, quienes tuvieron de su lado a un salvaje lobo que despedazó caballos, a un murciélago que sorprendió oficiales, y una niebla que ocultó cañones rebeldes.
Aplastaron al ejército realista. Llendrix estaba encantado con el resultado. Durante la revuelta, había vampirizado a varios de sus combatientes y efectivamente habían demostrado más fiereza y agresividad, infundiendo terror en quienes les llegaron a enfrentar. Para Llendrix había resultado perfecto. Además capturó casi 200 prisioneros.



ABUNDANTIA SANGUINIS

De repente notó algo desagradable en el campo de batalla.
Había varios cuerpos de rebeldes que quedaron tirados en el suelo, decapitados, y con una grave herida muy peculiar.
Alguien les había encajado una estaca metálica en el corazón, y habían sido justamente sus nuevos soldados vampiro los que murieron.
Eso no era una forma de combate habitual ni era la manera en que el ejército oficial remataba al enemigo.
Llendrix conocía muy bien las técnicas y estrategias de Ayejaz, el brigadier oficial más renombrado de quien había sido subalterno, y jamás le escuchó mencionar algo similar.
Esto solo podía significar que alguien en el bando realista sabía de la presencia de vampiros en el ejército rebelde y como enfrentarlos.

¿Quién estaría atrás de esa maniobra? ¿Quién lo había hecho y porqué?

No había forma que Llendrix lo supiera.

El obispo Alcitus había elaborado las estacas con el metal de las campanas de Valladoler y las había enviado a la capital por si fuera necesario.
Sabiendo que Llendrix ansiaba comenzar la transformación de los soldados rebeldes, era preciso que desde la primera oportunidad supiera que los realistas estaban preparados para esto. Las estacas tenían la frase:”Scutum perpetuus” (Escudo perpetuo).

Llendrix había crecido como lo hace un joven soberbio, dando por hecho que sabe y conoce todo mejor que sus padres y ancestros.
Cuando su padre le quiso hablar de ciertos detalles de la iglesia y las opciones frontales para generar un choque armado y letal, no quiso escuchar.
Su juventud y vampirismo le habían hecho creer que su superioridad física y su capacidad para cambiar de forma, eran suficiente para poder ignorar todo lo demás, especialmente si se trataba de la aburrida iglesia que, según él, solo manipulaba a las masas.
Menospreciaba al enemigo y todo lo que pudiera referirse a él.

Ahora las estacas le daban un mensaje que no alcanzaba a interpretar.

Buscó a Ytalcus y cuando lo halló en el ensangrentado campo de batalla, no vio a un hombre feliz con la victoria, sino a uno boquiabierto y sorprendido.

Todos sus amigos que le seguían desde Villa Angustia habían sido degollados y presentaban una estaca justo en el corazón.

La soledad que le significaba no tener a nadie más de la población original de su levantamiento, todos los testigos de su gran noche, de su exitosa madrugada, todos los que habían saqueado las casas de los españoles de Villa Angustia, y todos los que lo acompañaron a tomar el Guarda-lumbre de Atoronilco, ahora estaban muertos, degollados, y clavados al suelo por una estaca.
¿Quién daría parte a la historia de su gran comienzo, su debut en la armada rebeldía?

Ninguno de esa villa llegaría a la meta. Cada uno de sus allegados, de sus orgullosos obreros, orfebres, herreros, todos muertos. ¿Qué cuentas podría entregar si volviera a Villa Angustia?
Nuevamente la muerte de gente cercana era el resultado por sus actos protagonistas.
Por la gran vergüenza que sintió, juró nunca volver a Villa Angustia, y la suya se sumaba a la del nombre de ese poblado. Nunca volvería a ver a Dolores ni los viñedos. Al menos se alegraba un poco de haber dejado todo en sus entusiastas manos, para que de ahí se mantuvieran las familias y la gente que no cometió la torpeza de seguirlo.

El único sobreviviente originario de Villa Angustia era Bassolus. Pero era entendible. Ese hombre era una fiera desequilibrada, ansioso de matanzas y sangre. ¿Quién hubiera podido dominarlo y vencerlo? Más bien era una bendición tenerlo de su lado.

Llendrix sacó violentamente a Ytalcus de su notorio drama individual, le sacudió de la camisa y le exigió saber si había comentado con alguien acerca de la vampirización. Ytalcus lo negó. Vio la profunda rabia en los ojos de Llendrix. Debía sostenerse en su negativa. Llendrix aventó al cura por el suelo. Ytalcus se enojó con esto y desde el suelo se impulsó contra Llendrix. Forcejearon lastimándose hasta que llegaron Damaris y Ximérez a separarlos. Se lanzaban miradas iracundas.
Ytalcus sintió que su vida era un completo error. Hacía días había visto el cadáver de su amigo Octavius, después su antiguo amigo Alcitus lo encadenó para darle golpes físicos y morales, luego sus amigos de Villa Angustia terminaron masacrados, y ahora se daba de golpes con el obscuro líder de los vampiros, ¿y todo para qué? Todos ellos alguna vez amigos en un mundo emocionante. Ahora todos enemigos o hasta muertos.
La rabia de su rostro disminuyó y se tornó en lástima para sí mismo.
En silencio se dio cuenta que este pleito demostraba al menos que iba cayendo de la gracia del vampiro, y esa era una luz en su camino hacia Francia. Lo acontecido le convenía. Eligió quedarse quieto y callado reprimiendo sus emociones.
Llendrix se alejó de la escena, y desde otro punto del campamento llamó a gritos a Damaris y Ximérez, les dio instrucciones para empalar inmediatamente a todos los prisioneros realistas capturados ese día, y a todos los que traían consigo desde poblaciones atrás.
Los insurgentes se dedicaron a talar árboles, a afilar las puntas de los troncos y encajar en ellos a los más de 200 prisioneros que tenían. Formaron un tétrico bosque que lanzaba lamentos y gritos mientras un vital fluido pintaba los troncos de rojo lentamente.
El escurrimiento que iniciaba por entre las piernas de los desdichados, era un mensaje para el enemigo, y un intento para calmar la ira del vampiro.



RETROVERSUS

Al día siguiente Llendrix e Ytalcus, por separado cargaban en silencio sus preocupaciones.
El vampiro por las estacas y los degollados durante la revuelta. El cura por la aniquilación de todos sus amigos de Villa Angustia y la falta de testigos de su espectacular presentación aquella madrugada del 16 de septiembre.

Con seriedad ocultaban sus pensamientos. Acordaron enviar una misión a la capital para proponer al ejército realista que se rindiera, y así evitarle a la ciudad fuertes bajas y daños innecesarios.
Los elegidos para esa delicada misión fueron Damaris y Bassolus.
Un “Maleficus militum” y un “Impetus mortalis” no flaquearían en su postura insurgente.
En una carroza se acercaron al perímetro vigilado por los realistas. Obtuvieron permiso y escolta para adentrarse en la ciudad. Se le avisó al brigadier Ayejaz de su presencia y su interés por hablar con él.
En algún sitio del poniente de la ciudad, Ayejaz recibió a los enviados y con breves palabras estos expusieron su mensaje. Demandaban la rendición del ejército oficial, la toma del palacio virreinal, y la entrega incondicional del gobierno.

Ayejaz traía una estaca acomodada en su cinturón. Quedaba perfectamente a la vista de modo que el vampiro Damaris la viera con toda claridad, y dirigiéndose principalmente a él mirándole a los ojos, les respondió que la ciudad no se rendiría, y que no entrarían en ella a menos que fuera sobre el cadáver de todos sus soldados. Acto seguido, les pidió que se retiraran pues no había nada más que hablar. Sólo prepararse para un nuevo enfrentamiento.
Si bien los rebeldes ganaron la batalla en el cerro Gomeztruz (que había quedado lleno de decapitados con estacas, y posteriormente de cuerpos empalados), mucho tenía que ver que los realistas habían aceptado perderla porque tuvieron otra prioridad: dejar sembrado un mensaje espectral en el pecho de los vampiros, y de paso en los asesinos pobladores de Villa Angustia (que habían matado en una madrugada a “varias amas de casa muy peligrosas, abuelos temibles y a niños amenazadores”, todos españoles).

El mensaje de la “Pugna espectralis” había sido muy claro. Los del “Maleficus militum” lo habían recibido.
Ahora Ayejaz solo tenía una prioridad: dar la vida en defensa de la capital.

Los enviados rebeldes regresaron al campamento y explicaron a Llendrix e Ytalcus lo acontecido.
Más tarde, Bassolus entregó a Ytalcus una carta que le habían dado discretamente para él.
En ella, Ayejaz le recordaba a Ytalcus que el obispo Alcitus dispondría de la vida de su amada Lucía y sus hijos si se atrevía a entrar a la ciudad capital.
No se trataba de pelear, ganar o perder. Simplemente se explicaba que si apenas lo intentaba, sería la muerte segura de sus familiares.
Además, como ya lo había demostrado, Ayejaz tenía un grupo especial de ataque que podría encajar las estacas sagradas hechas del metal de las campanas, en quien el obispo le había indicado, empezando por los caudillos vampiros. No era ganar la guerra. Solo era matar vampiros e Ytalcus era uno.
De inmediato quemó la carta en el fuego del Guarda-lumbre. Vio como las cenizas del papel se retorcían para desintegrarse.
Así de fácil podría también disolverse su aspiración personal de una vida eterna lejos de la corona española.
¿Para que una existencia infinita cargando la culpa de la muerte de su hermano, de sus amigos de Villa Angustia y desde ahora también de su cuñada e hijos?
A pesar del intenso calor que emanaba del potente fuego del Guarda-lumbre, Ytalcus sentía un gran frío recorriendo sus huesos.



SIGNUM ADVERSUS

El escudo levantado por el obispo y los sigilosos miembros de la “Pugna espectralis” había funcionado esta vez. La muerte de los soldados vampiro, las amenazas contra Ytalcus, la sorpresa desagradable para Llendrix, todo esto en su conjunto paralizó al enemigo.

Llendrix estaba impresionado con las estacas y los degollados. Vio que sus vampiros podrían ser exterminados, y no tenía la menor idea de quien había encontrado las armas y la ocasión para hacerlo. Quien fuera, había puesto más atención en destruirlos que en derrotar a la insurgencia. Se dio perfecta cuenta de que la batalla no había sido contra la rebelión, sino contra el vampirismo.
No había contado con eso. Siempre pensó que la aburrida iglesia manipulando masas y administrando las limosnas había encontrado su mejor entretenimiento, solo era servir a la corona y apoyarla en cualquier cosa, por más tiránica o monetaria que fuera. Francamente la aniquilación de sus vampiros no la podía imaginar como obra de Ayejaz o de la estrategia militar. Era obra de alguien más, pero por su soberbia y negligencia, no escuchó a su vampiro padre cuando le quiso dar esos detalles sobre sus potenciales enemigos. Entrar a la capital era una incógnita. Llendrix no sabía si se dirigía a la boca de una bestia más poderosa que él. Además, desde la muerte de su esposa los vax-cors no habían dado ningún apoyo. Al parecer le tomaron a mal su indiferencia respecto a las formalidades funerarias cuando se ausentó durante el velorio, entierro y rezos para su difunta esposa.
En sus tropas únicamente había indios y campesinos, pero ningún vax-cor.

¿O será que les espantó ver que la chusma rebelde abusaba y mataba “peninsulares” por igual, sin distinguir entre catalanes, vax-cors o madrileños? Para los oídos y ojos de los miles de indios insurgentes, todos eran blancos, españoles y parásitos con haciendas, casas grandes y caballos, acceso a buenos puestos y favores del virrey. Los vax-cors no tenían motivo alguno para ayudarle a Llendrix.
Seguramente también deseaban la independencia pero no con los métodos del vampiro.

Llendrix e Ytalcus tenían motivos para avanzar sobre la capital, y también para abandonar la idea y retirarse. A esto se sumaba el factor de la tremenda presión que tenían ambos por las promesas hechas a la masa insurgente, ansiosa de saquear la ciudad más importante de la colonia. Ambos evadían la decisión. Ahora tenían mucho menos municiones y su ejército disminuyó con las muertes y las numerosas deserciones por miedo a enfrentar a una armada experimentada y atrincherada en la maravillosa capital. El ejército insurgente tenía ahora sólo la mitad de guerreros que antes de la batalla de Gomeztruz.
Además, ya estaban llegando refuerzos oficiales de otras poblaciones para fortalecer la capital. Los regimientos de Zacatexas, San Luis Torosí, Tlax-vaca, Veraztruz y el de Oax-vaca también habían llegado con decisión, soldados experimentados y suficientes municiones para hacer frente a la armada rebelde.



UNITATIS DIFICILIS

Damaris y Ximérez compartían las dudas de Llendrix. ¿Quién estaba atrás de la matanza de los vampiros en el cerro Gomeztruz?
Quien fuera les llevaba una gran ventaja. Sabía de su existencia, como distinguirlos y destruirlos. Damaris recordaba que el brigadier Ayejaz lleva una de las estacas en el cinturón cuando tuvieron la entrevista.

En un mes los rebeldes habían avanzado desde Guana-taurus, hasta las puertas de la capital amenazada, habiendo derrotado cada vez a los realistas. Desde el punto de vista militar, eran un grupo exitoso.
Hubo una conversación de altos mandos: Ytalcus, Llendrix, Damaris, Ximérez y Bassolus.
Este último se atrevió a sugerir que se detuvieran o hasta se regresaran, y diciendo:

“Me queda muy claro que mañana derrotaremos al ejército realista, y pasado mañana seremos el nuevo gobierno y dueños de la colonia. Una vez instalados en la capital, nadie en el territorio se atrevería a levantar su mano a favor de la corona, la guerra habrá terminado, así como toda la diversión de la matanza y el estruendo de los cañones.
Todo habrá durado apenas un mes. Comprendan mi opinión, esto me resulta triste. Regresaré al aburrimiento de la paz en mi casa de Villa Angustia para seguir mi vida de rico. Pero luego eso también se terminará pues como saben, he invertido toda la fortuna familiar en la industria del armamento, y sin guerra caeré en la ruina ¿Saben qué? En ese caso mejor me largo a otra colonia que busque su independencia y necesite de mis armas y mi entusiasmo.
Señores, pasado mañana les dejo el gobierno de su nueva patria, y yo me voy hacia el sur del continente, a pelear por otras libertades, siempre y cuando cuesten sangre.” El optimismo de Bassolus no fue compartido por los demás.

Llendrix advertía que si entraban a la capital, primero deberían exterminar personalidades eclesiásticas antes que soldados, pues era la iglesia seguramente la que estaba atrás de la muerte de los vampiros.
Damaris y Ximérez no compartían esa idea, pues antes que alcanzar a sacerdotes serían alcanzados por su desconocido exterminador. La ignorancia los hacía dudar sobre sus futuros actos.

Ytalcus comentó que no podían quedarse fijos en ese cerro. Las fuerzas realistas se acomodarían y les podrían atrapar entre dos grupos. Uno de la capital y otro que llegara desde el estado de Tarascum o desde San Luis Torosí. Tenían que moverse de ahí hacia otro sitio que les permitiera organizar sus ideas, tomar un fuerte o dominar una región, pero no entrar a la capital todavía.

Llendrix notó que Ytalcus, Damaris, Ximérez y hasta Bassolus se inclinaban hacia un mismo lado: no entrar a la ciudad. Todos ellos coincidían.



UMBRACULUM

Llendrix prefirió dejar que el cura en su calidad de Generalísimo fuera el responsable de la decisión de retirarse, perdonar a la capital, y si acaso la turba saqueadora se molestaba, podrían irse sobre el cobarde de Ytalcus para luego quedar él mismo como nuevo líder.

Llendrix tenía la ocasión perfecta para el juego ideal. Fingió estar en desacuerdo.
“¿Como era posible que no coronaran la misión insurgente?”, “Era inútil y cobarde retrasar la conquista”, “Si él pudiera sólo, ya lo estaría haciendo”. Grandes frases para una gran actuación. Aparentemente era el único decidido a combatir y tomar la capital.
En realidad hizo bien su papel. Quedó para la historia como aquel valeroso insurgente que confiado en su estrategia deseaba tomar la ciudad, pero lo rodeaban sólo cobardes.

Ellos eligieron la prudencia, la cautela, argumentando que hasta ahora todo había sido demasiado fácil y eso revelaba una trampa de los realistas. Preguntaban: ¿Por qué nadie reforzó la Alhóndiga de Guana-taurus? ¿Por qué se rindieron en Valladoler sin un disparo? ¿Por qué no los vencieron en el cerro Gomeztruz? ¿Será que tanto soldado realista que ha desertado y se nos ha unido, nos traicionará en el momento de entrar a la capital? ¿Por qué no hay nada claro sobre las estacas ni quien las clavó?

Fingieron incontables actitudes, expusieron numerosas preocupaciones y ninguno revelaba sus miedos. Ytalcus era el hombre más emocionado con la idea de no entrar.
Damaris y Ximérez recomendaban cautela. Bassolus disfrutaba su papel de “Impetus mortalis” y miraba fijamente los cañones pensando en la sangre que aun quedaba por exprimir.

Llendrix aprovechó la escena y discutió con el Generalísimo alzando la voz, de modo que otros miembros del ejército rebelde se dieran cuenta de que él estaba decidido a atacar, y si esta operación se detenía, era por la gran cobardía de los otros dirigentes. Llendrix se elevaba como el valiente solitario.
Ytalcus tuvo que cargar con todo el peso de la cobarde retirada. Dio la cara a la voraz turba que lo venía siguiendo. Tuvo que hacer uso de sus mejores ideas para explicar que no habría saqueo y subrayar que estaban evitando caer en la trampa oficial.
Era necesario pensar y planear. ¿Quién iba a creer que en un mes era en verdad posible derrotar a un gobierno colonial? Eso es lo que el virrey les quería hacer pensar.

Ytalcus hizo su mejor esfuerzo. La mayoría se conformó con las palabras del cura, pero no por renunciar al saqueo de la capital, sino únicamente porque esa pausa les permitiría llevar el botín que hasta ahora tenían a sus ranchos, casas, chozas, o donde vivieran sus familias, y de paso ver que estuvieran bien.

Llendrix fingió estar completamente consternado, opuesto a las decisiones del alto mando. Hizo demostraciones de rabia que espantaban. No faltaron mandos medios que se le acercaron y le propusieron ir con él a tomar la capital preguntando: “¿Por qué no una parte del ejército insurgente ataca con Llendrix a la cabeza y otra parte se queda con Ytalcus en la retaguardia como reserva?”
La idea no era mala, pero Llendrix no deseaba ir a averiguar en carne propia quien andaba clavando estacas al que distinguiera como vampiro.
Nadie fuera de él y los oficiales debía conocer esa valiente propuesta. Sería vergonzoso que se supiera que los mandos medios tenían mejores ideas y más coraje que los superiores. Se fijó muy bien en las caras de los soldados que le estaban haciendo esa sugerencia.
Llendrix disfrazó su cobardía expresando que él respetaba la jerarquía militar del Generalísimo Ytalcus, y si su voz dictaba una acción incomprensible, no podía juzgarla, sino obedecerla, y esa era la actitud que esperaba que demostraran todos los que militaban en la insurgencia. Enojarse era una cosa, oponerse era otra.
Después, le indicó a Damaris y Ximérez quienes serían mordidos esa noche para quedar entre los muertos. “¡Eso les pasa por andar teniendo ideas, ¿Por qué piensan? ¡Aquí el único que piensa soy yo!”. Esa noche los mandos medios se redujeron y los muertos aumentaron.



CAUTUS

Al día siguiente Llendrix decidió que regresaría con parte de su tropa a la destrozada Guana-taurus, en donde podría comenzar a operar la cuestión minera. ¿Para que tomar la capital si las minas están en otros lados?
Quien fuera que pudo eliminar a los soldados vampiros, no sabría que él se regresaba a vampirizar mineros que vivirían bajo tierra sacando metales preciosos que él guardaría en la Alhóndiga. Damaris y Ximérez se fueron con él.

Ytalcus regresaría a Valladoler para recomponer la estrategia, reagruparse y lograr que la insurgencia tuviera al menos dos sitios controlados: Guana-taurus y Valladoler.

Bassolus volvería a la devastada Villa Angustia para ver a su mujer. Prometió estar muy al pendiente de cualquier noticia que quisieran mandarle para reintegrarse a la lucha armada. Mientras tanto, seguiría reuniendo armamento, caballos, pólvora y municiones.



(Novembris) YTALCUS EN VALLADOLER

Enseguida que llegó fue a buscar al obispo Alcitus. Quiso asegurarse de que Lucía y los niños estuvieran bien. Eran su familia y su futuro.
Encontró al obispo muy contento con la descomposición que reinaba entre los brucolacos luego de la sigilosa acción de la “Pugna espectralis” degollando y clavando estacas.

Ytalcus le hizo ver que esta desintegración era su oportunidad de escapar de Llendrix llevando en sus venas la vida eterna, y junto con él a su querida cuñada y sus hijos. El obispo le aclaró que no lo salvaría mientras los brucolacos del “Maleficus militum” siguieran vivos.
Ytalcus tuvo que entregar al obispo el Guarda-lumbre que hacía meses tomó en Atoronilco, para devolverlo al santuario en el momento más oportuno.
Si alguien preguntaba a Ytalcus, contestaría que le fue arrebatado por los realistas.



LLENDRIX EN GUANA-TAURUS

Continuó la vampirización de indios y la adecuación de habitaciones en el subsuelo.
El metal extraído era ahora de su propiedad y ensanchaba su fortuna, acomodándose en lingotes en el enorme patio de la Alhóndiga. Le encantaba ir dando cantos de victoria publicando entre los vax-cors que su primer impulso había triunfado, y luego vendría la masificación de su dominio. Con esa creciente riqueza comprarían o fabricarían armas, reclutarían más soldados, corromperían funcionarios, y un sin fin de planes más.
Le hizo llegar secretamente una optimista carta a su querida Josefix, que para entonces estaba presa en una cárcel de la capital, justo en el edificio del palacio virreinal, con ventana hacia una calle que hasta el día de hoy lleva su nombre: Correctora.
Llendrix le envió también una carta a su hijo Indalix que vivía en San Laurel el Grande para que lo alcanzara en Guana-taurus y compartiera su triunfo. Cuando estuvieran juntos ya le explicaría todo eso de los vampiros, y lo forzaría a escucharlo, para que no cometiera el mismo error que él cuando no escuchó a su padre sobre las cosas de la iglesia.
Debía informarle de todo antes de convertirlo en vampiro, si no, la soberbia le haría ignorar a su padre. Defecto de familia.



BASSOLUS EN VILLA ANGUSTIA

La compañía de su mujer y la comunicación con el obispo Alcitus, fueron los dos ingredientes más frecuentes en esos días.
El obispo le agradecía toda la ayuda, y aunque el “Maleficus militum” aun no estaba vencido, reconocía que Bassolus había hecho bastante bien su papel, y si él quisiera, podría irse con su familia a España, pues ya estaba todo arreglado para su viaje con una nueva identidad. Con los insurgentes divididos, era más fácil imaginar la derrota del “Maleficus militum”.

Bassolus apreciaba mucho esta oferta del obispo, pero era un hombre determinado a llegar hasta el final. Conocer tan de cerca la amenaza que representaban los vampiros le hacía ver que era necesario acabar con el enemigo por completo.
No abandonaría la “Pugna espectralis”. Estaba a las órdenes del obispo.



ALTEZA SERENISIMA

Desde Valladoler, Ytalcus hizo por su cuenta un viaje a Guadala-vaca, cerca de la principal zona de agaves de la región. Ese paisaje le agradaba pues él mismo había nacido y vivido su niñez en la región agavera de Guana-taurus, en la hacienda de Cor-Leonis.
Fue recibido con fiestas, la gente aplaudía su intento de independencia.
No le juzgaban mal por haberse detenido sin tomar la capital, sino precisamente porque eso demostraba que su movimiento no era por la destrucción y el saqueo, sino que fue una advertencia bastante seria para el virrey y la corona sobre la urgencia de un cambio.
Haber perdonado a la capital sin saqueos ni sangre, y haber dejado este tiempo para que las autoridades reflexionaran en el mensaje insurgente, se lo tomaba la sociedad de Guadala-vaca a Ytalcus como una muestra de magnanimidad, tolerancia y firmeza.
Fueron las mismas autoridades locales las que en gran ceremonia se lo reconocieron y le llamaron “Alteza Serenísima”, lo cual fue de su más entero agrado.
Las iniciales de este nombramiento eran “AS”, y eso le gustó. Ser el As de la jugada independentista. Mandó grabarlas en las puertas de su carruaje.

Permaneció en esa población que de tan buena forma lo estaba tratando, y aprovechó su calidad de Alteza Serenísima para dictar leyes aboliendo la esclavitud, (adelantándose 52 años a Abraham Lincoln en el continente).
Para la gente era un gesto más de su nobleza. Para Ytalcus era una previsión más contra las intenciones de Llendrix. Luego de eso regresó a Valladoler para estar junto a Lucía.



(1811) NOVUS CONCILIUM

A pesar de haberlo considerado un títere, y de que le gustaba haberse alejado del ineficiente y cobarde cura, Llendrix lo necesitaba para volver a reunir la maquinaria insurgente.
La vampirización masiva de indios para las minas no avanzaba como él quería.
Una vez que los individuos se daban cuenta de que eran más fuertes, peleaban entre sí y terminaban muertos, o mataban a los que aun no habían sido vampirizados. Era una sangrienta anarquía. Los capataces no podían dominarlos a pesar de ser vampiros también.
De nada servía incrementar su fortaleza si no era en beneficio de la extracción de metales.
Además, el ejército realista comenzaba a estudiarlos, y con frecuencia se les veía pasar en batallones rodeando Guana-taurus.
Por ello prefería volver su mirada nuevamente hacia la conquista de la colonia. Misma idea, nueva estrategia. Mandó una carta a Bassolus diciendo que se verían en Valladoler con Ytalcus para empezar de nuevo. Todos los lingotes que tenía acomodados en el patio de la Alhóndiga, los mandó enterrar en un paraje cercano de Guana-taurus, matando después a los que le ayudaron a hacerlo.

Ya en Valladoler encontró a Ytalcus metido en sus libros, traduciendo textos románticos del francés al castellano y tomando vino tinto en compañía de su querida Lucía.
Ytalcus no esperaba esa visita, ni esa propuesta, sin embargo, tampoco podía negarse.
Tendría que acceder a ir con él y volver a reunir rebeldes armados.

La siguiente noche, Llendrix invitó a cenar a Ytalcus acompañado de Lucía, pensando en halagar las capacidades del cura frente a la mujer que le inspiraba tanto cariño. La cita fue en una casa elegante del centro de Valladoler que por un breve periodo rentó el vampiro.

Durante el evento, Llendrix efectivamente se dedicó a adornar a su convidado ante su femenina acompañante. Ytalcus sonriente, crecido, disfrutó la charla. Ytalcus pensó que con tanto halago, ahora Llendrix sería más suave en su trato para con él, pues estaba reconociendo cuanto valía.
Los insultos y maltratos después de la batalla del cerro Gomeztruz, quedaban atrás, y lleno de entusiasmo Ytalcus propuso un brindis por el éxito de la nueva revuelta. Lo celebraron brindando con sus copas en alto.



MORDEO

Con la alegría del brindis, Lucía quiso compartir sus expectativas diciendo: “Y yo brindo por la pronta solución de toda esta violencia para que una vez finalizada y tomando ustedes el control de la nueva nación, Ytalcus, mis hijos y yo podamos irnos muy lejos de aquí a vivir en paz como familia, pues como él ya está excomulgado no habría problema en que vivamos juntos”.

Llendrix e Ytalcus sonriendo brindaron por ello.

Lucía agregó: “Y también quiero brindar por el buen obispo Alcitus que además de darme techo en su casa, me ha ofrecido tenerme a salvo de los horrorosos vampiros que andan desgraciando cristianos y ganados, y le estoy ayudando a reunir enseres metálicos entre la población para fundir más estacas”.

Mientras ella decía su breve discurso halagando al obispo, el rostro de Llendrix se endureció. Aventó su copa contra el suelo, se levantó de la mesa, hizo una señal a sus ayudantes que en un instante tenían capturado a Ytalcus sosteniéndolo con fuerza.

El vampiro se dirigió a la sorprendida Lucía, la sostuvo con sus firmes manos y procedió a un acto tremendo, descubriendo el sensual cuello para encajar sus colmillos con violencia, manchando de sangre esa inocente piel. Cuando terminó con ella, la dejó caer al suelo.

Llendrix miró los espantados ojos de Ytalcus quien gritaba desesperado. El vampiro le reclamó al cura su nexo con el obispo, le llamó espía, traidor, seguro que la excomunión era sólo una treta para hacerlo ver como auténtico rebelde pero no era más que un hipócrita.
Ytalcus se defendió recordándole a Llendrix que fue él como cura quien se apropió la rebelión usando el atrio de su parroquia de Villa Angustia para lanzar la ofensiva, adoptó al vampirismo para unirse a Llendrix y prácticamente tomó las armas que jamás en su vida había usado. ¿Para qué fingir una excomunión? Eso lo había hecho el obispo para castigarlo por robar el Guarda-lumbre.
Si Lucía se refugiaba en la casa del obispo era ella la que tenía a los hijos temerosos, y ella la que estaba desamparada, pues resulta que su pareja es el líder de la rebelión. Y preguntó furioso al vampiro: “¿Qué parte de lo que te he explicado no entiendes?”.
Llendrix arqueó la boca en señal de indiferencia. “No me importa lo que haga tu noviecita. Lo que me enoja y me hace desconfiar de ti es que el obispo ayude a la gente que te importa. Él debería estar presionándote a hincarte, rendirte y disculparte, o poniéndote en ridículo ante la sociedad. Ahora me entero que está cuidando a tus pollitos mientras tú te vas a la guerra. Carajo, eso le tocaría a tus hermanos o a su propia familia. Que casualidad que el mismo obispo que te excomulga te cuida la mujer. Tú me quieres hacer creer cosas que ni puedes explicar. Eres un sucio traidor cobarde que a nadie le sirves de gran cosa. Te advierto infeliz que al menor indicio que yo tenga de tu auténtica traición, daré a tu querida cuñada novia la orden telepática de matarse lentamente, y no habrá cura ni obispo que pueda detenerla. Y si se me antoja, antes de suicidarse le ordenaré que mate a sus hijos. ¡Ahora tú dime que parte de lo que te he explicado no entiendes!”.

El vampiro terminó su terrible acto y se retiró dando carcajadas, jugando divertido con sus ayudantes. Con esto sometía más que nunca a Ytalcus bajo su voluntad haciéndolo esclavo de su maligna naturaleza.

Un Ytalcus lleno de furia y odio contra Llendrix, impotente y derrotado levantó a la ensangrentada Lucía. Con lágrimas gritó pidiendo auxilio pero nadie acudió. Sacó en brazos a su querida mujer y con dificultades la regresó a la casa del obispo Alcitus, a quien pidió toda la ayuda para evitar que muriera.



VERITATIS VORAX

Luego de atenderla y curarla, débil pero estable, Lucía dormía lastimada mostrando las salvajes perforaciones en su cuello. Nunca Alcitus vio tan derrotado a Ytalcus.

Ya cargaba con la culpa de la muerte de su hermano y de sus amigos de Villa Angustia.
Ahora además estaba su querida Lucía controlada a distancia por el desdichado que la podría convertir en asesina de sus niños y en suicida con un simple pensamiento.

Alcitus enfocaba todo esto desde diferentes ángulos. Por supuesto le dolía esa tragedia, pero era claro que Ytalcus mismo permitió que ese engendro entrara en su vida. Le recordó que nada lo había obligado a dejar su apacible curato, operando con dieciséis sustitutos mientras él se las daba de hacendado vinícola y empresario.
Fue su propia ambición y ansias torpes de trascender por caminos inseguros lo que le tenía en tal tragedia.
Alcitus aprovechó para hacer aun peor las cosas. Era el momento justo para ello.
Le comentó a Ytalcus lo que había sucedido en Villa Angustia cuando aun su hermano Quíncas era el sacerdote de ese pueblo. Le contó que Llendrix solía visitarlo y que la noche que murió, Llendrix y Quíncas habían estado platicando por largas horas. Tanto en la puerta de la parroquia, como caminando por diferentes calles de Villa Angustia en donde varios vecinos los vieron, terminando en la casa parroquial.
La gente que ayudaba al cura en su casa les vio entrar, sirvieron las bebidas que solicitó Quíncas, y obedecieron cuando se les dio la instrucción de retirarse.
Gente que pasaba fuera de la casa cuando ocurrió el deceso de Quíncas, dijo que llegó a escuchar muebles que eran empujados, como resultado de movimientos bruscos, quizá una riña. Una garganta asfixiante emitió sus últimos lamentos, pero se demostró que esa no fue la causa de muerte del cura, sino la excesiva pérdida de sangre derramada en la sala y sobre las ropas religiosas que llevaba puestas. Así se determinó luego que lo examinaron.
La poca gente curiosa que llegó a presenciar la salida de Llendrix de la casa del cura, aprovechó sus botellas de pulque para disfrazar su indiferencia, pero más bien fue para salvar la vida.
“Llendrix fue el que mató a Quíncas”, dijo Alcitus. “No fue algo que se pudiera determinar enseguida, porque Llendrix aseguró que había salido de la casa en busca de ayuda pues alguien los atacó. Por la amistad que había entre ellos, la mayoría creyó esa versión del amigo asustado y urgido que iba por ayuda. Pero la notoria diferencia en el daño recibido (uno murió y el otro puede incluso salir corriendo sin un rasguño) sugería algo más. Si bien un cura no sabría defenderse igual que un militar, ¿Por qué hubo tanta saña contra un guía espiritual que se encontraba acompañado de un capacitado militar? ¿O por qué el militar no impidió que el daño fuera tan grave contra el cura?
La lógica indica que más bien entre los dos hubieran podido vencer al atacante, o al menos éste no habría tenido tiempo de hacer tanto daño a tu hermano, quizá solo algunas heridas”.

Ytalcus preguntó: “¿Y por qué no me habían dicho eso antes? ¿Para qué me dejaron asociarme con el asesino de mi hermano Quíncas?

El obispo contestó: “Porque estabas muy entusiasmado con tus nuevas amistades, no habrías creído en su maldad hasta verla con tus propios ojos, y porque estando cerca de él puedes colaborar mejor en su destrucción.”

“Luego de que el brucolaco mató a tu hermano, me enteré que el obispo Lucas había recibido la visita del brucolaco Llendrix y que él te había recomendado para el cargo en sustitución de Quíncas. Eso llamó mi atención, pues tú no eres nadie que uno pudiera recomendar para dirigir una parroquia. Tienes muchas inquietudes empresariales, corporales y rebeldes en tu incomodo espíritu, además de una vanidad terrible”.

“No eres ni la mitad de serio ni de entregado a tu profesión de fe como lo era tu hermano, y por eso tomé todo el asunto bajo mi personal atención”.

Ytalcus interrumpió con furia, lastimado pero también desesperado: “¿Y que paso con el obispo Lucas? ¿Qué le hizo llamarme y colocarme entonces sino fue por mi destacada conducta en dirigir almas?”

“Llendrix le había ofrecido lo mismo que a ti. Salud y eternidad. El pobre viejo ansiaba todavía abrir algunas parroquias en la costa grande, y creyó que había negociado perfectamente su salud a cambio de mandar a un distraído cura como tú, sin profundizar más en los motivos de ese demonio”.

“Ese brucolaco terminó con la vida de tu hermano, engañó al obispo, te ha usado como títere, ahora tiene dominada la vida de la dulce Lucía, y encima te tiene sometido a su entera voluntad. Ha destruido tu miserable vida. Si no hacemos algo, destruirá muchas más. Debemos destruirlo”.



VIA HIPNOSIS

El obispo mandó traer a Bassolus quien tardó menos de un día en llegar de Villa Angustia a Valladoler, cambiando de caballo en Cajetlán.
Una vez reunidos, hicieron planes sabiendo que pronto se irían de Valladoler para ir con Llendrix. Ignoraban que camino tomarían y sería muy arriesgado usar frecuentes correos.

Por su larga formación en Roma, con experiencia en exorcismos y manejos mentales de poseídos, Alcitus les planteó la siguiente situación.

Existía un control telepático del brucolaco sobre Lucía, pero usarían en dirección opuesta la liga mental que había tendido hacía ella, es decir, ella podría dirigir su mente hacia el brucolaco y tratar de saber por donde estaba, que planes tenía en su maligna mente, y así, todo lo que él pensara.

Era claro que los brucolacos irían en sus ataúdes montados en las carrozas adaptadas. Llendrix traía también a su adolescente hijo que procuraba estar atento durante el día cuando su padre permanecía acostado en su ataúd.

Cuando Lucía se recuperó un poco del ataque y estuvo conciente, Alcitus le explicó que usarían la liga telepática instalada por el brucolaco para que ella se conectara con la mente del malvado, induciéndola por medio de hipnosis.

Bassolus podría estar atento y comunicado esporádicamente con el obispo, esperando el mejor momento para darle muerte a los vampiros.
Alcitus recomendó al joven militar que considerara también que cuando el brucolaco descansa en su ataúd, es bastante vulnerable, y ahí se le puede clavar una estaca en el corazón para decapitarlo de inmediato.

Lucía e Ytalcus abrazaron a Bassolus. Para el obispo, ese joven era en verdad el héroe que podría salvar a Nova Iberia de los brucolacos, y se juraba que de lograrlo, su principal misión como transmisor de la justicia divina, sería conseguir que Bassolus tuviera una vida digna y agradable en España a lado de su familia por siempre.

Ytalcus dijo entonces con lágrimas: “Amada Lucía, puse en peligro tu destino al provocar yo la muerte de mi hermano, y ahora nuevamente cometo la misma estupidez al involucrarte con ese desdichado vampiro que pretende dominar a la colonia entera. He sido tan tonto que lo que más amo, es lo mismo que arriesgo y estoy a punto de perder”.
“No lo vi con mi hermano Quíncas, tampoco con mi hermano Matías, y ahora que lo veo claramente, estoy a punto de perderte a ti”.
En un largo abrazo lloraron juntos, mientras el obispo y Bassolus se retiraban.



FORTIS MILITIA

Ytalcus estaba obligado a partir con Llendrix y ser extremadamente cuidadoso porque de lo contrario, el vampiro manipularía a Lucía para que se matara.
Si ayudaba al vampiro en sus planes contra la gente y la colonia, entonces sería el obispo quien diera muerte a Lucía.
Que trágico papel le tocó jugar en esta guerra. Un día se sintió el brillante centro de la sociedad y del movimiento libertario. Hoy era el peor miembro de la comunidad, y el esclavo con la peor condena.

El único rayo de luz que entraba a su vida era pensar que el obispo tuviera éxito en su “Pugna espectralis”, y lo mejor que podía hacer para colaborar era portarse como un completo inútil.



STRATEGMA

El obispo Alcitus dirigió una carta al brigadier Ayejaz requiriendo su presencia. El militar llegó a Valladoler en dos días.
Le explicó todo lo acontecido sobre la prisión en que viajaba Ytalcus sometido al brucolaco y la liga telepática que éste había sembrado en Lucía.
Los planes insurgentes de Llendrix no funcionaron en el pasado y ahora ignoraban que haría, pero seguramente sería bélico.
Ayejaz consideró muy valiosa toda esta información. Entendió perfectamente el asunto de la liga mental entre la dama y el vampiro, y propuso que no se quedaran en Valladoler, sino que partieran juntos detrás de los rebeldes.
No era necesario viajar en un numeroso contingente, bastaban ellos tres (Ayejaz, Alcitus y Lucía) y los discretos guerreros de la “Pugna espectralis”.
Bassolus sería su informante. Bastaría con un ocasional rodeo de exploración que hiciera el joven militar para tener breves encuentros con él.
Los niños se quedarían en un convento y así nadie les haría daño. Respecto a Lucía, ellos intentarían que no se lastimara a sí misma.

Alcitus, Ayejaz y Lucía irían disfrazados de campesinos en una discreta carreta de uso agrícola acompañados a distancia de silenciosos y espectrales soldados adiestrados para actuar bajo la protectora sombra de San Bruno, aquel fundador de la Orden de los Cartujos que hacían votos de silencio. Cuerpo y mente activa como su fe, pero sin emitir voces, y muy escasos sonidos.



SANCTUM MICHAELI ARCHANGELO

El obispo Alcitus entendía que si triunfaba la independencia sería por el esfuerzo de sus pobladores y porque ese era el destino de Nova Iberia. La colonia ya era católica, de modo que el argumento de regir en estas tierras por motivos evangelizadores ya estaba agotado. Con toda certeza, el número de creyentes de esta colonia superaba al de España.
Su deber como obispo era entonces asegurar que esa obra de fe no se derrumbara. Ya había intimidado a los brucolacos con las estacas en la batalla del cerro Gomeztruz.
Había que darles un golpe más fuerte, uno definitivo. Se inspiraría en el arcángel San Miguel, que vestido de soldado romano, y considerado el príncipe de la milicia celestial, arrojó al demonio hacia los infiernos.
Alcitus defendería la latinidad y la religión. Su lucha personal tenía como fin el “Diabolus excidium” (caída del diablo), papel para el cual se había preparado en Roma y por lo que recordaba cada enseñanza del fraile Calmet y cada palabra de su Tratado.
Le daría un decapitante baño de sangre a esos brucolacos, y para consagrar su triunfo, se ocuparía de cambiar el nombre del poblado donde vivió Llendrix, dedicándolo ahora a San Miguel Arcángel.



BREVIS DILLATIONIS

Reunidos nuevamente los vampiros Llendrix, Damaris y Ximérez, con Ytalcus (ya sin el Guarda-lumbre), volvieron a formar un respetable contingente armado.
La incomodidad, la desconfianza y la muy lejana meta perseguida por cada uno, produjo discusiones, pleitos, desencuentros e insultos desde el primer día.

Se culpaban mutuamente de haber tenido la victoria en sus manos y dejarla escapar.
Bassolus aprovechaba su rango militar inferior para no opinar ni discutir. Además, se le había advertido que no debía dirigir batallones para evitar ser fusilado en caso de captura. Su papel era significativo, pero sin gente a cargo. Su acción individual desconcertaba al enemigo y eso le valía para seguir siendo independiente.

Los vampiros Damaris y Ximérez aun no entendían los nuevos deseos o planes de Llendrix, por eso continuaban las recriminaciones del pasado.
Esta desorganización, se sumó a un exceso de confianza luego de que durante las semanas pasadas ninguno de ellos fue atacado ni buscado a pesar de haber ofendido gravemente al sistema. La gran cantidad de personas que se les había sumado ahora, casi 100 mil, los hacía sentir militarmente intocables. Ese fue un error, pues no era una tropa mejor capacitada que la anterior ni se identificada con la meta, simplemente se había corrido la voz de que con esos caudillos se podían hacer jugosos saqueos, y lo de la independencia era un simple pretexto.



(Januarius) PONTUM CALDERIX

En la madrugada del 17 de enero de 1811 sucedió que en un sitio llamado Puente Calderix (a 60 kilómetros de Guadala-vaca) los rebeldes tuvieron un inesperado enfrentamiento bélico con los realistas. Los soldados del virrey eran comandados por el brigadier Ayejaz, quien por medio de correos falsos que dejó interceptar a propósito, hizo creer a los rebeldes que él estaba aun muy lejos. Así los sorprendió enfrentándolos en esta región campirana.
La diferencia numérica era enorme. Se contaban 100 mil rebeldes con 1,200 fusiles y 95 cañones. Enfrentarían a 6 mil oficiales (3 mil de caballería y 3 mil de infantería) cuya artillería se formaba de solo 10 piezas.

Los vampiros incluyendo a Ytalcus pensaron que con tan asombrosa diferencia, el mismo brigadier Ayejaz elegiría pasarse a las filas insurgentes.
Su fe que rechazaba por completo las intenciones del “Maleficus militum” se lo impidió.



OCASSUS

La batalla comenzó. Los rebeldes se presentaron en multitud, pero desorganizados, desmotivados y desunidos. Puente Calderix no era un pueblo o una ciudad que se pudiera saquear, por lo que no les era lógico arriesgar la vida luchando en un valle despejado.
Hacía apenas unos meses, las flechas incendiarias de los insurgentes habían vencido la puerta del gran depósito de Guana-taurus.
Esta vez, una flecha incendiaria estratégicamente lanzada por los realistas, cayó directamente en la bodega provisional de pólvora de los rebeldes, causando tal explosión de granadas y barriles, que de nada sirvió la superioridad numérica. Toda la multitud insurgente salió corriendo despavorida. Las municiones se redujeron drásticamente, el gran incendio obstruía la visibilidad, dejando en significativa desventaja a los rebeldes pues fue en su campamento en donde se presentó el daño. La historia de Nova Iberia registraría para siempre ésta batalla de Puente de Calderix, en donde 6 mil vencieron a 100 mil con una sencilla estrategia en una batalla que apenas duró 6 horas.
La derrota fue natural ante esas circunstancias y se capturaron muchos prisioneros rebeldes. Los caudillos insurgentes tuvieron que huir en una pequeña cuadrilla de no más de cinco carrozas y veinticinco caballos.



(Februarius) FUGITIVUS

Ytalcus, Damaris, Ximérez y Bassolus acompañaban a Llendrix y su hijo Indalix en la fuga.
Eligieron escapar al norte. En su camino pasaron por el estado de Termápolis. Se detuvieron en una hacienda. Ahí, sin mayor consideración ni discurso, enfrente de todos los presentes, el Generalísimo Ytalcus fue despojado de su rango y del mando militar.
Ahora Llendrix quedaba al frente en el más alto cargo de su armada.
Dejarían a un lado la estrategia ofensiva, era prioritario alejarse de Ayejaz. Lo primero era escapar y reacomodarse. La insurgencia había quedado desprestigiada. Quien sabe si los indios y los campesinos volvieran a interesarse en ayudarlos, pues no hubo saqueo ni victoria, pero si muertos, mutilados y cientos de rebeldes hechos prisioneros.

A Llendrix no le servía de nada cargar con Ytalcus, pero prefería tenerlo cerca. Desde que supo que el obispo Alcitus cuidaba de su enamorada, le perdió toda la confianza.
Desde ese día, Ytalcus era más un prisionero que un compañero. No se le comentaba ningún plan, ni se le consultaba nada, no se le daba un arma, ni compartía la mesa de los caudillos.
Por supuesto que sentía vergüenza. Prefería irse, pero no le era permitido. Ya no era ni jefe, ni soldado, ni cura. Sólo era prisionero de antiguos amigos.
“Que mal había llevado las amistades”, se decía a sí mismo, “Cuando no les doy la espalda, me la dan ellos a mi”.

A veces volteaba al cielo y con una sonrisa en la cara, reconocía que tenía envidia por la libertad de aquel cura de pueblo llamado Morebius. Quien sabe como le estaría yendo.
¿Habrá logrado tomar Acapulix?
Al menos podía distraerse pensando en aquel valiente sacerdote que había tenido mejor suerte que él y estaba a salvo de los soberbios vampiros por actuar en una región caliente.

Damaris avisó a ciertos rebeldes del norte de Nova Iberia, que atravesarían su territorio para ir hacia el poderoso país vecino del norte, y allá solicitarían ayuda, armamento, tropa, financiamiento, y si fuera necesario, negociarían con territorio que cederían si triunfaba la insurgencia. Para Llendrix eso no era un problema, podría recuperarlo después con su ejército vampírico.

Por su parte, el obispo Alcitus seguía introduciendo a Lucía en el trance de la hipnosis. Con eso él y Ayejaz lograron detectar que Llendrix ya no pensaba en atacar ciudades ni fortalecerse en Guana-taurus. Supieron que su plan era atravesar el desierto del norte para alcanzar la frontera con el vecino país y solicitar ayuda.
Había pocos puntos en el norte que pudieran haber sido tomados por los rebeldes, y con seguridad en esos puntos intentarían hacer una escala de descanso y emisión de cartas a posibles auxilios norteños o extranjeros.

El obispo subrayó que después de Termápolis, hacia el norte estaba el gran desierto pasando por los estados de Zacatexas, Duran-toro y Cuahuilix. Los brucolacos tendrían que ir resguardados en sus ataúdes para soportar el calor del día. Podrían salir de noche, pero pasarían las horas de sol encerrados.

Ayejaz señaló los pocos puntos norteños sujetos por los rebeldes que podrían ser usados por la caravana en fuga. Atacaría sólo esos lugares adelantándose a la comitiva de los vampiros para prepararles una recepción sorpresa.

Lucía dejó de sentir el constante dolor de cabeza que le producía la presencia mental de Llendrix. Era obvio. Si el vampiro se iba al país vecino, derrotado y apurado, tendría entonces mejores cosas en que pensar en vez de ocupar su mente para controlar una mujer a distancia. Esto podría significar también que ella no podría conectarse más a la mente del vampiro. Sin embargo, los pocos días que funcionó, fueron muy informativos.

Por las largas horas de encierro en su ataúd, los vampiros quedaban anulados militarmente. Bassolus era el hombre a cargo durante el día y a la cabeza de la caravana.
Lo aprovechaba para asomarse a mirar si a la distancia se distinguía la carreta campesina del obispo con Lucía y Ayejaz.

El grupo rebelde avanzaba en línea recta hacia el norte. Damaris había mandado avisos a poblados rebeldes norteños, y hubo uno que contestó. En marzo recibieron un mensaje de una hacienda desde la que un viejo conocido de Llendrix le decía que le esperaba para apoyarlo en su camino al otro lado de la frontera. Se trataba del capitán Elizondrix que estaba en las Norias de Acatitus, un sitio en el límite norte del estado de Cuahuilix.
Le ofrecía alojamiento, comida y descanso para la tropa y los caballos. La oferta era muy tentadora especialmente para quienes atraviesan unos desiertos tan áridos encerrados en ataúdes. El jefe de todo el contingente, Llendrix, aceptó tan alentadora invitación.
Incluso le animaba poder saludar a Elizondrix después de tanto tiempo.

No había rastros de persecución realista. Seguramente el virrey y su fiel Ayejaz estarían celebrando su victoria. Y un vampiro eterno como Llendrix podría regresar en un mes, un año o cien años a intentar su cometido.



(Martius) SIMULATIO

Durante el día, la comitiva era guiada por Bassolus, seguida por las cinco carrozas, cuatro de ellas con ataúdes. Sus pocos soldados cansados y sedientos no generaban pensamientos brillantes. Resistir y avanzar era todo en su mente, con el único objetivo de llegar a las Norias a donde estaban invitados.

Alcitus seguía hipnotizando a Lucía para averiguar si Llendrix tenía algún plan oculto, pero la conexión se había perdido.
Prácticamente el vampiro se había olvidado de Lucía y de tomar la capital de la colonia. Lo primero era cruzar la frontera. Ytalcus había mostrado una excelente conducta, en ningún momento el vampiro hizo conexión con ella para inquietarla o darle alguna orden. Y ¿para qué?, según él, la dama estaría muerta de miedo rezando por no matar a sus propios hijos.

Bassolus ignoraba si aun los venían siguiendo. Tenía dos días que no veía más la carreta campesina. Además desconocía el nuevo plan del obispo y de Ayejaz. Se sentía a la deriva, pero llegaría hasta el final de todo esto.

Ayejaz conocía bien a Llendrix por haberlo tenido bajo sus órdenes varios años y sabía que fue amigo del militar Elizondrix. Si éste último le escribía a Llendrix una carta diciendo que también era rebelde, que detestaba a Ayejaz y al virrey, esto cegaría al presionado y fugitivo Llendrix y no le daría más vueltas. Confiaría en él.

Para desgracia del vampiro, Elizondrix seguía siendo un fiel realista. Capturó a la población rebelde en la hacienda de las Norias de Acatitus, escribió la carta a Llendrix y lo esperó con calma, haciéndose pasar por jefe de un batallón rebelde.



VICTORIA

Era el mediodía. El primero que llegó a las Norias fue Bassolus, quien solía adelantarse a la caravana.
Saludó a Elizondrix. Luego de dar un rápido vistazo se dio cuenta de que el lugar tenía escasa población, y que más atrás podía verse escondido un destacamento militar realista. Preguntó a Elizondrix sobre ese asunto, y este contestó:
“No se preocupe capitán Bassolus, estamos rodeados de puro desierto, en un calor de los mil demonios, y fíjese que curioso, justamente es lo que vamos a capturar esta tarde, demonios. Tengo órdenes de respetar su persona si desde este momento se mete a ese cuarto en calidad de preso y no nos estorba para nada. El obispo nos ha dado las mejores referencias sobre usted, pero se ignora si en estos días en el desierto el vampiro le haya amenazado con algo, de modo que pudiera usted traicionar la confianza del obispo o del brigadier Ayejaz”.

Bassolus preguntó: “¿Está usted enterado de todo esto? ¿Sabe que hay vampiros en esas carrozas que habrán de llegar en cualquier momento? ¿Qué garantías tengo de que al encerrarme no me harán daño ni correré la misma suerte que los vampiros?”

Recibió respuesta: “Despreocúpese y descanse capitán. Usted no es vampiro. Si lo fuera este calor lo estaría venciendo. El obispo me ha encargado que cuide de su persona como algo muy valioso, excepto si usted decide complicar nuestra operación. Le sugiero que acepte mi invitación. Métase a su celda. Yo y mis hombres haremos el resto. Más tarde llegarán el obispo y el brigadier, y usted podrá platicar con ellos. Ahora por última vez, métase capitán. No tardarán en llegar sus acompañantes”.

Bassolus aceptó pero tenía una pregunta más: “Se supone que este poblado está del lado de los insurgentes, ¿Cómo es que está usted ahora al frente?”

Elizondrix respondió:”Hace tiempo Llendrix y yo estuvimos juntos en el mismo regimiento militar bajo las ordenes del brigadier Ayejaz. Yo era un buen compañero de Llendrix y demostraba mi lealtad a mi amigo. También era yo su subalterno. Alguna vez el brigadier pensó darme un ascenso y lo comentó con Llendrix. Éste además de reírse, sugirió que ese reconocimiento se le diera a Damaris en vez de a mí. Con toda franqueza capitán le digo que ese sujeto no tenía ni la mitad de méritos ni de experiencia que yo, y sin embargo así se hizo. Ascendieron a Damaris. Me tocó ver como Llendrix no honraba ni la verdad, ni al ejército ni la amistad. El brigadier tuvo la discreción de no decirme nada al respecto. Pero me tocó ver como ese admirado amigo y mando superior, días después le daba la espalda al ejército realista junto con su protegido Damaris para iniciar una sangrienta rebelión.”
“Gracias a que el brigadier nunca me dijo nada, mi actitud hacia Llendrix siempre fue de fidelidad militar y amistad sincera. Y esa es la impresión que Llendrix conservó de mí. Yo me enteré de todo tiempo después por otras fuentes.”
“Resulta que ahora la fortuna me sonríe. El brigadier reconoce mi fidelidad realista, me ha confirmado la versión que le he expuesto, y me ha ofrecido que si esta operación de captura de Llendrix y sus secuaces es efectiva, seré yo quien ocupe su rango y lugar en el ejército. Tantas cuentas pendientes que se podrán saldar en una sola misión. ¿Dígame si no es excelente oportunidad capitán?”.

Bassolus sonrió, asintió y se retiró a su celda donde había un camastro y agua. Inquieto estuvo mirando por la única ventana del cuarto.

Elizondrix y sus hombres permitieron que llegaran todas las carrozas y se soltaran los caballos. Los hombres desmontaron, fueron invitados a pasar a un fresco salón en donde había agua, alimentos y sillones confortables. También el hijo de Llendrix, Indalix, aceptó el refrescante ofrecimiento que les dispensaban. Su actitud revelaba que no era vampiro como su padre. Se les atendió cortésmente invitándolos a ponerse cómodos, retirándose las botas y las armas. Todo el peso del uniforme. Cuando estuvieron en lo más relajante de su descanso, algunos dormitando, la cuadrilla insurgente fue hecha prisionera.



PENA MORTIS

Las carrozas quedaron sin vigilancia y un silencioso grupo destacado para operaciones contundentes se acercó a ellas. La mano de la “Pugna espectralis” por fin caía sobre los vampiros. El ataúd de Ytalcus fue alejado un poco del resto. Se abrieron al mismo tiempo los tres ataúdes de Llendrix, Damaris y Ximérez.
Mientras se les encajaba con frialdad una estaca bendita en el corazón, el obispo Alcitus exclamaba según las enseñanzas del benedictino Calmet: “Nem ferro secui mox caput ejus, perfodique nocens stipite corpus” (Pues luego corté con el hierro su cabeza y atravesé con un palo el funesto cuerpo).

La perforación pectoral en sus cuerpos provocó una violenta apertura de ojos mostrando señales de sorpresa y muerte en su expresión. Los cuerpos fueron sacados de sus cajas y colocados a un lado. Ytalcus fue sacado de su ataúd pudiendo apenas dominar su cuerpo debido al excesivo calor de Cuahuilix. Encadenado fue llevado para atestiguar lo siguiente.
Se aproximaron Elizondrix y Ayejaz. El obispo roció agua bendita sobre los cuerpos estacados en cuyos rostros caía provocando un humo fétido.
Damaris y Ximérez gritaban sonidos lastimosos que les era ahogado echándoles más agua bendita por la boca. Llendrix vio la plantilla de verdugos que se presentaban para destruirlo.
En el suelo y sangrando del pecho por la estaca, miraba con odio a Elizondrix, al obispo, al brigadier y a Ytalcus encadenado.
Quiso hacer destrozos, gritar insultos, matarlos a todos. Pero al mismo tiempo de su muerte temió por su hijo Indalix, preguntando por él a gritos.
Los “Espectralis” se ocuparían de los convulsionados cuerpos sangrantes de los vampiros. Primero el líder.
Llendrix insistía en preguntar por su hijo, quería verlo, y gritaba desesperadamente su nombre. La respuesta que recibió fue un hachazo en el cuello que le desprendió la cabeza. Y en ágiles movimientos, los coordinados “Espectralis” pasaron al mismo sitio a los otros dos vampiros para aplicarles la misma pena.
Las cabezas fueron depositadas en cajas con sal, y los cuerpos devueltos a sus ataúdes.
Ytalcus atestiguó todo encadenado y también fue llevado a su ataúd. Era increíble que ahora que estaba tan débil, deshidratado, sucio, encerrado en un ataúd encadenado, su alma estuviera comenzando a sentir algo parecido a la libertad. Era la segunda vez que al estar en un ataúd, sentía que saldría renacido hacia una nueva vida.



TORO-HUMARAS

Ytalcus siguió siendo tratado como prisionero. El obispo le permitió seguir viajando y durmiendo en su ataúd.
De la hacienda de las Norias, los prisioneros (vivos y muertos) fueron trasladados al Hospital Real en un bastión militar realista bien resguardado en el norteño estado de Toro-humaras.
En mayo se simuló un juicio a Llendrix, Damaris y Ximérez –de cuerpo presente-.
Se descargaron los elementos acusatorios, y un mes después, en junio, se fusiló a los cuerpos decapitados. Los ataron a troncos para sostenerlos de pie durante la ejecución. Obviamente no con la idea de darles muerte. Fue una ceremonia militar para vengar a las armas realistas de las ofensas de esos canallas.

Indalix también fue fusilado, pero no se le decapitó debido a que no tenía dotes vampíricas como su padre (ya que estas se otorgan, no se heredan). Se arrojó su cuerpo a las aves de rapiña. Los vampiros que lucharon por la independencia de Nova Iberia dejaban de existir, sin glorificar los planes del “Maleficus militum”.



BASSOLUS PRAEMIUM

Bassolus fue reconocido y premiado como lo prometió el obispo Alcitus. Fue enviado a España junto con su familia.
En el mismo barco que viajó, iba un preso con desorden mental provocado por una bala.
Este hombre ingresó a la cárcel en España bajo el nombre de Bassolus para cumplir cadena perpetua. Seguramente por lo grave de su estado, los vax-cors que lo llegaron a visitar nunca intentaron rescatarlo. Murió en prisión 3 años después.



AYEJAZ PRAEMIUM

El brigadier Ayejaz se quedó un mes más en el norte para terminar de exterminar los bastiones insurgentes que se tenían detectados en la región. Al año siguiente se le nombró Conde de Calderix por su fascinante victoria en aquel lugar contra los rebeldes.
Por distinguirse como recio defensor de la colonia, en 1813 llegaría a ser virrey de Nova Iberia. Ocupó el cargo por un periodo de tres años antes de volver a España.



YTALCUS EXCILIUM

El obispo Alcitus que había llevado consigo a Lucía en la carreta, mandó traer a sus hijos y hasta entonces reunió a todos con Ytalcus. Desde ese momento ya no se separarían.
Respecto a la rebelión, el “fondo” estaba resuelto, de todos los caudillos que seguían por diferentes partes de la colonia buscando la independencia, algunos eran sacerdotes pero ninguno era vampiro.
Juntos, Alcitus e Ytalcus se concentrarían entonces en pulir la “forma” en que quedaron asentados los hechos de los últimos meses construyendo una historia creíble para la posteridad calculando que tarde o temprano alguna insurgencia triunfaría, y que este primer intento fallido pero valiente se consideraría el digno antecedente de la revuelta y su éxito.

En esa historia Llendrix, Damaris y Ximérez, quedaron registrados como los caudillos que quisieron independizar a Nova Iberia y murieron fusilados en el intento, pero sin hacer ninguna mención de su naturaleza vampírica. Bassolus quedó como el esforzado capitán que obedeció en todo a sus superiores, que no comandó batallones insurgentes, pero con su arrojo, lealtad y fiereza siempre fue un ejemplo de la gallardía y decisión de un auténtico patriota. Se dijo que fue llevado a España a cumplir cadena perpetua.

El motivo de porqué no entraron a la capital aquella vez que pudieron, lo dejarían sin explicación escrita. Algo debían dejar a los investigadores sin resolver, para que escarbaran ahí y no en otro lado. (La niebla no es solo un recurso vampírico).

En ese mes, Ytalcus hizo buena amistad con los guardias que custodiaban su ataúd. Por las noches tocaba el violín, deleitando a todo el campamento.
En acto simbólico pero necesario, le fueron raspadas las manos con un cuchillo (sin levantar piel) para desprenderle la facultad predicadora que su antigua investidura de sacerdote le otorgaba. Con eso y la excomunión, Ytalcus quedaba completamente fuera de la religión católica, que en cierta forma ya había abandonado hace tiempo.

Ytalcus podría llegar hasta Francia y vivir allá con Lucía y sus sobrinos, sin jamás volver a pisar tierra española ni sus colonias, ni poder comunicarse con nadie salvo con el obispo, por si un día le diera nostalgia de esta tierra.

Un prisionero de cierta edad y fisonomía similar a la de Ytalcus fue pasado por las armas usando la negra indumentaria que había usado aquella madrugada del alarido en Villa Angustia. La cara del prisionero quedó destrozada y le fue separada del cuerpo.

Ayejaz recibió la cabeza del supuesto Ytalcus, y junto con las otras tres conservadas en sal, fueron llevadas por José Antonio Gausius hacia Guana-taurus, para ser colgadas en jaulas en las esquinas superiores del gran depósito, donde muriera el valiente y gran funcionario colonial, Intendente Octavius, en aquel sangriento septiembre de 1810.

La gente adulta y patriota aventaba piedras para ahuyentar a las aves que se acercaban a despellejar las macabras cabezas, y los niños imitándolos, encontraron un divertido juego: lograr que las piedritas lanzadas se quedaran en la jaula, y mejor aun, se atoraran en las cavidades oculares de los despellejados cráneos.



LAPIDARIUS

El obispo había salvado a una colonia y al mundo de una amenaza vampírica terrible.

Los vax-cors en general no apoyaron a Llendrix, y siguieron relegados en Nova Iberia y en España. Sin embargo, cinco años después, dieron muerte al obispo Alcitus, pues él había frustrado su mejor intento de libertad en siglos (y hasta la fecha, los vax-cors siguen peleando en diversas formas para ser reconocidos como un país diferente a España).



MOREBIUS MAXIMUS

La lucha por la Independencia continuó gracias al impulso que un día sembrara Ytalcus en Morebius, aquel cura padre de dos familias que comenzara con 25 campesinos y tomara el fuerte de Acapulix. Y lo pudo tomar gracias a que el brigadier Ayejaz estuvo entretenido varios meses al norte de la colonia en una complicada campaña militar de persecución.
El cura Morebius sería reconocido en la historia de Nova Iberia como el mejor luchador y el más inteligente rebelde que tuvieran las filas independentistas, un caudillo de fama inmortal. Hasta Napoleón llegó a expresar su admiración por su genio militar.
Por haber nacido en la ciudad de Valladoler, en un merecido homenaje le cambiaron el nombre a la población. Desde 1830 se llama Morebia.



LOS DOLIENTES

Uno de tantos regimientos insurgentes que brotaron en Nova Iberia tras la desaparición del carismático cura de Villa Angustia, fue el que adoptó el particular nombre “De la muerte”. La misión específica que tenía este regimiento era vengar la muerte del cura, por lo que perseguiría y mataría a todos los involucrados en su captura y fusilamiento. Se nombraban a sí mismos “Los dolientes”, significando el luto y el vacío que la ausencia del caudillo les provocaba, además de la profunda admiración que le profesaron. No hay que olvidar que hubo sectores que lo elevaron a la calidad de Alteza Serenísima, y en Nova Iberia se le reconocería siempre como el primero que levantó la voz en América por la abolición de la esclavitud.



YTALCUM VICTORIS

En el otoño francés de 1811, Ytalcus pudo comenzar a disfrutar su vida eterna en las distinguidas calles de Paris, durmiendo siempre en su ataúd con tierra de Villa Angustia. Ese detalle no perturbó su nueva vida en pareja, pues recordemos que era más fuerte y ágil de noche. Luego de dedicarle su amor a Lucía, la dejaba dormir placidamente mientras él asistía a funciones de obras de teatro, se codeaba con la aristocracia parisina bebiendo los más finos vinos, comiendo los más elegantes bocadillos y participando de la vida nocturna en centros culturales, exposiciones de arte y cabarets (donde tenía su más excitante fuente de sangre).
Hacía excelentes traducciones de las novedades literarias francesas para ser colocadas en el amplio mundo de habla hispana, al mismo tiempo que las obras destacadas en castellano, las pasaba al francés para introducirlas entre el público de su nueva patria.

En ciertas épocas del año, Ytalcus pasaba temporadas en su finca provinciana cultivando vides y olivos, produciendo seda y miel, al lado de la hermosa Lucía y rodeado de sus cariñosos sobrinos, que lo miraban como a un padre.

Algunas noches en soledad se servía una copa del mejor vino, la levantaba hacia Nova Iberia, y con gran orgullo decía: “A tu salud, hermosa Dolores”.
Otras veces con aire más solemne, su brindis lo dedicaba al generalísimo Morebius.



NOVA IBERIA HOY

En cuanto Nova Iberia se independizó, hizo homenaje a la memoria del caudillo.
Se decidió nombrar a un estado de la federación como “Ytalcus” (el cual tiene grutas famosas donde habitan extensas comunidades de murciélagos), así como al sector más refinado y elegante de la capital del país, donde se instalarían las embajadas de los países conforme iban reconociendo la autonomía de la nueva nación.
La intelectualidad solicitó al gobierno que construyera un teatro céntrico con su nombre y estrenarlo con la obra “Tartufo”.
Nova Iberia hizo así un homenaje al valiente caudillo y sensible sacerdote que llevó en el brillante Guarda-lumbre la esperanza de libertad de toda una nación, para el cual se construyó un enorme monumento en Atoronilco. Las veladoras que producen en esta población se venden en todo el país con una imagen del cura.
El cerro Gomeztruz, escenario mezclado de estacas y empalados en aquella batalla cerca de la capital, luego de retirarse los cadáveres y quemar sus ensangrentados pastos, se colocaron cientos de cruces en memoria de todas las víctimas. San Laurel el Grande cambió su nombre por el de San Miguel, tal como lo solicitó en vida el obispo Alcitus.
Entre la gente, se ha ido forjando la frase del “Año de Ytaclus”, la cual han sido los políticos sexenales los que mejor la han aplicado en su más alto beneficio.



YTALCUS, EL VAMPIRO LIBERTADOR

Nunca se supo donde comenzó el rumor de que Ytalcus había sido un vampiro.

Quizá fueron sus celadores en Toro-humaras quienes contaron la historia por dinero.
O quizá algún miembro de la misteriosa agrupación “Pugna espectralis” decidió que era justo dar a conocer su papel en la libertad de la nación, y sólo divulgando lo del vampirismo del caudillo tendría sentido su relato.

También se ha pensado que Llendrix pudo dejar cosas en Guana-taurus que delataran todo o parte de este asunto.
Quizá los testigos de tantas matanzas donde participaron un lobo, un murciélago y la niebla, hicieron conclusiones dando fundamento al mito.
Pudo ser también la hermana de Beatrix Dasorus (la difunta esposa de Llendrix) la que investigó todo para esclarecer la muerte de su entusiasta hermana, luego de que hallaran la tumba removida y la cabeza degollada.
O tal vez fue Josefix que al morir su esposo Domenicus por las excesivas mordidas de Ytalcus, y la desolación por saber que la cabeza de Llendrix colgaba en una jaula, decidió narrarlo todo.
Otros creen que el gobierno guana-taurense inventó todo para justificar la búsqueda del tesoro enterrado de Llendrix, o para provocar una creciente afluencia turística que les ayudara a salir de la crisis.
Lo que es un hecho, es que el mundo entero ya sabe que el caudillo Ytalcus era un vampiro, y una infinidad de libros, novelas, películas e Internet se han encargado de divulgarlo.
Comenzaron a hacerse documentales, revistas, conferencias y análisis para debatir los alcances de ese hombre como vampiro y caudillo de la guerra de independencia, pero hacia falta una obra que revisara a fondo su biografía partiendo de su niñez, detallando la muerte de cada hermano, la interacción con cada personaje destacado de la autoridad novo-ibérica, y los pormenores de cómo conoció y se asoció con cada caudillo de aquella lucha.

Ahora como todos sabemos, la palabra “Ytalcus” es a nivel mundial sinónimo de vampiro.
Nova Iberia recibe gustosa a miles de turistas anualmente cuyo principal motivo de viaje es esta historia.
Se les venden noches de hospedaje en fortalezas, casas y guaridas en las que pernoctó el vampiro. Se hacen excursiones a las poblaciones, praderas, valles y ciudades por las que pasó. La famosa Alhóndiga es ahora un museo-hotel con sección española y sección vampírica en el que cada fin de semana se hace una representación espectacular con luz, sonido y actores sobre aquel famoso asalto insurgente. El público tiene oportunidad de fotografiarse con los actores después del espectáculo. La versión ficticia del indio con loza en la espalda triunfó sobre las flechas incendiarias. Ahora cada en año durante el festival cívico, puede verse a un pequeño contingente de “bípiras” con loza colgada avanzando pecho tierra. Los niños se divierten colgándose también ligeras lozas plásticas aventándose objetos protegiéndose con la loza, una especie de “Gotcha” infantil y urbano.
Guana-taurus iba a ser la sede de un importante festival cultural de literatura quijotesca, pero la demanda internacional presionó para que en vez de eso Guana-taurus fuera declarado “patrimonio mundial de la literatura de terror”, quedando sus túneles, minas y calles protegidos por leyes internacionales. La ciudad es escenario obligado y anual del Festival Vampírico más grande del mundo, atrayendo expositores de todos los continentes, con innumerables funciones de teatro, cine, lecturas en voz alta, performance, música, danza, y presentación de libros. En las dos semanas que dura el festival, se organizan dos rutas turísticas en caravana motorizada impresionante.
La salida es desde la cercana ciudad de Villa Angustia, conectada por una súper autopista a Guana-taurus. La madrugada del 16 de septiembre, luego de participar del evento patriótico nacional más importante, la fiesta del Alarido, agencias de viajes y particulares reúnen a más de quinientos vehículos entre carros y motocicletas, muchos de ellos decorados con motivos vampíricos, y salen en caravana motorizada hacia Guana-taurus.
Llegan a hacer presencia para la apertura oficial del festival el mismo día 16 y de ahí se forman dos contingentes: uno que va hacia el Cerro Gomeztruz en la periferia de la capital, y otro que va hacia el estado de Toro-humaras al norte del país, ambas expediciones acontecen mientras en Guana-taurus continúa el festival de terror. Las rutas mencionadas están repletas de restaurantes y hoteles que ofrecen habitaciones, discotecas, y espectáculos, todo con ambiente vampírico. Hay camas y jacuzzis en forma de ataúd divertidísimos.
En el cerro Gomeztruz se realiza un campamento masivo en donde el gobierno organiza otra representación con luz y sonido sobre aquella sangrienta batalla que diera la victoria a Ytalcus con estacas en el pecho de los actores (los empalados son muñecos).
Mucha gente acude disfrazada con la usanza de la época. Es numerosa la cantidad de gente de la tercera edad que aprovecha sus canas o su calvicie para vestirse de negro como el cura y lucir como su héroe. Las versiones de motociclistas son las más originales hasta ahora.
Las escuelas participan con desfiles de carros alegóricos y niños ataviados como el vampiro salvador de la patria, escenificando diferentes pasajes de su lucha libertaria.
A nivel mundial, es el festival internacional que desplaza la mayor cantidad de visitantes extranjeros.
Las alternativas vehiculares que ya se mencionaron, con un itinerario como el que tuvo Ytalcus, atrae enormes cantidades de turistas estadounidenses y canadienses que vienen en autos, motos y campers. Es una de las rutas más recomendadas por la Harley Motorcycle Magazine. Por su profundo contenido literario, las editoriales patrocinan muchos de los eventos, siendo reconocida como la Feria del libro de terror más grande del mundo.
Las asociaciones charras permanentemente organizan cabalgatas vampíricas repitiendo la ruta que el cura Ytalcus hiciera en su época, teniendo mucha demanda hacerlo en caballos pura sangre. De hecho, la sección cantante de los gremios charros, los mariachis, han adoptado el color negro como el favorito de su uniforme, y prefieren cantar de noche. El autor de canciones de mariachi más famoso de Nova Iberia es nativo de Villa Angustia, y curiosamente lleva el apellido de uno de los caudillos vampiro, José “Freddy” Ximérez.
Nova Iberia combina actividades para niños, jóvenes, familias y tercera edad. Una fiesta artística permanente que gira todo el tiempo en torno a la figura del cura vampiro.
Dado que Ytalcus tocaba el violín y lo hizo mientras estuvo preso en Toro-humaras, el Consejo Estatal de Cultura de esa región, organiza un concurso anual en deferentes categorías, y premia la mejor composición original y la mejor interpretación clásica. Son muy numerosos los participantes que se inscriben en la categoría juvenil. Los ganadores de cada categoría dan entre otros, un concierto en la “Penitenciaría Ytalcus”.


El escudo oficial de Guana-taurus adoptó un murciélago en su parte central. Las bancas de todos los parques de la ciudad son ataúdes de cemento con la tapa abierta de modo que esta es el respaldo, en el cual se ha plasmado dicho escudo.
Algunos barrios de Villa Angustia adoptaron imágenes para identificarse, y así, un barrio adoptó al murciélago, otro al lobo, uno más la niebla, otro a la noche, uno al fuego y uno más a la lechuza. El barrio que eligió a la luna fue el primero. En algunas paredes de cada barrio, se han pintado estas figuras, y varias de ellas son verdaderas obras de arte urbano. Es común ver turistas fotografiando algunas de ellas, y claro que los equipos locales de fútbol llanero las usan de emblema. Hay una propuesta ciudadana para crear una fuente en cada barrio con la figura correspondiente. Por ahora lo que ya es un hecho, es la calidad y cantidad de diseños que se estampan en camisetas al respecto, y hasta los tatuajes que se han llegado a hacer las personas que de esa forma expresan su amor al barrio.

La salida de la carretera que conecta esta ciudad con la capital del país, tiene una serie de esculturas dedicadas al vampirismo. Cada año el Festival Vampírico tiene a un país como invitado, y se ha hecho tradición que ese país traiga una escultura y se devele como parte de la hermandad lograda con éste encuentro cultural. Hasta el día de hoy las más llamativas son “El murciélago” que donó Rumania, “El ataúd” que obsequió Inglaterra, y “El lobo” que brindó la delegación brasileña.

Nuestra misma Unión Vampírica de América (UVA) se fundó por el profundo valor mundial que tiene la experiencia vampírica. No es para regularla ni encauzarla. Es un esfuerzo por documentarla y conservarla como patrimonio de la humanidad que es.

En la gastronomía guana-taurense es normal que las tortillas y las bases para pizza de los restaurantes contengan huitlacoche para ennegrecerlas, elaboradas además con forma de murciélago o de ataúd. Las pizzas pueden llevar opcionalmente doble queso, pero las de esta región obligadamente tienen doble salsa de tomate.
En día de muertos, el pan se elabora en forma de ataúd. Hay panaderos que hacen figuras simulando a un Ytalcus acostado y le ponen ojos de cereza con terroncitos de azúcar triangulares simulando colmillos.
Las casas productoras de vino tinto dan vuelo a la creatividad en sus etiquetas y sus nombres. Hay botellas en forma de ataúd, y sacacorchos en forma de estaca.
La vinícola más antigua reconocida en la región es la Dolores-Ytalcus. Entre sus recientes logros está la creación de la uva “Quíncaz” a partir de injertos franceses. Es ahora el producto mayoritario de sus viñedos, y la base fundamental de sus premiados vinos.
El gobierno estatal ha puesto en marcha la empresa refresquera Vampi-soda, que produce una bebida sabor grosella. El establecimiento da empleo, casa y comida a jóvenes en situación de calle, cumpliendo con esto una función social ejemplar. Doble motivo para el consumo que el público en general hace gustosamente.
En Villa Angustia se sigue produciendo miel en los centros apícolas iniciados por Ytalcus. A una versión del producto se le agregada jugo de arándano concentrado, resultando una nutritiva mezcla rojiza única en el mundo. Los restaurantes locales tienen en su carta de desayunos un platillo que consiste en hot cakes en forma de corazón bañados en ésta miel atravesados por una estaca de chocolate: una irresistible delicia, una vampírica seducción.

La hacienda agavera de Cor-Leonis, cuna de Ytalcus, produce uno de los mejores tequilillas del país. Crearon un complemento espeso y rojizo a base de jugo de tomate y naranja, fresco acompañante tipo sangre que mezclado con tequililla, hace una “vampirada”.
Alguien más inventó la “naranpira” que ha sido un éxito entre los jóvenes.
Se inyectan naranjas con ese puré rojizo del tomate y una generosa cantidad de tequililla. Luego, con el “colmillo” (ingenioso perforador de naranjas que hace dos incisiones) se abre la cáscara y se extrae la bebida a base de succiones. Natural, vampírica y refrescante.
Cuando se termina de consumir la bebida, la “naranpira” se parte en gajos y se come.
Para niños hay estuches y gomas en forma de ataúd, y su alegría explota vivamente con pasteles de cumpleaños en esa forma. Los nuevos diseños traen incluso un muñeco de Ytalcus que en su pecho tiene incrustada una vela-estaca.
Los productores de betabel hacen un concurso anual paralelo al evento mencionado, y premian con diploma y dinero en efectivo en cada edición al mejor platillo elaborado con el purpúreo tubérculo. Las categorías son: jugos, sopas ensaladas, guarniciones, postres y bebida. También crearon chicles de betabel que además de pintar la boca como de vampiro, no tienen azúcar y se les fortifica con vitamina C.
A pesar de los años, da gusto seguir viendo los clásicos colmillos de plástico que funcionan como bisagra, que hacen la delicia de los niños y uno que otro adulto. También existen las finas creaciones tipo prótesis que alargan los colmillos. Ambas versiones se consiguen todo el año en Guana-taurus, así como las tradicionales estacas.
Por razones humanitarias (y probablemente de oportunidad mercadológica), Guana-taurus tiene el banco de sangre más grande del mundo.
Existe una destacada empresa funeraria que tiene ataúdes en diseños muy interesantes, salas de velación bastante atractivas, y que además cuenta con un panteón particular, de modo que la gente que deseé que su partida de este mundo sea en un ambiente vampírico, puede darse el gusto. Además las lápidas de ese cementerio han sido ya motivo de numerosas postales únicas en el mundo. Cada año hay más diseños de tumbas que en verdad impactan al más sereno. Varios actores de películas de vampiros han solicitado la reservación de un lote, cripta o nicho para cuando llegue el momento.
Una empresa multinacional instaló un impresionante estudio de grabación subterráneo en la zona de criptas, en el cual diferentes bandas del país y del extranjero, graban sus discos bajo el sello Guana-dance.
La cinematografía mundial ha preferido desde hace años los paisajes y escenarios naturales de la región, para rodar las nuevas versiones cinematográficas de “Ytalcus, el vampiro libertador”.
Todos los días del año se organizan visitas guiadas a los túneles mineros de la ciudad, sobretodo a las habitaciones que Ximérez acondicionó para los esclavos vampiro. Algunas de ellas se han adaptado con modernas comodidades para rentarse principalmente en paquetes lunamieleros. Estos paquetes incluyen entre otras cosas, la recepción en el aeropuerto o la central camionera con música fúnebre o tétrica, el traslado en ataúd matrimonial llevado en carroza tirada por caballos, una ceremonia de re-expresión de votos maritales ante el auténtico Guarda-lumbre en el cercano templo de Atotonilco, y por supuesto aparecer en la sección de “esquelas” del gustado diario local “Guanágora” que publica sus páginas en tinta roja con marcos negros.
La vecina ciudad de Cajetlán decidió mezclar su dulce de leche de cabra con el vino de la casa Dolores-Ytalcus, creando una versión envinada muy sabrosa. Su competencia ya le está copiando la fórmula, pero el trasfondo histórico no se lo podrán igualar jamás.
Nova Iberia tiene uno de los índices más bajos de afecciones oculares, y de los más altos en regeneración celular. Esto es gracias al consumo masivo y frecuente que se tiene en el país de la popular pastilla “vive-vid” elaborada en Villa Angustia, un económico comprimido de semilla de uva y cáscara deshidratada, que tiene calidad de exportación. Recientemente comenzaron a agregarle té verde pulverizado para incrementar su potencia antioxidante.
La economía, la sociedad, la cultura, el arte, la historia, la diversión, el turismo y la creatividad de Nova Iberia, están ligados al vampirismo desde su raíz histórica misma y cada año su gente encuentra nuevas maneras de expresarlo y disfrutarlo.

Desde este punto de vista, Nova Iberia quedó convertida en una especie de nación vampiro, tal como lo soñaba el esforzado Llendrix.